Actualidad

Hugo Chávez, 1954–2013 / por Jon Lee Anderson

Por Jon Lee Anderson | 5 de marzo, 2013

chavez640

El presidente venezolano Hugo Chávez Frías, quien murió de cáncer hoy martes a la edad de cincuenta y ocho años, fue uno de los líderes más provocadores en la escena mundial durante los últimos años. Su muerte se produjo después de meses en los cuales su estado de salud fue un misterio nacional, un tema de ofuscación y de rumores. Chávez pasó el primer día de su segundo mandato en una cama de un hospital en Cuba. El vicepresidente Nicolás Maduro, quien hizo el anuncio, es uno de los políticos que ahora maniobra para controlar a Venezuela, donde se deben llevar a cabo elecciones dentro de treinta días.

Quien fuera alguna vez un paracaidista militar, estuvo dos años en prisión después de haber liderado un fallido golpe militar contra el gobierno de Venezuela en 1992. Chávez salió de la cárcel, luego de una amnistía, con determinación renovada para alcanzar el poder y buscó el apoyo del veterano comunista cubano Fidel Castro para hacerlo. En 1998, Chávez ganó las elecciones presidenciales en Venezuela con la promesa de cambiar las cosas en su país para siempre, de arriba a abajo. Desde el día en que tomó posesión, en febrero de 1999, se dedicó a hacer precisamente eso. Deja un país que, de alguna manera, nunca volverá a ser el mismo y que, de otra, es la misma Venezuela de siempre: un país rico en petróleo, pero desigual socialmente, con un gran número de sus ciudadanos viviendo en algunos de los barrios más violentos de América Latina.

A su favor hay que decir que Chávez se dedicó a tratar de cambiar la vida de los pobres, quienes eran sus más grandes y fervientes seguidores. Comenzó a golpe de martillo gracias a una nueva Constitución y cambiando el nombre del país. Simón Bolívar, quien luchó para unir a América Latina bajo su gobierno, fue el héroe de Chávez. Por él cambió el nombre del país a República Bolivariana de Venezuela y, posteriormente, dedicó una gran cantidad de tiempo y recursos a forjar lo que llamó la “Revolución Bolivariana”. No fue, en un principio, una revolución socialista ni una revolución necesariamente anti-estadounidense, pero durante los años siguientes, el gobierno de Chávez y su papel adoptado en la arena internacional convirtió a la Revolución en ambas cosas, al menos en intención.

Estuve con Chávez varias veces a lo largo de estos años, pero la primera vez que lo vi fue en 1999 en La Habana, Cuba, poco tiempo después de que él se hubiera convertido en el Presidente de Venezuela. Estaba dando un discurso en un salón de la Universidad, con los dos hermanos Castro entre la audiencia –algo extraño de ver– y otros altos miembros del politburó cubano. Fidel Castro miraba y escuchaba embelesado cómo Chávez hablaba durante noventa minutos, esencialmente estableciendo las bases discursivas para la relación intensa y profunda entre los dos países y los dos líderes que pronto seguiría. Ese día, un número de observadores presentes en la sala comentaron sobre lo que parecía ser un “romance” importante entre ambos. Tenían razón. Chávez, casi treinta años más joven que Fidel, pronto se hizo inseparable del líder cubano, para quien él era claramente una figura paterna y un modelo a seguir. (La familia de Chávez es de origen modesto y provinciano, del interior de Venezuela). Y para Castro, Chávez era un heredero y algo así como un hijo amado. Misteriosamente, o justamente por esa relación, fue Fidel quien notó la dolencia de Chávez en una visita a La Habana en 2011, e insistió en que viera a los médicos, quienes rápidamente descubrieron el cáncer de Chávez, un tumor que fue descrito como del tamaño de una pelota de béisbol en algún lugar alrededor de la ingle. Desde entonces, y hasta su regreso a casa en febrero, terminalmente enfermo, Chávez recibió prácticamente todo su tratamiento contra el cáncer en La Habana, bajo estrecha vigilancia de Fidel.

