Actualidad

Las formas de la resistencia, por Fedosy Santaella

Por Fedosy Santaella | 2 de noviembre, 2012

Juguemos un poco a las formas. Digamos que la literatura es una de las formas de la honestidad, y que la honestidad es una forma de resistencia.  Así, la literatura, la honestidad y la resistencia son dinamita pura, todo un peligro en potencia para aquellos que las ejercen. No hay literatura verdadera si no hay honestidad. La literatura sólo puede existir para ser honesta, para ser libre. Y otra vez volvamos al juego de las formas: la honestidad es una de las formas de la libertad, de la libertad cierta, de esa que sólo es posible en el respeto y dentro de las particularidades de cada ser humano. ¿Dónde hay libertad en un grupo de camisas rojas marchando por las calles a favor de su gran líder? Muchas de esas personas, debo decir, no tienen la opción de la honestidad. Se les ha despojado de ser libres y también de ser honestos. Pero se les entiende. Son víctimas de los delirios de la tiranía. Son víctimas de sus propias necesidades. Necesitan el trabajo para llevar pan a la casa, para que sus hijos puedan andar en zapatos. ¡Qué difícil es ser libre, qué difícil es ser honesto! Es todo un riesgo. Aun así hay quienes resisten. Resistencia es una palabra grande. Una palabra dura, una palabra muy relacionada con otras palabras fuertes y en ocasiones teñidas de sangre, como heroísmo y valentía. Yo digo resistencia y pienso en un grupo de carajos temerarios tras unas barricadas, pienso en un torturado con la boca apretada, con los dientes apretados, que resiste, que resiste para no traicionar sus verdades. Resistencia es una palabrota. Sí, para los tiranos es una palabrota, una grosería, un exabrupto que debería ser erradicado del diccionario. Recordemos la no-lengua de 1984. La literatura, cuando es honesta, también puede ser una forma de resistencia contra las tiranías. Y acá hablamos de todas las tiranías. De las más horrendas, esas que entronizan a un hombre o un grupo de hombres en los gobiernos de los países para hacer lo que les venga en gana en nombre del pueblo, de la humanidad, de un mundo mejor. También hablamos de las tiranías más sutiles. Las tiranías de aquellos que viven metidos en su aire acondicionado, ajenos al mundo, los caníbales del bienestar propio, los ciegos del mal ajeno. Y están las tiranías, por ejemplo, de los jueces del gusto literario. De esos que te dicen cuál es la moda literaria de turno, y que se imponen, y que te sacan del ruedo si no sigues sus indicaciones. La tiranía de los serios, de los enfermos de realidad que te ahorcan con su corbata, y que te dicen, cuando eres apenas un niño y andas leyendo libros, que te vas a volver loco, porque leer libros vuelve loca a la gente —estos tiranos como que se leyeron el Quijote y lo entendieron mal. Sí, tiranías hay muchas, sobran quienes pretenden el poder, y sobran quienes lo consiguen. ¿Qué cosa tiene el poder? Yo prefiero una mujer desnuda, no sé ustedes.

Decir, ser honesto, sacar lo que uno lleva por dentro, es todo un peligro. Vaya y escriba poesía con todo lo que usted lleva por dentro, a ver si esa vaina no es un peligro. A veces hemos estado muertos por dentro durante muchísimo tiempo, y entonces llega la poesía, y uno se deja tragar, y anda loco, y anda inquieto, y anda sin rumbo escribiendo poesía. Resístale a la muerte con poesía, y vea, vea como la resistencia de la poesía es un peligro, una batalla llena de zarpazos. Ojo, tampoco hay que confundir imprudencia con honestidad. Que quede claro… Ah, pero a veces, la imprudencia también es, voy con el estribillo, una forma de la honestidad, y no queda más remedio que ser imprudente para salvarse. La salvación implica sacrificio. La salvación, disculpen de nuevo, es una de las formas del sacrificio.

