Economía y negocios

A propósito del ViceMinisterio de la Suprema Felicidad, por Ángel Alayón

Por Angel Alayón | 25 de octubre, 2013

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El anuncio de la creación del ViceMinisterio de la Suprema Felicidad Social desató reacciones en los medios de comunicación y las redes sociales, la mayoría de ellas entre la burla, la ironía y el temor. Quizá el ViceMinisterio de la Suprema Felicidad Social despertó en muchos el temor al mundo orwelliano de 1984 y su totalitarismo, representado por los ministerios del Amor, de la Paz, de la Abundancia y de la Verdad. Y es cierto que es de temer cuando desde el Estado alguien pretende saber qué es lo mejor para cada quien o, lo que es peor, cuando desde el gobierno se intenta  imponer un concepto de felicidad.

Nicolás Maduro anunció la creación de la oficina para impulsar programas sociales ya existentes, como la Misión José Gregorio Hernández, la Misión Negra Hipólita, la Misión Hijos de Venezuela y la Misión en Amor Mayor. El ViceMinisterio es, en principio, sólo una instancia burocrática. Por un momento llegué a pensar (alejándome de Orwell) que la creación del ente podía tratarse de un intento del gobierno por utilizar la felicidad como un objetivo para el diseño de políticas públicas y para la evaluación de su impacto en el bienestar de la población. Una movida que no dejaría de ser interesante bajo la óptica de ciertas tendencias internacionales en materia de políticas públicas. Porque hay que distinguir entre el uso de la noción felicidad en el discurso político y la utilización del mismo concepto para comprender el alcance y las consecuencias de las políticas públicas en los ciudadanos.

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Durante mucho tiempo, la felicidad tuvo muy mala reputación en las ciencias sociales como área de estudio. Vista desde la academia, era algo que pertenecía al territorio de la autoayuda, y no al ámbito de los intelectuales serios. Sin embargo, durante los últimos años los economistas y psicólogos han logrado convertir a la felicidad en uno de las áreas de estudio más interesantes para los hacedores de políticas públicas.

El economista británico Richard Layard fue uno de los pioneros. Profesor del London School of Economics, desde los años setenta Layard ha peregrinado con sus ideas sobre la felicidad y el resultado de sus investigaciones, ideas y resultados que fueron compilados en un libro para la divulgación en 2005: Happines: lessons from a new science.

Oscar Wilde decía que “El dinero no da la felicidad, pero produce una sensación tan parecida que hace falta un experto para distinguirlas”. Layard es ese experto y ha intentado demostrar que sí existe una relación directa entre el bienestar y el ingreso. Sin embargo, a ciertos niveles de ingreso el aumento de la felicidad que otorga el crecimiento del ingreso es cada vez menor y, en ocasiones, hasta puede ser negativo. Layard cree que la felicidad está determinada por factores adicionales al ingreso, como la posición social relativa y el cambio en los gustos, algo que contradice uno de los preceptos básicos de la economía clásica: De gustibus non est disputandum. El economista británico comulga más bien con la posición de Jesucristo en el Evangelio según San Mateo y su “no sólo de pan vive el hombre”.

Un trabajo más reciente de Betsey Stevenson y Justin Wolfers ha inclinado la discusión en cuanto a la relación entre dinero e ingreso hacia la visión de Oscar Wilde. Stevenson y Wolfers, con nueva data a su disposición y técnicas estadísticas más avanzadas, encuentran que, en efecto, el crecimiento del ingreso en la sociedad sí incrementa el nivel promedio de la felicidad reportada, desmontando la llamada Paradoja de Easterlin.

Happiness 1

La noticia relevante es que los investigadores no encuentran un “punto de saciedad”. Es decir: mientrás mayor es el ingreso, mayor felicidad. En el siguiente gráfico se ve la relación entre ingreso familiar y satisfacción en la vida, con una clara relación positiva, donde se hace evidente cómo los ciudadanos de países con mayores ingresos reportan un nivel de satisfacción mayor.