Un showman cálido y amable, con un notable sentido de la ocasión, así como de la oportunidad estratégica, Chávez creció en ambición y estatura global durante los años de Bush, en los que América Latina fue relegada a un segundo plano por Washington. Chávez se molestó desde el principio por la retórica belicista de la Administración Bush durante el período posterior al 11 de septiembre, y se convirtió en un crítico cada vez más fuerte de las políticas y actitudes del “imperio” norteamericano. Ya había cerrado una oficina de enlace militar de EE.UU. en Venezuela, y puso fin la cooperación con la DEA. Pronto fue más allá y disfrutó con ridiculizar al Presidente de los EE.UU. llamándolo “Mr. Danger ” y “Donkey” en su programa semanal de televisión “Aló Presidente”, en el que a veces parecía gobernar como si estuviera en un reality. (En una ocasión ordenó a su Ministro de la Defensa que enviara fuerzas venezolanas a la frontera con Colombia en vivo, desde “Aló Presidente”). En 2002, un intento de golpe de Estado por una camarilla de políticos de derecha, empresarios y militares logró que Chávez fuera brevemente secuestrado y forzado a renunciar de manera humillante, antes de que fuera puesto en libertad y se le permitiera retomar el gobierno.

El golpe de Estado contra Chávez fracasó, pero no antes de que los conspiradores hubieran recibido, al parecer, el visto bueno y la aprobación de la Administración Bush. Chávez nunca perdonó a los estadounidenses. A partir de entonces, su retórica antiestadounidense se hizo más caliente y trató de incomodar a Washington siempre que fue posible. Antes de la invasión de EE.UU. a Irak, en 2003, Chávez viajó a Bagdad en una visita amistosa a Saddam Hussein. Luego, en su ambición declarada de debilitar al “imperio” y crear un “mundo multipolar”, solía ir a abrazar a líderes con similares posturas anti-estadounidenses: Ahmadinejad de Irán fue uno, Lukashenko de Bielorrusia fue otro. Invitó a Vladimir Putin a enviar a su armada para hacer ejercicios en aguas venezolanas y a que le vendiera armas. Y allí estaba su relación, cada vez más entrañable y dependiente, con Fidel Castro.

Pronto el petróleo venezolano comenzó a fluir a una Cuba deficitaria en energía, poniendo fin a los casi diez años de penuria del “período especial” que siguió al derrumbe soviético y al abrupto final de tres décadas de subsidios generosos de Moscú. Médicos cubanos, entrenadores deportivos y hombres de seguridad no tardaron en viajar en la otra dirección, ayudando a Chávez a implementar a algunos de los programas llamados Misiones, destinados a aliviar la pobreza y las enfermedades en los barrios pobres de Venezuela y en el interior del país. Chávez y Castro hicieron viajes juntos y visitaban con frecuencia sus respectivos países. Era obvio que amaban acompañarse.

En una visita a Caracas en 2005, poco después de que Chávez anunciara su decisión de que el socialismo era el camino a seguir para su revolución y para Venezuela, lo vi en el Palacio Presidencial. Estaba emocionado con el fervor revolucionario recién descubierto. En una reunión con campesinos pobres, anunció la toma de varias grandes propiedades privadas en el interior y les dio instrucciones eufóricamente a organizarse en colectivos y sembrar en las granjas confiscadas. “¡RAS!”, gritó con alegría, repitiendo varias veces. “¡RAS!”, siglas que significaban “Rumbo al socialismo”.  Los intentos de Chávez por colectivizar la producción e implementar una reforma agraria parecían mal planificados y fuera de tiempo. El mismo a menudo parecía pertenecer a épocas anteriores, cuando América Latina estaba dominada por caudillos voluntariosos, y hubo una Guerra Fría en un mundo claramente polarizado.

Un par de años más tarde, le pregunté por qué había decidido adoptar el socialismo tan tarde. Reconoció que había llegado a él tarde, mucho después de que la mayor parte del mundo ya lo había abandonado, pero dijo que había hecho clic con él después de haber leído la novela épica de Víctor Hugo Los miserables. Eso y escuchar a Fidel.

