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¿Por qué están paralizados los gobiernos?, por Michael Spence y David Brady

Por Prodavinci | 24 de agosto, 2012

No es ningún secreto que la economía mundial está en problemas. Europa se encuentra en medio de una crisis cuya causa fundamental es una unión económica y monetaria estructuralmente defectuosa. Los Estados Unidos, que emerge lentamente de una crisis financiera y de un desapalancamiento generalizado, está experimentando una desaceleración del crecimiento, un problema persistente en cuanto al empleo, un cambio adverso en la distribución del ingreso y desafíos estructurales, con acciones políticas poco decisivas o eficaces.

Mientras tanto, entre las principales economías emergentes, el proceso de reforma de China está en suspenso, en espera de una transición de liderazgo que se llevará a cabo este otoño, misma que aclarará los objetivos y relaciones de poder de los distintos intereses internos. India, que ha perdido el impulso de la reforma, está experimentando una desaceleración económica y una posible pérdida de confianza de los inversores.

Los efectos negativos de estos problemas están interactuando, alimentándose entre ellos mismos, y extendiéndose hacia el resto de la economía mundial. Y, sin embargo, a pesar de una sensación palpable de preocupación de que algo está muy mal, el pronóstico de que ocurra un cambio significativo es sombrío – y produce deterioro.

¿Cómo se explica la aparente falta de acciones políticas eficaces a lo largo y ancho de una amplia gama de países y regiones?

Una línea de pensamiento echa la culpa a un “vacío de liderazgo” – un diagnóstico común en Europa. En otros lugares – especialmente en los EE.UU. – se piensa que la polarización y las feas políticas de suma cero desalientan a un liderazgo político potencialmente capaz.

Pero, en ausencia de un mayor análisis, el vacío de liderazgo se convierte en una explicación comodín. Lo que necesitamos saber es por qué el nuevo liderazgo político en democracias como Francia, Gran Bretaña, Japón y los EE.UU. ha producido tan poco cambio.

Una segunda explicación aborda esta pregunta: si bien se requiere acciones audaces, la complejidad de las condiciones económicas, y el desacuerdo sobre cuáles son las respuestas políticas adecuadas, implica el riesgo de cometer graves errores. Para los políticos y tomadores de decisiones profesionales que enfrentan tales circunstancias, menos puede llegar a ser más. Desde esta perspectiva, la aversión al riesgo refleja y refuerza una divergencia entre los incentivos individuales (el deseo de ser reelegido, de ser nombrado nuevamente, o de ser promovido a cargos superiores) y las necesidades colectivas (la solución de problemas).

Los intereses creados también pueden desempeñar un papel. La innovación tecnológica y las fuerzas globales del mercado han producido un cambio decisivo en los ingresos, mismos que se dirigen hacia el capital y hacia el 20% superior de la curva de distribución del ingresos, a menudo a expensas de grupos de ingresos medios, de los desempleados, y de los jóvenes. Los beneficiarios de estas tendencias pueden haber acumulado suficiente influencia política como para mantener el status quo, lo que pone en relieve problemas de distribución que generalmente han recibido muy poca atención en cuanto a la comprensión de las respuestas políticas a dichos problemas o a la ausencia de dichas respuestas.

Una tercera respuesta es que los instrumentos que utilizan las acciones políticas son simplemente ineficaces en las condiciones actuales. Esta afirmación encierra algo de mérito. El desapalancamiento económico lleva su tiempo. La restauración de modelos sostenibles de crecimiento requiere de años, no de meses. Las expectativas pueden estar desfasadas con la realidad subyacente. No obstante, la ausencia de una solución rápida no significa que no se puede hacer nada por mejorar la velocidad y la calidad de la recuperación.

También existen explicaciones estructurales para la inacción política. Los sistemas de gobierno y las estructuras constitucionales difieren en la medida en la que requieren de un amplio consenso para que se pueda llevar a cabo acciones oficiales, o para cambiar la dirección de las políticas en respuesta a shocks o condiciones cambiantes.

