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El socavamiento de la esfera pública, por Andrés Schäfer

La demonización del pensamiento crítico

Por Prodavinci | 27 de enero, 2013

El Ministro de Información venezolano, Ernesto Villegas, ha recomendado via Twitter dos lecturas. En Aporrea, militante portal del chavismo, Luisana Colomine asevera que el canal de noticias Globovisión inyecta “dosis letales de veneno ideológico contra la libertad de los pueblos de América Latina”. Se refiere en concreto a dos emisiones (aquí y aquí) del programa “Efecto Naím”, de Moisés Naím, ex ministro de Industria y Comercio del período de gobierno 1989-1993 de Carlos Andrés Pérez. Colomine resume el contenido y no argumenta mayormente. Se concentra más en descalificar a Naím, quien habría sido en aquél entonces “el artífice” del aumento de la gasolina (la más barata del planeta), del transporte público, de los productos de primera necesidad (aunque los aumentos no incluyeron la cesta básica y sí el salario mínimo), “en fin”, exclama, “un verdadero prontuario contra cualquier ser humano”. Sería culpable del desabastecimiento (pero sucedió en el período anterior) y habría “inventado” la pobreza crítica, a la que habría llevado a 90% en solo un año, es decir, de 1989 a 1990. La data de CEPAL, sin embargo, arroja 39,8% para 1990.  La inflación habría llegado a 89%, aunque en realidad fue 81% en 1989 (BCV, tabla 4_1_14.xls), la más alta en todo el período.

En el periodismo de opinión, las interpretaciones de los hechos son libres, no así los hechos.

Así lo reclama por demás Vicenç Navarro en su blog Pensamiento Crítico, de Público.es. El punto central del post “La demonización de Chávez”, es que la prensa se encontraría bajo un cuasi monopolio ideológico de “voces conservadoras-neoliberales”, sobre todo en los medios españoles, que les permitiría argumentar impunemente con datos falsos, por ejemplo, contra el gobierno de Chávez. Moisés Naím formaría parte de esa batería. Curiosamente, Navarro procede, en primer lugar, a…demonizarlo. Naím fue “uno de los arquitectos de las políticas de austeridad” del gobierno de Carlos Andrés Pérez (1989-1993), que habrían provocado las “protestas populares” del “Caracazo” de 1989, y arrojado más de 3000 muertos cuando el “gobierno disparó contra civiles que protestaban”. En segundo lugar procede a enaltecer a Mark Weisbrot como “uno de los economistas más creíbles en temas económicos internacionales en EEUU” (no dice que es además un conspicuo publicitador de la revolución chavista), y a Muntaner, Benach y Páez Víctor, “investigadores sociales de gran credibilidad internacional”, para con sus datos demoler la críticas de Naím.

Aquí: los artículos de Weisbrot y Naím en el New York Times. Y aquí: uno posterior de Weisbrot en The Guardian. No entraré a discutir los argumentos de ambos, resumidos por Navarro. Baste decir que Naím comienza su artículo lamentando un déficit fiscal de casi 20%, que se revela apenas como un estimado de Barclays, (por lo menos proporciona el hipervínculo), y que Weisbrot asegura que el ingreso per cápita real disminuyó entre 1980 y 1998, es decir, antes de tomar Chávez el poder, aunque si se toma el Ingreso Nacional Bruto per cápita PPA, entonces aumentó; y si se toma el método Atlas, disminuyó…pero hasta el 2005 inclusive, cuando vuelve a subir notablemente. Uno puede (y no siempre debe) hacer muchas cosas con las estadísticas.