Happiness 2

Desde el campo de la sicología y la economía conductual, Daniel Gilbert tiene uno de los trabajos más interesantes sobre el tema de la felicidad: Stumbling on Hapiness. Una de las ideas más estimulantes de Gilbert es que los seres humanos somos muy malos prediciendo sobre cómo nos sentiremos en el futuro en relación con eventos positivos y negativos en la vida. La gente sobrestima, por ejemplo, lo bien que se sentirá luego de comprar un carro nuevo y también se equivoca al pensar que no podrá recuperarse emocionalmente luego de la pérdida de un familiar cercano. El problema que presenta este sesgo cognitivo es que muchas de las decisiones que tomamos, desde las cotidianas hasta las más importantes, se basan en un intento de predecir  cómo nos sentiremos en el futuro. Así que cuando predecimos mal podemos estar tomando malas decisiones que afectarán directamente nuestro bienestar.

Los esfuerzos de Layard y sus colegas se han visto recompensados. Cada vez más países toman en cuenta los indicadores subjetivos de felicidad para el diseño y la implementación de políticas públicas. El Gobierno de Francia publica un índice de felicidad desde el año 2008 con indicadores diseñados por dos premios Nobel de Economía: Amartya Sen y Joseph Stiglitz. Estados Unidos comisionó, entre otros investigadores, al sicólogo Daniel Kahneman, también Premio Nobel de Economía, para el diseño de indicadores de felicidad. Ya existe, además, un índice global de felicidad dirigido por Jeffrey Sachs, Richard Layard y John Heliwell. Y países como Butan han dejado de calcular el Producto Interno Bruto y lo han sustituido por la Felicidad Nacional Bruta.

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La expectativa ante la creación de un ViceMinisterio de la Suprema Felicidad Social es que, más allá del nombre, espante muy pronto los fantasmas orwellianos. Sin embargo, precisamente por su nombre, haría muy bien en encargar a verdaderos expertos una evaluación independiente de la efectividad de los programas sociales que le toca coordinar. En políticas públicas, las buenas intenciones nunca son suficientes y enunciar una lista de supuestos resultados positivos no equivale a evaluar un programa. Si se trata del bienestar de la población, debemos contar con la certeza de que el dinero público destinado a los programas sociales  se utiliza de la mejor forma posible.

Puede que todavía exista el debate sobre si el dinero puede comprar la felicidad, pero de lo que sí podemos estar seguros es de que el dinero mal utilizado jamás mejorará el bienestar de los venezolanos, ni los acercará al fin supremo de la felicidad.

Angel Alayón es economista. Puedes leer más textos de Angel en Prodavinci aquí y seguirlo en twitter en @angelalayon

Comentarios (15)

Rafael Díaz Casanova
25 de octubre, 2013

Sentado y analizado como está el tema de la “felicidad”, quisiera hacer una pregunta:¿qué significa, donde están contempladas las funciones de eso que llaman “VICEMINISTERIO ?

Hernani
25 de octubre, 2013

Very good article. Don’t worry Be Happy 🙂

Ernesto Pacheco
25 de octubre, 2013

La felicidad como tal no existe ahora que mencionan a Jesucristo y este “Valle de lagrimas”, es el menos indicado para hablar del materialismo de este mundo de Satanas. Es posible que nuestro carnal Frederich Nieztche nos explique mejor eso del materialismo anti-cristiano, es decir el humanismo ha muerto, pero dejemos a Frederich reposar en la máxima felicidad posible: su propia muerte.

Sarimar Jimenez
25 de octubre, 2013

En estos momentos, la suprema felicidad en nuestro país sería, por ejemplo, ir al automercado y conseguir todo lo que vamos a buscar, saber que podemos salir a la calle sin miedo a que nos vayan a atracar, secuestrar o matar, que cese el discurso de odio por parte del gobierno. El Viceministerio de la Suprema Felicidad puede proporcionarnos eso… ?

maribel
25 de octubre, 2013

Espanto y nausea es lo que experimenté al ver la noticia acerca de este viceministerio. Una suerte de terror a que nos sea expropiado el significado que cada uno le da a eso que llaman felicidad. Me imaginé el libro del Dalai Lama en manos de esa gente….nauseas.

Mercedes
26 de octubre, 2013

El tema de la felicidad alcanza para infinitas especulaciones,consideraciones, reflexiones y similares. Discusiones y debates con estadísticas en mano, y también análisis filosóficos y teorías sicosociales. Lo que sí podemos asegurar los que vivimos en Venezuela es que esto no es otra cosa que una burla más del gobierno, de las esperanzas y expectativas del pueblo, que aun les cree sus cínicas promesas. Este “viceministerio” es otro ente burocrático más para despilfarrar recursos y poner a sus incompetentes, incapaces e irresponsables seguidores “donde haiga”

Andri Carpi
26 de octubre, 2013

Yo supongo que este “VICEMINISTERIO” me va a hacer ser feliz llenando los estantes de los supermercados con alimentos sin necesidad de ponerme a hacer cola, porque hacer cola no me feliz.

montenegro
26 de octubre, 2013

Por favor, señores! Es solo una farsa más. Ni siquiera amerita tomarlo en cuenta.

