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Al límite: El maldito estallido, por Luis García Mora

Por Luis García Mora | 30 de junio, 2013

Mientras los universitarios y la sociedad toman las calles, todos los analistas hablan de esto. Del desbordamiento social. Del estallido social. Y las recientes imágenes de Brasil y su gobierno, sacudido por unas movilizaciones multitudinarias, son vistas como referencia para la acción.

Sin embargo, Brasil no es un país polarizado y menos aún tan altamente polarizado como nosotros, que con un tris pareciera que todo va a tomar fuego. O, por lo menos, así se encarga de trasmitírnoslo Maduro y el régimen, al agitar el Apocalipsis golpista ante cualquier intento de que se proteste de una manera legal y colectiva. Por una causa enorme: hoy –y en el futuro inmediato– quizá lo más importante que se deba evitar en Venezuela, por parte del Gobierno como de la Oposición, es el desbordamiento social y el de la violencia, dados los niveles de contención, y precisamente una violencia (política, económica y social) por la que nos encontramos sometidos.

No se atraviesan catorce años continuos de bombardeo incesante de un discurso idiota pero brutal de matanza y de guerra social agitado desde el Gobierno, sin que los venezolanos no nos sintamos enfermos. Se trata de una patología colectiva. Inducida. Maldita. Capaz de afectar a todo el organismo social.

Y no cesa.

¿Está francamente Maduro en capacidad de sofocarla?

Ilegítimo o no, está al frente de la Presidencia de la República y no puede seguir perdiendo el tiempo en “gobiernos de calle” que no existen más que en la propaganda gubernamental. Ni en viajes al exterior. Ni en esa agitación de grabaciones idiotas en las que alguna dirigente opositora desahoga su frustración personal con el amigo, ante las formas adultas y a veces intrínsecamente crueles del ejercicio de la política. Sobre todo en estos tiempos difíciles.

Y es que al final uno se pregunta: ¿lo hace Maduro por afán de comparar tales grabaciones y tratar de rebajarle copete a las escandalosas del sujeto de La Hojilla, ésas sí escatológicas, tumbagobiernos y vocingleras? ¿O al resto que se anuncia?

Maduro tiene que madurar.

Más que una necesidad de Nación, es un hecho: el encuentro con la otra parte debe producirse. ¿Cómo? Ahí está precisamente el gran desafío para su genio político, si lo tiene, y sus testículos.

Es su Gobierno el que debe marcar la pauta. Y no será precisamente mandando de manera elemental a que sus grupos de choque y sus motorizados apedreen y abaleen al líder de la oposición Henrique Capriles en cualquier concentración popular. ¿Confiaba Maduro, o la cabeza instigadora, en que lo protegería de las balas el poderoso blindaje del vehículo? ¿Y si, como se pregunta Capriles, no hubiera sido así?

Estamos hablando de una crisis instalada, estructural, donde el miedo es lo último que deberá imaginar en el adversario.

Aquí, poeta, lo que sobran son huevos. Y no en los supermercados. Y también hay una superabundancia de ovarios bien templados, por lo que el jefe del Estado deberá comportarse como tal y no como un Pran.

Aquí, hoy, y no lo dude nadie, cualquier muerto que hubiere tiene familia. Y no: no se debe traspasar la línea de la violencia. Por una razón obvia: ¿qué pasaría si Capriles y la Oposición, en estos momentos de tensión, deciden hacer lo mismo para defenderse?

¿Ésa es la idea?

Quizás haya demasiada confianza en el Gobierno porque cuenta con el poder de fuego armado de la FAN para reprimir impunemente a esta mayoría in crescendo de compatriotas que hoy lo adversan.

Su visión más que política es militar. Craso error. Venezuela no es Burundi.

Ni Brasil.

La naturaleza de las demandas en Río de Janeiro o Sao Paulo es el ahondamiento de lo social y la corrección política de la corrupción. Dentro de uno de los modelos de crecimiento de mercado y modernización capitalista mas exitosos del planeta (salvo quizá el chino) y, por supuesto, sin polarización política.

Aquí, dada la alta polarización, la magnitud del estallido sería confrontacional, no unánime. Hay dos bandos y dos modelos. El último ha fracasado totalmente, aunque se debate como un animal herido. Abarca un gran número de personas confundidas y tensas, entrampadas por una ficción ideológica y sin capacidad para descifrar su futuro en lo inmediato y mediato, dentro de un Gobierno y un PetroEstado fallidos.

De manera que no es fácil, y es de una grave responsabilidad histórica, despejar la salida inmediata al conflicto sin abandonar la protesta y, sobre todo, sin quemar ninguna de las posibilidades existentes en la búsqueda de una salida no cruenta.

Cuestión difícil. la fenomenal crisis de gestión junto a una alta y descontrolada inflación, más la impune corrupción del Estado por las mafias que lo han infiltrado hasta los tuétanos, constituyen todo un cóctel explosivo.

Y, la crisis (al contrario de lo que muchos creen) no la provoca ni la acentúa nadie. Va. Y no es debilidad opositora avocarse a su delicada conducción con la cabeza y las vísceras en el frízer.

No.

Se deberá ser infinitamente pacientes.

Aún (en contra de todo pronóstico) no se ha llegado a la ofensiva final.

Cráteres:

– ¿Que Capriles sufre una especie de parálisis de liderazgo frente a una presunta debilidad del régimen chavista? ¿Qué la decisión de suspender la marcha multitudinaria del miércoles 17-A “nos dio una terrible señal”, como dice María Corina? No sé. No creo. No se trata de volverse locos y echar pa’ lante como en una película de Disney. Es más difícil.

– Se han materializado esta semana dos elementos inquietantes. La primera es que el abaleamiento a Capriles habla de una decisión política de Maduro o del régimen de acometer el enfrentamiento directo para descolocar las metas opositoras y enviar la línea dura que dice “Mantente quieto, aguanta y no te muevas, porque si no te mato y mato a otros y además te echo la culpa y te acuso de asesino”. Es como si se copiara en sus elementos más horribles la cultura del pran en la prisión y fuera de ella. La segunda es que, simultáneamente, el gobierno asume con franqueza su vocación policíaca de grabar nuestra vida íntima, mientras que con sus compras y cierres de medios y cadenas intenta marginar a la oposición popular de la cobertura radioeléctrica.

– Para algunos el asunto crucial lo constituyen las elecciones parlamentarias del 2015, luego de una barrida local de la oposición en diciembre de este año. Consideran que de todos los controles el que más amarga es el del dólar, “que puede desembocar en un estallido social o en el triunfo de la oposición en las parlamentarias. Con la oposición en 55% o más, la disyuntiva para el chavismo es la cohabitación o el golpe. Y es el altísimo nivel de corrupción gubernamental más el golpe económico lo que levanta el hacha.

– Maduro, con un discurso hueco, alerta en Carabobo que la corrupción “se va a tragar la patria”, dirigiéndose demagógicamente al pueblo, a todos. En lugar de dirigirse directamente con una mínima honestidad política, como debe ser, a su ministro de interior y justicia y sus policías, a la Fiscal y al TSJ, o a la Contraloría (aunque no exista) para que procedan. ¿Nos engaña o el engañado es él?”

Luis García Mora 

Comentarios (1)

juan vicente pérez d.
5 de julio, 2013

Que bien volverme a encontrar con tus artículos, te extrañaba todos los fines de semana en el diario El Nacional

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