Artes

Tres libros sobre Mario Levrero; por Gustavo Valle

Por Gustavo Valle | 26 de julio, 2013

levrero texto

“Un silencio menos”; “Conversaciones con Mario Levrero” y “La máquina de pensar en Mario”.

Me lo imagino entrecasa, paranoico y adorable malas pulgas, intentando articular su conciencia, su yo cotidiano, su mundo onírico y su memoria imaginaria. Un hombre no aislado sino progresivamente sumergido en la exploración de ese misterio que es uno mismo. Esa es la imagen que uno conserva después de leer y admirar El discurso vacío o La novela luminosa, los dos libros con que Mario Levrero dejó de ser un autor de culto para convertirse en uno de los más importantes escritores de la región.

Después vino el descubrimiento de su obra hacia atrás. O al menos ese fue mi caso.  Comenzar por el principio, sus primeras novelas, la llamada “trilogía involuntaria” (La ciudad, París, El lugar), donde indaga en el espacio urbano como pesadilla o irrealidad, y en la que Levrero no oculta su admiración por Kafka. Luego vino la revelación del universo policial en su obra (Dejen todo en mis manos), el folletín y la historieta (Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo), el sexo (presente como una anémona en todos sus libros), o la parapsicología (llegó a escribir un manual de esta disciplina). Si bien su nombre y sus libros ya habían comenzado a circular con relativa fuerza a mediados de los noventa, fue tras su muerte en el 2004 y específicamente tras la publicación de su obra póstuma La novela luminosa cuando Levrero se convierte en un auténtico fenómeno de lectura continental. En el 2005 Interzona reeditó El discurso vacío, y poco después Random House Mondadori inició la progresiva publicación de su biblioteca que hasta ahora incluye ocho volúmenes.

Junto a esta dichosa avalancha levreriana han aparecido recientemente, uno detrás de otro, tres libros dedicados a su obra: Un silencio menos (Mansalva), conjunto de entrevistas realizadas por diversos autores, compilado y prologado por Elvio Gandolfo, amigo personal de Levrero y primero en escribir una reseña sobre un libro del uruguayo (Gelatina, 1968). El volumen incluye la “Entrevista imaginaria con Mario Levrero”, notable autoreportaje en el que nunca deja de responder a sus propias preguntas con agudeza y humor: “Creo que el mundo debería estarme agradecido por haber abandonado hace muchísimos años toda pretensión de mejorarlo”.  En varias ocasiones habló de su rechazo a las entrevistas, pero este volumen viene a desmentirlo (hay 24 compiladas), lo que no impide que mantenga hacia el género una mirada de permanente suspicacia: “Cuando yo respondo u opino por mi cuenta, puedo asumir el rol de escritor, pero no puedo responder ni opinar desde la función”.

El segundo en aparecer fue Conversaciones con Mario Levrero (Conejos) atípica charla por mail entre maestro y discípulo de taller literario, suerte de diálogo cervantino, a la vez sabia y gratísima tertulia, a cargo de Pablo Silva Olazábal. Este libro sorprende por varios motivos. Es una herramienta valiosa para escritores que comienzan, para los que tienen un camino andado, para los que saborean las mieles del éxito, e incluso para los que están al borde de abandonar el oficio. Para todos hay palabras sabias, no exentas de amarga realidad y sin un ápice de complacencia. Además, es una rareza como objeto: no es en rigor un libro de entrevistas, a pesar de tener preguntas y respuestas. No es un manual de taller, a pesar de estar lleno de consejos: “Escribí lo que ves, no lo que pensás”. Tras leerlo uno extraña el diálogo como género literario, algo que se ha perdido hasta reducirse a un recurso más de la narración. Es decir, en este libro hay una auténtica charla escrita (vía correo electrónico) y sus dos interlocutores son maestro y discípulo, como hemos dicho, pero sobre todo amigos. Los trucos del oficio se mezclan con las molestias de la vida cotidiana y la filosofía de pasillo, siempre con honestidad y arbitrariedad y por encima de todo con libertad. Los temas son los que hacen de Levrero el autor que nunca deja de asombrarnos: su pasión por el cine mudo, la hipnosis y la telepatía como vehículos asociados al proceso de escritura, la desacralización militante del oficio, y nuevamente, siempre, el humor. La conversación concluye (o se interrumpe) como solo ocurre con las conversaciones de verdad: con la muerte de uno de los interlocutores.

El más reciente de todos es La máquina de pensar en Mario (Eterna Cadencia), un conjunto de textos críticos que exploran las diferentes facetas de la obra del uruguayo: desde su raigal universo neokafkiano hasta su más reciente indagación en el diario íntimo, pasando por su contribución algo culposa en historietas y novelas policiales. Este libro cuenta con selección y prólogo de Ezequiel De Rosso, e incluye el fundamental texto del crítico Hugo Verani, publicado por la Universidad de Stanford en 1995, con el que se dio inicio a una progresiva atención académica sobre la obra del uruguayo. Lo siguen colaboraciones de Martín Kohan, Sergio Chejfec, Reinaldo Laddaga y Roberto Echevarren, entre otros, y todo coronado con una joya: por primera vez publicada en su totalidad, está la entrevista que le hiciera Pablo Rocca, en la que Levrero cuenta algunos episodios de su infancia y vida familiar, y en la que de nuevo deja colar su paradójica (e irónica y graciosa) incomodidad acerca de cuestionarios y entrevistas: “Le pido disculpas públicas (a Pablo Rocca) por todas las irrespetuosidades que he deslizado en mis respuestas; estoy arrepentido y quisiera modificarlas, pero él me lo ha prohibido en forma expresa, y debo atenerme a sus reglas de juego”.

Gustavo Valle Autor de los libros "Materia de otro mundo" (2003), "Ciudad imaginaria" (2006), "La paradoja de Itaca" (2005), "Bajo tierra" (2009) y "El país del escritor" (2013). Ganó la III Bienal de Novela Adriano González León y el Premio de la Crítica.

Envíenos su comentario

Política de comentarios

Usted es el único responsable del comentario que realice en esta página. No se permitirán comentarios que contengan ofensas, insultos, ataques a terceros, lenguaje inapropiado o con contenido discriminatorio. Tampoco se permitirán comentarios que no estén relacionados con el tema del artículo. La intención de Prodavinci es promover el diálogo constructivo.