Impulsado por miles de millones de dólares como consecuencia del incremento de los precios del petróleo, Chávez ganó una influencia significativa en todo el hemisferio durante los últimos años, estableciendo una estrecha relación con una serie de emergentes regímenes de izquierda en Bolivia, Argentina, Ecuador y Nicaragua, encabezada una vez más por el antiguo líder sandinista Daniel Ortega. Chávez predijo una disminución de la influencia de EE.UU. y una oportunidad, después de todo, para el renacimiento de la gran visión de Bolívar. En cierto sentido, Chávez tenía razón. La influencia de EE.UU. ha disminuido durante la última década en América Latina, por lo que su aparición fue oportuna. Pero no fue Venezuela sino Brasil, emergiendo finalmente de un período inactivo para convertirse en una potencia económica y política, la que comenzó a llenar el vacío de la región. Lula, el último líder de Brasil que también fue un populista de izquierda, puso al “pueblo” y a la mitigación de la pobreza como prioridades de su Administración; y, con un mejor equipo de gestión y sin la confrontación polarizada contra el “imperio”, tuvo un grado de éxito considerable. En Venezuela, por el contrario, la revolución de Chávez sufrió de la mano de administradores mediocres, ineptitud generalizada y una falta de seguimiento en los proyectos.

¿Qué queda, entonces, después de Chávez? Un enorme vacío para los millones de venezolanos y otros latinoamericanos, en su mayoría pobres, que lo veían como un héroe y un mecenas, alguien que “los cuidaba” de una forma en la que ningún líder político en la América Latina de los últimos tiempos lo había hecho. Para ellos, ahora, habrá desesperación y ansiedad porque no habrá nadie como él en el futuro, no con un corazón tan grande y tan radical de espíritu por el futuro previsible. Y probablemente tengan razón. El sucesor ungido de Chávez, Maduro, sin duda tratará de llevar adelante la Revolución, pero los desatendidos problemas económicos y sociales están creciendo y parece probable que, en un futuro no muy lejano, toda la desesperación de Venezuela acerca de la pérdida de su líder se extenderá hasta la revolución inconclusa que dejó atrás.

Estuve en el avión de Chávez cuando viajó a Cuba, en 2008, para felicitar a Raúl Castro por su asunción formal del poder; su hermano Fidel cayó enfermo y renunció a su posición oficial. En La Habana, Chávez se desapareció y fue a visitar a Fidel, quien todavía estaba de reposo. En el vuelo de regreso, al día siguiente, Chávez informó con alegría a todos los que estábamos en su avión: “Fidel está muy bien, y manda sus saludos”. Cinco años más tarde, los Castro, ambos octogenarios, están vivos y bien, y es Chávez quien ha salido de la escena.

***

Texto publicado en The New Yorker el 5 de marzo de 2013. Puede leerlo en inglés aquí.

Jon Lee Anderson 

Comentarios (12)

mXd
6 de marzo, 2013

¿Qué queda, entonces, después de Chávez?

jesse
6 de marzo, 2013

Excelente, muy equilibrado, cosa difícil en estos tiempos tan polarizados. Fuí fiel seguidor de Cahvez desde adolescente cuando dió el golpe de estado en 1992, luego, en el 2006-7, ante tanto culto a la personalidad y abuso de poder, corrupción, etc; me aparté de las filas chavistas para siempre. Sin embargo le reconozco muchos aciertos y justicias, pero también grandes desaciertos y grandísimas injusticias contra los débiles y honrados, por su prepotencia y la de su entorno, tales como el caso de la muerte de Franklin Brito y la destrucción de su familia, quienes hoy día sobreviven socorridas en un asilo de monjas, viviendo de su esfuerzo y la caridad pública…

dfer
6 de marzo, 2013

Grande Chávez!!!!

Nacho
6 de marzo, 2013

Falto decir en el articulo que el mayor legado de Chavez es un pais dividido y con profundas heridas. No se puede querer resolver los problemas de un pais sembrando odio entre sus ciudadanos. Ojala algin dia podamos olvidar y perdonar y salir adelante.

