Arte

Leer a las patadas, por Luis Yslas

Por Luis Yslas | 22 de marzo, 2013

balon yslas

No recuerdo bien por qué, pero no aprendí a leer en la escuela sino en mi casa, a los cinco años, en Lima. Me enseñó mi padre, con más astucia que paciencia. Y también a las patadas.

Que nadie sospeche maltrato infantil ni otro tipo de bestialidad. Más bien el bestia era yo, que me negaba a escuchar a mi padre cuando intentaba enseñarme a pronunciar y memorizar las letras. A mí sólo me interesaba jugar con mi balón de fútbol. Patearlo hasta el cansancio contra la pared de mi cuarto y dar alaridos de euforia que crispaban a los vecinos y prolongaban mi analfabetismo. Sin embargo, no contaba con la sabiduría pausada de mi padre, a prueba de vástagos desobedientes.

Una tarde, como era ya costumbre, sacó los lápices y la cartilla, y me llamó a la mesa. Me negué, grité alguna impertinencia y me fui a buscar mi pelota. Él no se inmutó y eso me hizo sospechar algo que se aclararía al sacar el balón debajo de mi cama: en cada hexágono de su superficie estaba dibujada una vistosa letra del alfabeto español. Yo lo veía absorto y no sabía si patearlo o deletrearlo. Ese desconcierto me venció. Mi padre había pasado la noche anterior convirtiendo mi pelota de fútbol en un redondo abecedario.

Cuando salí del cuarto con la esférica bajo el brazo, lo vi de pie, en el umbral de la cocina, con una sonrisa que revelaba su triunfo y su expectativa. Le hice un pase con el balón; despacito, para que no se borraran las letras. Él lo paró en seco, lo elevó hasta su cabeza y me lo devolvió con un toque preciso. Luego me dijo: “Cuando te hayas aprendido todo el balón, te llevo al estadio a ver jugar al Alianza Lima contra el Universitario”. Yo era del Alianza. Él de la “U”. Los mayores rivales del fútbol peruano. Jamás había ido al estadio. A esa edad, era como viajar a otro planeta. Así que el pacto gestado en esa promesa me enseñó a leer y a driblar más rápido. Mi primer balón de fútbol fue también mi primer contacto con el alfabeto español. Cuando quería lo pateaba, y cuando no, lo pronunciaba.

Lástima que no haya podido conservar ese regalo de mi padre. En alguna de esas fiestas de cumpleaños a las que solían acudir todos mis primos como una barahúnda, uno de ellos, armado de unas enormes tijeras y un frasco de témpera verde, transformó mi pelota en un casco militar. Al principio protesté, pero luego agarré el hemisferio de cuero sobrante, me hice mi propio casco y me sumé a la batalla. Las armas, como en el célebre discurso de don Quijote, habían resultado otra vez favorecidas, aunque Cervantes supiera también que son las letras las que terminan por dotar de permanencia a la memoria.

Luis Yslas (Lima, 1972). Licenciado en Letras por la UCAB (1995). Director de la editorial venezolana Madera Fina. Ha colaborado para publicaciones venezolanas como El Nacional, Prodavinci, entre otras. Es autor del libro de aforismos A la brevedad posible (Libros del Fuego, 2015). Lector a tiempo completo. Twitter: @luisyslas. E-mail: luis.yslas@gmail.com.

Comentarios (18)

Jose Requena
22 de marzo, 2013

Excelente Luis, linda evocación del fútbol y la literatura.

Rodnei Casares
22 de marzo, 2013

Qué belleza¡

Elsa
22 de marzo, 2013

Muy bello, me remontaron años atrás, recuerdo ese episodio, incluido al sobrino que transformó la pelota en casco.

yasmin Fumero
22 de marzo, 2013

Que hermoso recuerdo, nada más imaginar la mirada de triunfo del Sr. Lucho, me emociono… más astuto imposible…a la final concluyo, las letras eran tu destino porque desde pequeño te las metieron a patadas! jajajaja. tqm.

Alejandra
22 de marzo, 2013

Excelente!

Michelle Roche R.
22 de marzo, 2013

pRECIOSO ESTE TEXTO, lUIS. fELICIDADES. MICHI

Mercedes M
22 de marzo, 2013

¡Qué bonito texto! Me ayudó a descubrir la profunda capacidad de la paternidad de fundar y sostener la memoria personal.

Franklin Delgado
22 de marzo, 2013

Excelente texto… y el método, sorprendente e infalible.

Raquel
22 de marzo, 2013

Me hiciste llorar con la ternura de tu padre. Yo no aprendi a patadas pero si con una promesa y hoy mis letras, mi pasion

Maribel Cortell
22 de marzo, 2013

Hermosa narración. Gtacias.

Gianina
23 de marzo, 2013

Muy bella tu narracion mas que hermosos recuerdos…pero no puedo parar de reirmee creo saber cual era el primo jajajajaja

Luis Yslas
24 de marzo, 2013

Agradecido con sus impresiones y comentarios. ¡Arriba Alianza!

Susan Castro R.
24 de marzo, 2013

Impecablemente entrañable texto.Autobiografía del lector que sale de una verdad interior. En definición un solo ganador y protagonista: la lectura.

Andrea Lozano
25 de marzo, 2013

Precioso artículo!

Geraudí
25 de marzo, 2013

Me encantó este texto! La figura del padre suele ser en muchos casos, vital, en la iniciación de las primeras letras… En mi caso, mi padre fue quien, casi sin darse cuenta, me inició en mis primeras lecturas literarias cuando semanalmente me llevaba religiosamente unos libros encartados en una revista. Sabía él de antemano mi gusto por la lectura de todo lo que pasaba por mis manos que pudiera leerse, y justo en esos encartes vinieron algunas novelas y cuentos de autores venezolanos y foráneos que me sedujeron y ayudaron luego a convertirme en una adulta,amante de la literatura.

Gracias Luis Yslas, por regalarnos esta interesante y tierna anécdota que, además de disfrutar de su lectura, trajo a mí aquellos bonitos recuerdos de mi padre.

Ariana
27 de marzo, 2013

Este es, de verdad, un texto hermosísimo

CHRISTIAN
21 de abril, 2013

¡Qué bueno, Luis! En tiempos de baraúnda de quienes quieren convertir las letras y los sueños es cascos verdes conviene recordar la permanencia de lo que vale y de verdad deja huella: la sabiduría de un padre, la libertad de un niño para escoger lo mejor y la riqueza de las letras, siempre las letras…

(…sin olvidar la feliz gramática del fútbol)

Liliana
30 de abril, 2013

Preciosísimo texto, Luis! Coincido con todas las flores dadas en los comentarios anteriores. Desde mi mirada, y justo ahora participando en un Programa de Formación en Prevención de la Violencia Escolar, lo tomaré para compartirlo con unos cuantos maestros preocupados y muy angustiados por no encontrar cómo llegarles a sus niños. Amor, ternura y sobre todo mucho ingenio como el de tu papi… Ingredientes también difíciles de encontrar hoy por hoy en nuestros “anaqueles” personales. Un cariño especial para tí.

Envíenos su comentario

Política de comentarios

Usted es el único responsable del comentario que realice en esta página. No se permitirán comentarios que contengan ofensas, insultos, ataques a terceros, lenguaje inapropiado o con contenido discriminatorio. Tampoco se permitirán comentarios que no estén relacionados con el tema del artículo. La intención de Prodavinci es promover el diálogo constructivo.