En cuanto a Muntaner et.al., Navarro toma las cifras de víctimas y la lectura del Caracazo casi literalmente de su entusiasta escrito, repleto de data, en defensa del actual gobierno venezolano. Sólo que los 3000 asesinados de 1989 no encuentran respaldo en ninguna fuente documental. Las cifras oficiales estarían por 277 personas muertas, Amnesty International habla de “más de 250” (párrafo 16, sección “Background”), y la historiadora López Maya, de “casi 400” (pag. 202). Navarro y sus colegas no mencionan además que los sucesos, más que “protestas populares”, fueron motines de escasez: empezaron con una protesta y se transformaron en motines y saqueos extendidos y generalizados, en los cuales participaron personas de diferentes estratos sociales e incluso policías, un fenómeno de masas y contagio durante el cual colapsó el conjunto social. Según Muntaner, Benach y Páez Víctor, Naím fue Ministro de Hacienda (¿¿??) y “uno de los diseñadores de el Caracazo”.

Estos términos son irresponsables. Y su manejo de las cifras llega a ser muy cuestionable. Tal vez excitados por los números, hacen una comparación que, en el contexto, parece absurda: “mientras en 1980 se importaba el 90% de los alimentos, hoy el porcentaje es menor al 30%”. Vaya, Chávez no asumió en 1980 sino en 1999, 19 años después. Esto sin entrar a considerar la validez de los datos, o si se están mezclando fuentes distintas. Navarro no recurrió a ese “dato”, pero sí toma de sus colegas la reducción de la pobreza, que habría pasado de 71% en 1996 (60,9% primer semestre, 54,5% segundo semestre 1997, INE) a 21% en 2010 (32,5% ambos semestres de 2010, INE). Además del problema con los datos toca recordar, de nuevo: Chávez asumió en febrero de 1999, no en 1996. Según el INE y el Banco Mundial, recibió un índice de pobreza de 50,4%.

Para Navarro, gobiernos como el que tuvo a Naím de ministro “expandieron la pobreza de manera muy notable”. Veamos los datos: el índice de Gini, que mide la desigualdad, bajó de 43,84 para el año 1989 a 42,1 en 1992. La cifra del año 87 está en 53,43, y no hay data para el 88, lo cual no permite afirmar cuándo comenzó a bajar. En todo caso, durante ese gobierno bajó. La desigualdad subió de nuevo en el siguiente período y con Chávez, y es recién en 2007 que baja a 42,37, tras ocho años de su gobierno, para finalmente romper la barrera de 42 en 2008. La correlación más notable parece no ser con el tipo de gobierno sino con los precios del petróleo: la desigualdad baja cuando suben. Compárese este gráfico de Wikipedia, tomado del workbook de BP, con la data referida arriba.

Otros datos curiosos, porque contrastan con la percepción dominante sobre el gobierno 1989-93 son: el índice de pobreza, medido por el porcentaje de la población que gana menos de 2$ diarios (no hay data basada en la línea nacional de pobreza en el BM para esos años) bajó de 13,1% en 1987 (dos años antes del período) a 9,7% en 1992; y el INB per cápita PPA subió de U$ 6.405 en 1989 a U$ 8.141 en 1993.

En dos cosas tiene Navarro razón: no está bien falsear datos y hechos, y el empobrecimiento del debate causa un grave daño a la democracia. Además, socava la esfera pública y la “privatiza” a favor de una tendencia. El Ministro Villegas sugiere que leamos a Navarro, los medios del Estado replican el artículo. Mientras tanto, se censura la tendencia opositora, al abrir un procedimiento contra la televisora Globovisión, por unos micros referentes a la juramentación, aún no realizada, de Chávez. Según Villegas, la televisora reprodujo incompleto y “escamoteó” el artículo 231 de la Constitución venezolana. Pero como puede verse aquí y también aquí, el artículo se reprodujo completo. Otro dato falso. También puede verse que dichos micros intentan construir un argumento, o los componentes de un argumento. Con la averiguación, y la prohibición de transmitirlos, se intenta censurar y penalizar el pensamiento. O deberíamos decir, parafraseando a Navarro: demonizar el pensamiento crítico.

Prodavinci 

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