FERNANDO GONZALEZ B.
26 de octubre, 2013

La suprema felicidad sería que se fueran de una sola vez y dejen a que Venezuela la reconstruyan lo que se queden y los que regresemos…

dora suarez
27 de octubre, 2013

LA FELICIDAD PARA VENEZUELA, ES NO TENER Q PEDIR PRESTADO…MUCHOS SABEMOS Q PEDIR CREDITOS..ES SINONIMO D NO TENER LIQUIDEZ PARA ENFRENTAR PAGOS Y DEUDAS,ESTE GOBIERNO NOS ENDEUDA, A TODOS LOS VENEZOLANOS Y NO VEMOS LOS BENEFICIOS,SOLO ENTREGAR LO NUESTRO A OTROS PAISES, Q SE HACEN DE LA VISTA GORDA , PORQUE LES CONVIENE….Y NO SOY ECONOMISTA, SOLO AMA DE CASA Q LUCHA POR SU FELICIDAD Y EL DE LOS SUYOS.

José Miguel Roig
27 de octubre, 2013

Yo no sabía que la felicidad se decretaba. ¡Genial!

Jose Manuel
27 de octubre, 2013

Excelente e interesante articulo. Me temo que la intencion de crear un vice-ministerio de la suprema felicidad tiene que ver con ese mundo orwelliano al que se refiere Alayon en el primer parrafo del articulo: “Quizá el ViceMinisterio de la Suprema Felicidad Social despertó en muchos el temor al mundo orwelliano de 1984 y su totalitarismo, representado por los ministerios del Amor, de la Paz, de la Abundancia y de la Verdad. Y es cierto que es de temer cuando desde el Estado alguien pretende saber qué es lo mejor para cada quien o, lo que es peor, cuando desde el gobierno se intenta imponer un concepto de felicidad”. Igualmente, no me cabe la menor duda que la creacion de esa tal oficina burocratica, permitirà una vez mas la oportunidad de repartir y compartir a manera de “guiso” el presupuesto condensado de una serie de “Misiones” a otro militar que por supuesto serà quien la dirija. Convencido estoy, que un regimen en el cual se insiste en un modelo en el que la historia lo presenta como fracasado,serà imposible que logre hacer uso eficiente del dinero publico. Basta observar el nivel de inseguridad, escases, miseria y todo aquello opuesto a la felicidad que han generado en sus ya casi 15 años en el gobierno.

Morodrig
29 de octubre, 2013

Muy bueno, el español Eduardo Punset también tiene unas teorías muy acertadas de lo que es la felicicidad y logra medirlo de manera muy científica. Se los recomiendo. En cuanto a lo del Viceministerio para la felicidad me recuerda al realismo mágico, creo que ni a García Márquez se le hubiese ocurrido algo tan burlesco e irreal.

EDUARDO PEREZ
31 de octubre, 2013

¿Y PARA QUE SIRVIÓ ESTE EN EL PASADO?, CON TODO REPETO A QUIEN FUE SU TITULAR!! http://elpais.com/diario/1979/05/24/sociedad/296344817_850215.html

AdelaM
31 de octubre, 2013

Si, tal como dice el famoso dicho, “El dinero no da la felicidad, pero cómo ayuda!” El gobierno sabe qué es asi porque ellos son altamente felices. Se ve que con la proximidad de unas nuevas elecciones y coincidiendo con las navidades, nada mejor que comenzar a repartir dinero, crear la burbuja de felicidad a través de las dádivas. Y coincidiendo con otros comentarios, no nos cabe lamenor duda de que será otro foco más de corrupción, de desvio infame de dineros públicos a las arcas personales de quién sabe cuantos más enchufados. Ya nuestra experiencia de más de 14 años de conocerlos no nos puede decir otra cosa ni enviarnos ninguna otra señal, sino la ya expresada. Nos da “grima” la felicidad en manos del gobierno, en especial de éste gobierno.

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