Luis
7 de marzo, 2013

Es de apreciar como muchos admiran al Ex-presidente Chavez por su forma de hablar y de SONAR con un mundo mejor. Muchos admiradores internacionales que “viajaron” en el avion presidencial (No de Chavez), se tropesaron en Venecia en festivales de Cine (muy Socialista), compartieron reuniones (secretas) con actores/figuras de la farandula mundial (Sean Pean, Noamy Campell, entre tantos) no viven la realidad del venezolano. Lamentablemente, el nivel de pobreza aumento aun y cuando se “dedicaron” cantidad de programas sociales para atacarlos; se habla que se redujo el desemppleo (desaparecela industria privada y cantidades de venezolanos se ven obligados/forzados a dejar el pais en busca de oportunidades) y un sociedad extremadamente violenta: 60 muertes violentas por fin de semana? Si es cierto, Chavez fue (y sera) una figura inmortal para los venezolanos y el mundo. Tambien es cierto que logro manipular (ideal y con recursos del estado) la conciencia del mundo entero y peor aun, la de los pobres que sintieron ezperanza y aun asi, la seguiran teniendo, pero que les conviene que sigan aumentando en cantidad para poder ellos (los chavistas susesores) perpetuarse en el poder.

Willibaldo J Sánchez P
7 de marzo, 2013

Excelente articulo, muy equilibrado y veraz, debería darles clases a globovision de verdadero periodismo.

natalia lopez
7 de marzo, 2013

Me parece muy objetivo el articulo, he leido otros articulos suyos y estimo que conoce, en ocasiones mucho mejor que nosotros, la realidad de nuestro pais, deben verse otros aspectos de esta historia que le ha hecho un daño, estimo que irreparable, a nuestra sociedad. Ojala sirva de reflexión a muchos politicos, de todas las tendencias, esta realidad vivida dia a dia por los venezolanos. Un pais bendito con pesimos gobernantes y este ultimo extremadamente soñador y cargado de resentimientos que tan solo sirvio para dividir a un pueblo hermano.

alejandra
8 de marzo, 2013

Excelente articulo. Amigo Willibaldo, tambien cabe decir que esas lecciones q sugiere para Globovision, pueden y deben ser aprovechadas por Mario Silva y su hojilla amellada de tanto odio. Tambien para la plantilla de VTV en pleno. En este articulo se aprecia la verdadera objetividad y claridad al hablar de este “desgobierno”. Sea ud tambien justo. Buen dia.

silvia
8 de marzo, 2013

Eso es correcto dejo un pais dividido y con profundas heridas favorecio a muchos , es verdad pero perjudico a otros y los humillo hasta que se canso . Respeto las dos opiniones las que se alegran por que murio y las que lloran su muerte ambas opiniones tienen mucha razon de peso.

Guiller43
9 de marzo, 2013

Folclórico el escritor,no deja espacio para la crítica,parecería que estamos frente al Óscar de la mejor película, pero rescatarle la inmensa sensibilidad del líder revolucionario que muy difícilmente no será tenido presente.

Lorena
10 de marzo, 2013

“¿Qué queda, entonces, después de Chávez? Un enorme vacío para los millones de venezolanos y otros latinoamericanos, en su mayoría pobres, que lo veían como un héroe y un mecenas, alguien que “los cuidaba” de una forma en la que ningún líder político en la América Latina de los últimos tiempos lo había hecho.” Excelente el artículo, pero era un mecenas que les enseñó a recibir mucho sin exigir grandes esfuerzos, a través de las misiones. Pienso que no les dió la caña de pescar sino el pescado ya frito y todo.No creo que sea el mejor legado ,personalmente.

Emma
10 de marzo, 2013

…hay unas cuantas verdades pero hay mas lisonjas que verdades. No se parece mucho al pais que camino e irremediablemente se desbarata y se vuelve polvo tras cada pisada: dividido, pobre, desabastecido, lleno de odio y en poder de los delincuentes y colonizado por los cubanos. Que Dios nos bendiga !!

Envíenos su comentario

Política de comentarios

Usted es el único responsable del comentario que realice en esta página. No se permitirán comentarios que contengan ofensas, insultos, ataques a terceros, lenguaje inapropiado o con contenido discriminatorio. Tampoco se permitirán comentarios que no estén relacionados con el tema del artículo. La intención de Prodavinci es promover el diálogo constructivo.