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Simón Alberto Consalvi: En el laberinto de la literatura; por María Teresa Romero

consalvi texto

Pocas personas de las nuevas generaciones saben –y el primer mes de su muerte es un buen momento para recordarlo- que una de las grandes satisfacciones que le dejó a Simón Alberto Consalvi (SAC) su estancia en Washington, como embajador de Venezuela ante el gobierno estadounidense de George Bush (padre), fue darse el gusto de ensayarse como narrador de ficción. Los casi cinco años transcurridos en la ciudad de los cerezos (1989-1993), se convirtió en una de las etapas más productivas y creativas de su trabajo intelectual,  en la que se aventuró con su único libro de cuentos de ficción, Lascivia Brevis.

El 10 de enero de 1992,  SAC le escribe al artista Miguel Arroyo pidiéndole que le haga una lectura crítica de su obra Lascivia Brevis. Le confiesa que le envía esos originales con alguna desconfianza, pues no estaba muy seguro de acertar en terrenos donde nunca había explorado con decisión, de un campo en donde había explorado deportivamente en otros momentos, pero sin publicar nada. Le solicita al amigo y a su esposa Lourdes una sincera opinión sobre su escrito, como un oportuno “aviso a los navegantes”. Arroyo le responde al mes siguiente con estas palabras:

Todas las historias me gustaron, tanto las largas como las cortas e incluso la que fue acortada (Los caballos desbocados) por que no incluyeron la página 5, pero me gustaría ver más de las que son autobiográficas. En verdad queda uno con ganas de seguir leyendo más de esos acontecimientos que enriquecieron o llenaron de infortunio algunos momentos de tu vida, pues son estupendos retratos de los personajes y del ambiente y medio geográfico en que se desenvolvían (incluyo entre ellas a Ivanka por lo que dices de Nueva York y por lo que la pones a decir de Praga  (…) Has encontrado un excelente y personal camino y lo estas recorriendo con creatividad y algo difícil de encontrar en la literatura venezolana: el humor que nace del lenguaje y no del hecho narrado[1].

Al escritor Juan Nuño también le gustaron los cuentos de Consalvi y sus favoritos fueron: “Armonía en Rojo”, “El Infierno tan temido” y “Los Caballos Desbocados”. Sus comentarios son exhaustivos:

Me sería difícil de entre los tres elegir el mejor, pero, en fin, forzado a hacerlo, me inclinaría por “Armonía en Rojo”: Lo tengo por una obra maestra de la insinuación, por la mejor muestra de que la prosa del creador, al contrario de la del filósofo,  no debe ser clara,  pues el artista no tiene porque ser cortés (como quería Don José, aunque la frase no fuera suya, sino fusilada de Vauvenargues). El buen prosista debe apenas insinuar y ese relato es el mejor ejemplo de las insinuaciones más sutiles de los posibles juegos de la perspectiva con la nieve y los pies descalzos. “El infierno tan temido” es una sátira perfecta de aquel hecho tan divulgado sobre la picaresca de las religiones televisadas y comercializadas con su secuela de éxito erótico-financiero. Quizás me atrae porque yo también disfruto de una visión católica desdeñosa de las trapacerías de esos herejes tan vulgares, pero que conste que no lo exalto por eso, sino por su distancia satírica, perfectamente lograda. Quizás “Caballos Desbocados” (que tiene el mérito de ser el único relato localista con referencias regionales que se siente propia y atesorada en la memoria andina) sea un cuento perfecto, pero me temo que es demasiado perfecto. Tanto que me suena a “Realismo Mágico”, bien es verdad que lo suficientemente agudo al final, presentándolo como una visión de la prensa americana. De todos modos, el relato es genial, pues la vieja historia que a todos alguna vez nos ha obsesionado está ambientada en el lugar exacto y con el clima de tensión amorosa justo para hacerla verosímil. Del resto, el primero el de Rousseau marca la pauta del humor y desenfado que presiden el estilo de todos o de la gran mayoría. Algunos, tan breves y mordaces que son apenas autenticas vignettes, como esa evocación socrática (“Una sombra sobre otra sombra”)[2].