Algunos argumentan que los sistemas políticos más restrictivos funcionan bien en tiempos de estabilidad, pero que tienen un mal desempeño en condiciones volátiles, como las que prevalecen en la actualidad. Otros apoyan a un gobierno restringido en razón de que dicho tipo de gobierno protege a todas las personas de residuos, de quienes están en la búsqueda de rentas y de interferencias con la libertad de elección, y que, cuando se requiera, un liderazgo inspirado puede construir el consenso necesario para hacer frente a las circunstancias cambiantes. Obstáculos de envergadura a cambios importantes en la dirección de las acciones políticas obligan a que las autoridades oficiales presenten explicaciones convincentes sobre lo que ocurre.

Esa es una tarea intrínsecamente difícil en un momento en el cual el cambio rápido en la economía mundial ha dejado a muchos aún tratando de entender lo que está sucediendo y lo que todo esto significa para el crecimiento, la estabilidad, la distribución del ingreso y el empleo. Ante tal complejidad, no es de extrañar que los desacuerdos genuinos sobre políticas conduzcan a amplios debates y a relativamente poca acción.

Además, los elementos tecnocráticos del gobierno a menudo deben equilibrarse frente a la responsabilidad democrática de rendir cuenta. En todas las sociedades, se nombran a personas con experiencia y entrenamiento especializados para que desempeñen funciones que requieren de gran complejidad técnica. Su libertad de acción está limitada por los plazos y los procedimientos de renombramiento que determinan la naturaleza y el grado de su responsabilidad frente a funcionarios electos y frente al público. Puede haber demasiada poca libertad de acción (populismo) o demasiada poca responsabilidad de rendición de cuentas (autocracia).

El equilibrio necesario puede variar según las condiciones locales. Por ejemplo, muchos observadores de China creen que se necesita aumentar la responsabilidad de rendición de cuentas en esta etapa de evolución económica, social y política que atraviesa el país. Otros sostienen que las democracias occidentales tienen el problema contrario: una plétora de intereses estrechos y políticamente firmes conduce a la subinversión y a deficientes compensaciones entre oportunidades y rendimientos presentes y futuros.

Esto nos lleva a un obstáculo crucial: no se tiene confianza en las élites gubernamentales, empresariales, financieras y académicas. La falta de confianza en las elites es sana hasta cierto punto, pero numerosas encuestas indican que dicha confianza está en rápido declive, lo que sin duda aumenta la reticencia que tienen los ciudadanos cuando tienen que delegar autoridad con el fin de que se navegue a través de un incierto entorno económico mundial.

La pérdida de confianza, probablemente tiene múltiples causas, incluyendo el fracaso de los análisis: casi la totalidad de bancos centrales, reguladores, participantes del mercado, agencias de calificación de riesgo y economistas no detectaron el riesgo sistémico que estaba en aumento durante los años precedentes a la crisis actual, y fracasaron aún más al momento de realizar análisis a fin de tomar las acciones correctivas apropiadas. Pero una causa más importante es la sospecha que existe sobre que las élites están poniendo sus intereses propios por encima de los valores sociales compartidos.

Las aseveraciones de que nuestros liderazgos, nuestras instituciones, nuestros análisis, o nuestros instrumentos para implementar políticas son inadecuados para enfrentar la tarea que tenemos entre manos, sin duda, contienen algo de verdad. Pero el problema más profundo es una ruptura en, precisamente, tales valores y objetivos – es decir, un debilitamiento de la cohesión social. La restauración de dicha cohesión requerirá que los analistas, los políticos, los líderes empresariales y los grupos de la sociedad civil aclaren las causas, compartan la culpa por los errores y busquen soluciones flexibles en las cuales los costos se compartan equitativamente y, lo que es más importante, expliquen que los problemas difíciles no pueden ser resueltos en un abrir y cerrar de ojos.

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Project Syndicate

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