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Hugo Chávez: un nuevo mito latinoamericano; por Edmundo Paz Soldán

Por Edmundo Paz Soldán | 6 de marzo, 2013

chavez

Como el paradigmático dictador de García Márquez en El otoño del patriarca, en sus últimos meses Hugo Chávez fue una suerte de “monarca cautivo”, alguien cuya presencia se hacía más visible mientras más se prolongaba su ausencia. Ya sin fuerzas para la vida, el pueblo inició su proceso de mitificación, y el gobierno del vicepresidente Nicolás Maduro, montado sobre esa ausencia dolorosa, manejando con astucia la información, fue asumiendo las riendas del poder de un modo tan incontestable que hoy ya no hay mención alguna de Diosdado Cabello (apenas un par de meses atrás un posible candidato a la sucesión). La muerte de Chávez este martes ha sacudido a sus feligreses y a los herejes a su prédica: el dolor es evidente en los rostros de los seguidores, los periódicos publican suplementos especiales, gobiernos afines al venezolano se adhieren al duelo de una semana, y hay quien habla en tono bíblico de “la pasión” de Hugo Chávez. Más allá del apoyo o el rechazo, con la muerte del líder se inicia un nuevo mito latinoamericano.

Hugo Chávez construyó su liderazgo continental a partir de gestos grandilocuentes y un carisma innegable al servicio de su identificación con los sectores populares. A partir de su primera y fallida intentona golpista (1992), puso en jaque a la tradicional élite política del país, corrupta y sin una visión a largo plazo que pudiera articular un modelo más igualitario de país. Asumido como socialista en un tiempo en que las grandes ideologías estaban supuestamente de salida, logró llegar al poder en 1999 gracias a una retórica polarizadora, que ofrecía soluciones salvíficas y se enfrentaba sin cesar a enemigos internos (las clases acomodadas, ciertos sectores medios que él llamaba “pitiyanquis”) y externos (el imperialismo norteamericano). Legitimó su influencia creándose una genealogía mesiánica en la que se veía como descendiente de Bolívar; su “revolución bolivariana” tuvo la bendición simbólica del anciano guerrero (Fidel Castro), y logró atraer, a partir del apoyo económico y una comunión de causas afines, a su esfera de influencia a países como Bolivia, Ecuador y Nicaragua.

La herencia concreta de Chávez es ambigua. En el plano económico, a base de nacionalizaciones y expropiaciones, el régimen chavista hizo que el aparato estatal creciera de manera desmesurada y espantó a muchas empresas del sector privado (como suele ocurrir, hubo también quienes se beneficiaron de las concesiones estatales, y apareció una nueva oligarquía a la sombra del chavismo). Aumentó la inflación, pero las continuas inversiones en diversos proyectos asistencialistas y de infraestructura, hicieron que, como escribiera el periodista Jon Lee Anderson, los más pobres se encuentren hoy “marginalmente mejor”. Lo que no ha mejorado es la seguridad; Venezuela sigue siendo un país extremadamente violento.

Los sectores populares han hecho suya la revolución de Chávez y si bien quisieran una distribución más equitativa de la riqueza -los avances no son suficientes–, también saben que el Comandante les ha dado una identidad; olvidados por gobiernos anteriores, son ellos quienes prometen continuar la lucha y repiten con vehemencia que la oposición al régimen no pasará. Esa oposición parecía haber aprendido en los últimos años a capitalizar el descontento entre los sectores amenazados por Chávez, pero en el largo período de la enfermedad y el duelo se ha visto superada, sin capacidad de reacción, como si no supiera qué hacer ante la efigie doliente (vestirse de duelo, celebrar la fiesta, prepararse para la larga lucha).

Si hace algunos meses se veía impensable un chavismo sin Chávez y parecía que se repetiría la vieja historia latinoamericana del proyecto populista que se disolvía a la muerte del caudillo, hoy todo indica que Nicolás Maduro, “encaramado en el duelo” -las palabras son del periodista colombiano Sinar Alvarado–, tiene el apoyo suficiente para continuar profundizando la revolución. Faltará la personalidad omnímoda de Chávez, pero no su vigencia. Hay un antes y un después del Comandante.

Edmundo Paz Soldán es escritor y es profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Cornell. Su más reciente novela se titula Norte (2011, Mondadori). Pueden seguirlo en twitter en @edpazsoldan

Comentarios (2)

Miguel
6 de marzo, 2013

Magnífico intento sintético; pero tal vez el Señor Paz Soldán abusó un poquito en su esfuerzo diacrónico, poniendo conceptos y léxico en un mismo momento, cuando otra de las particularidades del “liderazgo” del personaje fue su carácter de continuum en permanente construcción, deconstrucción y reconstrucción, donde -por ejemplo- en su “socialismo” final ya quedaba poco del “bolivarianismo” inicial .

Roberto Dante
7 de marzo, 2013

Recordemos A Un Bolivariano En Su Dia Glorioso —

– Un hombre construye un paraíso – oct 7 – (*)-

roberto dante – Lanús, Argentina, mar 7, 2013 —

Un hombre construye un paraíso, en la tierra; pero “privado”. Desvía un río, pese a la oposición de sus vecinos. No le importa la comunidad. Pero crea una obra que supera su temporalidad biológica.

¿La Belleza y el egoísmo individualista son hermanos de sangre? ¿Por qué el arte burgués alimenta nuestro placer? ¿Será porque en la construcción de la senda revolucionaria dejamos jirones de nuestra sensibilidad? No lo quiero creer. Pero, al gran poeta Maiakosky (poeta y revolucionario de “armas tomar”) ¿Lo suicidó Stalin? Si es así, algo se nos escapa. Recordemos el asesinato de Mariano Moreno y después el de…y el de…

Hoy, en Latinoamérica, nuestro problema es: ¿cómo recuperar las raíces entre tanta sobredosis de desinformación? Pienso en las grandes obras de las comunidades aborígenes americanas, aplastadas por las botas de los ejércitos coloniales; aunque nunca lograron sepultarlas.

La única certeza es que no podemos dejarles el goce del placer al enemigo. El abanico de las preguntas es infinito. La decadente Europa se refugia en el arte burgués. ¿Y nosotros…?

Sólo les pido que se detengan, que dejen de reproducir el tiempo burgués. La percepción del Tiempo es ideológica. Entonces, ¿Qué concepción del Tiempo les dejamos a nuestros hijos y nietos? Creo que, los pobres cuerpos y mentes destruidos por la glorificación del individualismo sólo traspasan el enajenante Tiempo de la sobre vivencia. Es una rueda que rueda hacia el vacío.

Me atrevo a afirmar que el invento de la rueda fue el origen del capitalismo. ¿Cómo detenemos la rueda? Tal vez con una rueda cuadrada… o triangular. Sobre esto mucho sabe el hoy, nuevamente, triunfante, movimiento hacia la Revolución Bolivariana. Son sólo unas imágenes literarias (mala palabra), pero grafican la necesidad de que los zombis dejen de reproducir “la rutina”. Pues no es sólo cuestión de sobre vivencia…Es cuestión de vida.

Y la vida se expandió ese 7-Oct, desde Venezuela, a toda Latinoamérica.

(*) Compartiendo el deseo de que “TODOS los venezolanos” permanezcan en Venezuela. No hay nada como formar parte de la Patria Grande.

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