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¿Cómo es el infierno según las religiones monoteístas?, por Rodrigo Marcano Arciniegas

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El infierno es un lugar tan imaginado como complejo. Su función en distintas culturas de oriente y occidente sigue siendo más o menos la misma desde que fue apareciendo en cada cultura. Podría decirse que, en la mayoría de los casos, se trata de un espacio caracterizado por una remarcable plasticidad. Vamos a ver cómo es visto en las tres grandes religiones monoteístas.

El infierno en el judaísmo. El judaísmo hace su primera mención del infierno en el libro de Daniel, alrededor del año 200 a.C. y de manera bastante tardía: “(12.8) Y muchos de ellos que durmieron en el polvo de la tierra se despertarán, algunos a la vida eterna, otros a la perpetua vergüenza y rebeldía”. Originalmente, el infierno no estaba asociado a un lugar de tormentos sino a un lugar real, un valle cercano a Jerusalén conocido como Gehena. Era un lugar donde se adoraban a los baales locales con sacrificios humanos. Pero este valle al cual Isaías se refiere como el lugar donde los hombres que desafiaron a Dios yacen sin que sus gusanos mueran o sin que el fuego que los quema se apague, sólo llegó a representar un lugar de paso para el alma que se aparta de Dios, encarnada o desencarnada. Es decir: una metáfora.

Para el judaísmo, el infierno no es únicamente un lugar, sino un estado, un momento presente de vergüenza y distanciamiento de la divinidad. Por otro lado, también se considera que es un momento de restauración del alma, donde ésta se purifica para su ascenso.

islam_infiernoEl infierno en el Islam. El escritor florentino Pietro Citati, en su libro La luz de la noche, hace una parada en el islam para referirnos un lado de esa religión que no estamos acostumbrados a ver en las noticias y que, dentro de ella misma, parece estar reservado para unos pocos. En el relato de Citati no se refieren las formas de lo infernal, pero hace un importante reflexión sobre las condiciones para ir al infierno: a Alá no le importa tanto la inclinación hacia la bondad y las buenas acciones como la piedad y el temor. Parafraseando a Citati, no es el hombre bueno el que es salvado por Alá, sino el temeroso, así sea un pecador, que tema y se conduela de sí mismo ante la mirada inquisidora de Alá que lo observa constantemente. De ahí que el infierno del islam no reciba las almas de los pecadores, sino de infieles: 15. Sura de Al-Hiyr 43,44: Y en verdad, Yahannam en vuestra cita común / Tiene siete puertas y a cada puerta le corresponde una parte, ya designada, de ellos.

El lugar de los infieles, ese infierno llamado Yahannam, es un lugar situado directamente debajo del paraíso (llamado El Jardín), compuesto por siete categorías que agrupan siete tipos distintos de transgresores. En él podemos encontrar tormentos como el árbol de Zaqqum, que es descrito en la Sura de los que se ponen en filas de la siguiente manera: “¿Qué es mejor hospedaje, esto o el árbol de Zaqqum? / Lo hemos hecho como castigo para los injustos./ Es un árbol que sale de la raíz misma de Yahim,/ cuyos brotes parecen cabezas de demonios./ De él comerán y se llenarán el estómago”. Dichos frutos son descritos en la Sura del Humo como frutos ardientes que se derretirán en el estómago “cómo metal fundido”. Por otro lado, el Yahannam es un sitio de tormentos donde no falta el fuego. La Sura de la Vaca se establece que el combustible de ese fuego son los mismos condenados y, en la Sura de la Soberanía, que este tormento estará acompañado de “un horrible rebuzno”. Como la mayoría de los infiernos, hay un espacio para las almas menos afortunadas por transgredir las leyes más amadas por su dios. En el caso del Islam, quienes reciben un castigo especial son los hipócritas, que están condenados arder debajo de todos los demás infieles.

gustave_dore_dante_infiernoEl infierno en el Cristianismo, según Dante. Dante le dio al infierno cristiano una belleza arquitectónica tan detallada que pocas veces se elogian las otras partes de su Commedia. El poeta florentino nos describe una estructura subterránea de nueve círculos concéntricos, cada uno más chico que el anterior. Aquí, poco importa la piedad. La condena dependerá del tipo de pecado que haya cometido la persona en vida. Cabe destacar que el juicio divino no recae por una suma de buenas acciones frente a las malas ni las condenas son exclusivas de las malas personas. Sólo basta cometer un sólo pecado que sea definitorio en vida (lo suficiente para no poder arrepentirse) para definir el castigo eterno que va a sufrir.

Según los diseños de Dante, podemos considerar que según avanzamos en el viaje hacia la centro de la tierra, es decir, lo más profundo del infierno, tanto el pecado como el castigo es más severo pues ofende más a Dios. Comenzando por los lujuriosos (con quienes Dante tiene una simpatía constante en todo su poema) que están condenados a flotar con sus parejas en formas espectrales sin poderse unir jamás, y terminando en los traidores. Estos últimos están en una zona del infierno donde no hay más llamas abrazadoras ni enrevesados senderos de roca negra, sino un escenario de hielo eterno donde esperan el juicio final. Los traidores están divididos en cuatro partes: quienes traicionaron a sus familiares, quienes traicionaron a su patria, quienes traicionaron a sus huéspedes y los peores de toda la creación, según Dante, quienes traicionaron a sus benefactores. Entre estos se encuentran Judas, por vender a Jesús por unas monedas de plata, y Cassio y Bruto por apuñalar al César. Todos son devorados, digeridos y excretados constantemente por Lucifer, que se funde en el escenario pues, aunque podría ser un condenado, tiene la labor de castigar estas almas y de mantener el hielo congelado con su aleteo.

Aunque la visión de Dante es mayormente poética y no teológica, sus versos han servido ilustrar el lugar de castigo eterno para muchas generaciones de cristianos hasta…

El infierno en el cristianismo, según Benedicto XVI. En el 2008, el antiguo papa Benedicto XVI se dio a la tarea de reestructurar veintiún siglos de imaginario religioso. En 20minutos.es se encuentran los detalles de la ambiciosa reestructuración: entre las grandes reformas de infraestructura, su santidad eliminó el purgatorio como un espacio físico, haciéndolo “parte de la experiencia interior del hombre en su camino a la santidad, un fuego interior que purifica el alma del pecado”. Benedicto XVI se basó en las experiencias místicas de Catalina de Génova, quien nunca se refirió a un sitio con las características del purgatorio o de lo que pudiera pasar ahí.

Papa_Benedicto_XVI_infierno_300Mientras el purgatorio tomó características más oníricas, el infierno se convirtió en un sitio un poco más palpable y quizás más grande, debido a que fue eliminada toda la zona del limbo (donde Dante había puesto a los poetas de la antigüedad). Este lugar que fue mencionado por primera vez por San Agustín y ha sido un espacio necesario y muy popular en la Edad Media, pues da cobijo a los justos nacidos antes de la Crucifixión de Jesús y los niños que murieron sin recibir las aguas bautismales que los limpian del pecado original. Este lugar “sin tormento pero alejado de Dios” servía de alternativa a estas almas que ahora no se entiende dónde residirán.

Benedicto XVI restableció con sus declaraciones la institución de castigo eterno del infierno, que había sido en mayor medida dejada de lado por su antecesor, Juan Pablo II, quien consideraba que el infierno fuera un estado del espíritu y que las imágenes de éste eran parte de una rica simbología que debía ser cuidadosamente interpretada.