Y así, entonces, el escritor que resiste es como un caballero andante. Tiene sus ideales muy en alto. Ideales peligrosos y tercos que lo pueden llevar a la muerte, a la prisión, al exilio, a la locura. El escritor que resiste es de igual manera un monje. Su pasión por la honestidad, por la libertad, por la verdad, por sacar lo que lleva por dentro sin tapujos, es su metafísica, su método para encontrarle algo más a esta vida simplona, para que su espíritu crezca en medio de la olla de cangrejos. Pero el escritor que resiste es también un payaso. Es un personaje raro, loco, a veces triste y casi siempre patético que anda por la vida dándose tropiezos con todo. Es demasiado inocente, demasiado niño, no se ha dejado contaminar por lo oscuro. La honestidad, y acá voy de nuevo, es una de las formas de la inocencia. Es cierto, los honestos son personas profundamente inocentes en el fondo. Pero también se le dice payaso a quien usa el humor. Volviendo a los tiranos, la palabra payaso usada por un poderoso, es peyorativa. El humor es un arma de ataque. La del débil contra el más fuerte. Un arma, vaya qué peligrosa, hecha de palabras. La historia de Venezuela (y de todos los países) está llena de anécdotas de tiranos que llevaron a la cárcel, a la tortura y a la muerte a aquellos que se rieron de su pedacito de poder. Pero es que al tirano no le agrada que le digan que tiene pies de barro. Al tirano no le gusta que le señalen sus tropiezos. Pero, ¿quién no se ríe del que tropieza? El tropiezo, aquí vamos de nuevo, es una forma de la muerte. Quien tropieza deja de ser perfecto, deja de estar separado del resto de los hombres. El poderoso que tropieza es igual a todos los humanos, y todos los humanos somos iguales en la muerte; ya lo decía Jorge Manrique, ¿no? Quien tropieza recuerda que algún día llegó a este mundo desnudo. Hobbes, en el Leviatán, razona que la risa es un instante de «súbita gloria» donde nos sentimos superiores. Barry Sanders, en su magnífico Sudden Glory, libro que hace homenaje a Hobbes, reinterpreta la famosa frase, y dice que la risa de la «gloria súbita» se da porque recordamos, por un breve instante, nuestro estadio original, allí cuando todos estábamos desnudos en el alma, cuando todos éramos iguales. El tirano cree que es perfecto, niega el rasero humano, no acepta la muerte. Cuando un humorista, un payaso escritor, le recuerda sus tropiezos, le está diciendo que es igual a todos, que no es eterno, que la muerte lo aguarda con su puñal en alguna vuelta de esquina. El humor, ya saben lo que viene, es otra forma de la resistencia.

Y finalmente, quiero hablar del escritor que resiste como un poeta, porque ejerce la resistencia desde la palabra. La palabra es su escudo y su espada. Yo, por lo menos, debo decir, que si algún día me dan una espada de verdad, me cortaré al primer pase; y si me dan una pistola, les aseguro que la botaré de inmediato al cesto de la basura. Resistir desde la palabra, no nos queda otro remedio a los torpes y fascinados seres que somos los escritores, los poetas. La palabra, la maravillosa palabra de la literatura.

Muchas gracias, y a resistir se ha dicho.

Fedosy Santaella 

Comentarios (7)

Olga Fuchs
2 de noviembre, 2012

¡Excelente!

Madelaine
2 de noviembre, 2012

¡Qué hermoso, Fedosy!, me conmueve esta verdad engorrosa, por no haber sabido distinguir el límite cuando la honestidad se transforma en imprudencia, palabras que me costaron años de esfuerzo y marginalidad. Aún así, sobreviví y aprendí nuevas formas de ganarme el pan para mis hijos. Hoy veo un poco mejor la diversidad de tiranos de afuera y los que llevamos dentro. Gracias por tanta claridad y recordatorio.

Luis Daniel
2 de noviembre, 2012

Muy buen manifiesto de resistencia desde el flanco literario y, sin nada mas universal que resistirse al tiempo, la literatura no ha de ordenarse a ninguna moral política o religiosa, porque caerá en el vicio de la propaganda. Propaganda retórica o dogmática, pero propaganda.

¿Es esta literatura, la que desde sus trincheras, asume que no hay mas libertad que la desde ese lado?.

No hay mas honestidad que la del ejercicio puro y psicológico del desdoblamiento, de la existencia de lo otro, y de que la virtud no es la prosa visceral, sino la prosa del entendimiento.

Willy McKey
6 de noviembre, 2012

Aplauso y compañía, Fedosy. Resistir.

Connie Burger
2 de diciembre, 2012

Hermoso, real, tan real que es cagante!!

Rafael R Calcaño
9 de enero, 2013

Te botaste Fedosy… ¡Magnifique! Me hizo “resistir” gloriosa y voluntariamente a cualquier tentación foránea antes de terminar su lectura.

migdelia spósito
13 de febrero, 2013

¿Resistir es éste sentimiento de impotencia que te llena los ojos de lagrimas ante las barbarie que nos humilla? ¿Resistir es sentir como puñaladas los insultos que pretenden anularnos? Si es así, vivo en una constante resistencia.

Envíenos su comentario

Política de comentarios

Usted es el único responsable del comentario que realice en esta página. No se permitirán comentarios que contengan ofensas, insultos, ataques a terceros, lenguaje inapropiado o con contenido discriminatorio. Tampoco se permitirán comentarios que no estén relacionados con el tema del artículo. La intención de Prodavinci es promover el diálogo constructivo.