Al final de la misiva, Juan Nuño también le señala cuáles son los cuentos que no le gustaron: Sobre todo, no me ha gustado el de la primera guerra mundial. Entiendo el esfuerzo literario de querer evocarla indirectamente a través de la figura de la historiadora, pero, la verdad, Claudine suena absolutamente falsa y aún más falso queda el recurso de las fichas olvidadas o intencionalmente dejadas.

Alejandro Rossi y Pedro Grases también opinaron favorablemente en largas y afectuosas cartas sobre los cuentos de Simón Alberto. El Maestro Grases señala que la obra es de excelente castellano y fino sentido del humor y que le gustaron “Los Caballos Desbocados” y “El Testamento”, de un modo muy especial.

El primer libro de narrativa del entonces embajador en Washington, salió a la luz pública en agosto de 1992 publicado por Monte Ávila Editores, con ilustraciones del artista chileno Jorge Tacla. Mas sólo se presentó formalmente en Venezuela al año siguiente. El acto que se llevó a cabo en Caracas el 27 de mayo de 1993 en el Museo de Arte Contemporáneo – con palabras a cargo de la presidenta del MACSI, Sofía Imber, del presidente del Conac, José Antonio Abreu y del presidente de Fundalibro, Gustavo Luis Carrera- no sólo sirvió para presentar la recopilación de sus 18 cuentos de “historia de amores breves o de no amores”, sino para homenajear a Consalvi como fundador de Monte Ávila Latinoamericana que ese día cumplía sus primeros 25 años de existencia.

Las reseñas literarias y periodísticas sobre Lascivia Brevis le fueron favorables. La crítica ponderó el conjunto de cuentos breves de Simón Alberto por estar llenos de humor, erotismo e imaginación; porque en ellos SAC pone de manifiesto su buena utilización de la anécdota inacabada y de la paradoja.  Para el  poeta Luis Alberto Crespo son relatos de fino erotismo que fueron escritos desde siempre, desde que su autor iba y venía por la escritura de la picaresca española, los antiguos y los modernos de la prosa y la poesía, sin decirle a nadie que tal fruición literaria animaba en su imaginación el motivo y la forma de una ficción escrita, que gracias al apartado vivir de Washington frunció desde sus manos hasta sus pensamientos[3].

Para Marisa Jiménez, estos relatos escritos al filo de la medianoche muestran que su estadía diplomática por Yugoslavia se le quedó a SAC en la sangre y la memoria. Es el propio Consalvi quien le confiesa a la periodista que ninguno de sus relatos de ficción tiene a Venezuela como escenario. No porque yo desdeñe el valor de lo tradicional, de lo local, al contrario, ahí se encuentran muchas posibilidades de escritura porque son los espacios de la infancia. Pero la mayoría viene de mis tiempos en Yugoslavia y del destierro,  de algún viejo papel de esos tiempos[4]. 

Ello no quiere decir, sin embargo, que en los cuentos del embajador no se hallen importantes elementos biográficos, asegura su amigo Homero Arellano para quien el título deLascivia Brevis, tiene sabor a diario de seminarista asediado por malos pensamientos. Para Arellano, el autor del relato “armonía en rojo” sabe de cuán arduo es el aprendizaje de algunas artes como vivir, amar y escribir. Ese cuento, entre otros, nos muestra que sabe de esas artes y es el efecto de ese aprendizaje y otras virtudes[5].

 En todo caso, en Lascivia Brevis, nombre que según el diccionario de latín contemporáneo de El Vaticano quiere decir FlirtFlirtaciónFlirteo, SAC muestra uno de los aspectos más resaltantes de su personalidad: su lado lúdico. Por ello, con fino humor e ironía, se divierte y juega al erotismo describiendo escándalos sexuales y políticos de personajes tales como Therese,  viuda de Rousseau;  Xantipa, esposa de Sócrates; los novelistas Graham Greene y Milan Kundera; y el Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes.

