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Marc Fumaroli sobre Estado y cultura

Artículo publicado en El Cultural, escrito por Alberto Ojeda. A continuación un extracto:

Marc Fumaroli (Marsella, 1932) parece de buen humor esta mañana en la Biblioteca Nacional. En 1991 publicó El estado de la cultura, un ensayo en el que denunciaba la función paternalista que el Estado (y sus tentáculos: léase ministerios, direcciones generales, subsecretarías…) ejercía sobre la sociedad en el terreno de la cultura. “En aquella época, en la que los gobiernos estaban en manos socialistas, las instituciones públicas se sentían obligadas a subvencionar… ¡el rock, el rap…!”, exclama escandalizado.

Hoy sabe que lo de subvencionar a mansalva está en tela de juicio, que otros modelos de gestión, como el mecenazgo, están siendo invocados para salir delante de esta recesión en la que el dinero de todos cada vez está sujeto a más control, por la sencilla razón de que es más escaso. “Ese modelo en el que es el Estado el que orienta y forma a los ciudadanos culturalmente sabemos que no es el más acertado, cada vez está más claro”, remacha. A Fumaroli le reconforta sentir esa conclusión en el ambiente, y sonríe.

El historiador y pensador francés se ha acercado por nuestro país para abrir, esta tarde, el ciclo de conferencias El libro como universo, organizadas por el periodista Sergio Vila-Sanjuán con motivo del tricentenario de la Biblioteca Nacional. A Fumaroli le tomarán el testigo figuras como los escritores Mario Vargas Llosa, Enrique Vila-Matas y Alberto Manguel; la periodista Blanca Berasategui; el editor Jacobo Siruela… Cada uno abordará ese universo desde una perspectiva propia. El autor galo disertará sobre la que él ha denominado República de las Letras, “constituida por los discípulos de Petrarca en el siglo XV”.

“Ellos fueron los primeros humanistas de la historia, un conjunto de sabios que intentaron reconstruir el patrimonio grecolatino que había sido arrasado por los bárbaros y había quedado recluido en pocas bibliotecas custodiadas por monjes”. Es inevitable pensar en El nombre de la rosa de Umberto Eco cuando uno escucha estas reflexiones. Esos monjes cultivados, laicos y de diversas nacionalidades son “el sustrato sobre el que floreció posteriormente la unidad del continente y la Ilustración, de la que Voltaire fue el rey”.

Pero en la época actual esa comunidad de intelectuales que deberían alumbrar y desenredar la confusión de nuestros días se encuentra muy desconectada de la sociedad y muy incomunicados entre sí mismos. “Es paradójico como esos ilustrados se sentían mucho más cerca los unos de los otros en el siglo XV”. Sí, es algo llamativo, en tiempos donde la tecnología ha convertido la comunicación en una especie de simultaneidad absoluta en la que todos concurrimos a un tiempo. ¿Será que no es comunicación todo lo que reluce? Fumaroli lo tiene claro: no lo es.

Pero Fumaroli no es pesimista: “Yo ya soy muy mayor pero tengo confianza en los jóvenes”. A ellos les corresponde diferenciar la paja del grano. “En su acepción latina la cultura estaba asociada al alma. En la actualidad a las masas industriales. Yo defiendo que la cultura esté al acceso de todo el mundo pero que no por eso acabe banalizada”.

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