En otra carta que ese año le escribe a Miguel Arroyo, le comenta todo lo que se divirtió escribiendo Lascivia Brevis. Esos cuentos le abrieron un camino para decir todo lo que quería decir sin incurrir en lo profesoral y lo cierto es que los ratos dedicados a esa escritura (de octubre a diciembre del 91) me hicieron sentir bien, mientras me reía solo[6].

Lo lúdico también debe venirle de Baltasar Gracián. Uno de sus autores favoritos. Consalvi confiesa en su   “Monologo escrito en el otoño” que,

Mi preceptor de la adolescencia (ya remota, debo confesarlo) era un jesuita a quien llamaban “El Oráculo Andante” por su afición o costumbre de andar dando consejos, exprimiendo los jugos de la sabiduría. Tengo infinitos cuadernos llenos de notas con la filosofía cotidiana de mi preceptor. Eso era, en efecto, y es bueno que ahora (tanto tiempo después) se me haya ocurrido escribirlo así: “Filosofo cotidiano que le daba las vueltas al reloj de las ideas sin detenerse.” (…) Sus enemigos dentro de la orden no encontraban como amarrarle la lengua, cerrarle los ojos, como sacarle la tinta de sus plumas de aves, como paralizarle sus manos de escritor obstinado. Abro con frecuencia estos viejos cuadernos. Están ahí, en el baúl de las humedades del tiempo, en este viejo arcón de madera noble cuando paso (y poso) mis ojos sobre sus páginas me fascina cada vez más su sabiduría, su discreta visión del hombre y de los tiempos, su conocimiento profundo y su graciosa manera de trasmitirlo sin ofensas (…) abro el último cuaderno de mis notas: “Lo que me enseñaba mi preceptor Baltasar Gracian”. El cuaderno termina con esta sentencia: “Nunca esperes que el sol te atropelle” es decir, no esperemos que se nos haga demasiado tarde para hacer lo que tenemos que hacer, es decir, que el tiempo se nos acabe sin que nos demos cuenta[7].

En fin, tanto se divirtió Consalvi con sus ficciones que le confiesa a José Luis García, de la editorial Pomaire, lo siguiente: Yo siento nostalgia de las posiciones de poder únicamente en el sentido de que permiten emprender muchas cosas, pero al mismo tiempo veo con que facilidad se borran. Washington me ha dado una oportunidad que para mí no es menos importante: No cambio Lascivia Brevis por el ministerio más pintado[8].

-Simón, ¿por qué no has seguido por la senda de la ficción?, le pregunto una de las muchas mañanas en que nos reuníamos.

-Me gustaría, está pendiente, siempre lo tengo en mente. Pero el periodismo y la historia me han absorbido nuevamente. Ahora, con la dirección adjunta de El Nacional dispongo de mucho menos tiempo. Pero vendrá, vendrá…- afirma mirando a la lejanía achicando aún más sus ojos encapotados.

 ***

 


[1] ARROYO, Miguel. Carta a Simón Alberto Consalvi. Caracas, 2 de febrero de 1992. Archivo Personal de Simón A. Consalvi.

[2] NUÑO, Juan. Carta a Simón Alberto Consalvi. Caracas, 2 de marzo de 1992. Archivo Personal de Simón A. Consalvi.

[3] CRESPO, Luis Alberto. “SAC o la conquista de la irresponsabilidad”. En: El Universal. Cuerpo Literario. Caracas,  9 de agosto de 1992.   p. 1.

[4] JIMENEZ, Marisa. En: El Universal. Cuerpo Literario. Caracas, 21 de agosto de 1992, p. 2.

[5] ARELLANO, Homero. “Simón resolvió echar sus cuentos”. En: El Universal. Caracas, 16 de septiembre de 1992, p. 4.

[6] CONSALVI, S.A. Carta a Miguel Arroyo. Caracas, 12 de marzo de 1992. Archivo Personal de Simón A. Consalvi.

[7]  CONSALVI, S.A. “Monólogo escrito en el otoño”. (Mimeo). Washington, 15 de febrero de 1992. ASAC.

[8] CONSALVI, S.A. Carta a José Luis García. Washington, 11 de enero de 1993. ASAC.