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Un enemigo del pueblo, por Federico Vegas

“Un enemigo del pueblo” es una obra de teatro escrita en el año 1882 por Henrik Ibsen. Trata sobre el doctor Thomas Stockmann y su conflictiva relación con una ciudad donde el balneario es la principal atracción turística.

El doctor Stockmann descubre en el agua una bacteria contaminante, capaz de poner en riesgo la salud de toda la población. Cuando le explica a su hermano, alcalde de la ciudad, que el balneario necesita ser reconstruido y deben cambiar todas las tuberías, el alcalde no quiere creer en algo que requeriría miles de coronas y cerrar las instalaciones por 2 años.

Stockmann acude a dos periodistas y les pide publicar un articulo en “El Mensajero del pueblo”. Cuando ya están por imprimir la noticia, aparece el alcalde y logra convencerlos de que es una locura lo que están por hacer, pues tendría efectos terribles en la economía de la ciudad.

Entonces Stockmann decide hacer una junta y plantearle a los ciudadanos el problema. Luego de una larga deliberación, el alcalde da un veredicto que todos apoyan: ”Un hombre que puede alcanzar semejantes insinuaciones ofensivas contra su ciudad natal, debe ser un enemigo de nuestra comunidad”

Stockmann se convierte en un paria. Sus hijos son expulsados de la escuela, es desalojado de su casa, lo despiden del puesto de medico oficial del balneario, y se inicia una campaña para impedirle ejercer la medicina.

Para colmo, su suegro le dice que ha dispuesto una herencia para su esposa y sus hijos, la cual está invertida en acciones del balneario. Si el Dr. Stockmann sigue con la investigación, el donará todas las acciones a una obra de caridad. La fortuna del suegro proviene de una factoría donde se curten pieles, que, de paso, es el origen de la contaminación de las aguas.

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La primera vez que vi al doctor Thomas Stockmann, el papel estaba en manos de un Steve MacQueen barbudo y pasado de kilos, nada que ver con el héroe ultra-cool, cruel y magro de “Bullit”. Parece que el propio MacQueen insistió en llevar la obra de Ibsen al cine y representar un personaje que no parecía encajar en la imagen que los fans tenían del actor.

Como una secuela de la obra de teatro, las primeras audiencias no aprobaron la película y los estudios ni siquiera dejaron que llegara a las salas comerciales. Hoy es difícil conseguirla, pero vale la pena hacer el esfuerzo. Uno de los momentos culminantes es cuando Stockmann, sabiéndose perdido, ofrece su declaración más descarnada:

–Hace algunos días habría defendido valerosamente mis derechos si hubieran querido hacerme callar, como aquí acaba de ocurrir. Pero hoy ya no me importa. En estos últimos días he estado pensando mucho, tanto que he tenido miedo de volverme loco. Pero a la postre ha triunfado la verdad en mi espíritu. Por eso estoy aquí. En comparación con lo que voy a decir, no tiene ninguna importancia haber demostrado que las aguas del balneario están contaminadas.

El público grita:

–¡Nada del balneario! ¡No queremos que se hable del balneario!

El doctor Stockmann continúa:

–Está bien, no se preocupen. Sólo voy a hablarles de un nuevo descubrimiento que acabo de hacer. He encontrado que las fuentes de nuestra vida moral están envenenadas y toda la estructura de nuestra comunidad cívica está fundada sobre el apestado suelo de la falsedad.

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En nuestra actual representación nacional de la obra de Ibsen, más de un siglo después, la ecuación parece haberse invertido. Ahora el gobierno propone que son los burgueses y los periodistas quienes han inventado la contaminación. Es comprensible que al gobierno le resulte insoportable que se ponga en duda la imagen de un balneario socialista e impoluto, y califique de fábula y fórmula política la noticia de que su propia factoría envenena las aguas del pueblo.

Quizás haya algo más que también resulta engorroso y doloroso, algo que opera de una manera refractaria en un momento histórico caracterizado por una trágica y desaforada conexión entre el destino del presidente y el destino de la nación. Si a esta promocionada fusión sumamos todo el misterio, el suspenso y las erráticas versiones sobre la salud del presidente, es inevitable que ese mismo misterio y suspenso se filtre a la visión de la salud de ese otro organismo mayor y colectivo llamado Venezuela. Y así, el estado del cuerpo de un solo individuo tiende a conjugarse, por la compleja carga que tienen las metáforas, con la esencia del sistema circulatorio del país. Este estado de cosas hace más cruel y enrevesada la sospecha de que las aguas están envenenadas, y de que nuestras estructuras se apoyan en ese apestado suelo de la falsedad que Ibsen nos revela.

*

Veamos como termina “Un enemigo del pueblo”. La familia Stockmann está acosada, pero permanece unida. El doctor les comenta:

–Todavía es un secreto; pero vengo de hacer un gran descubrimiento…

La señora Stockmann, exclama bastante extrañada:

–¿Otro descubrimiento?

–Sí, otro –responde el doctor congregando a todos en torno suyo– Escúchenme: El hombre más poderoso del mundo es el que está más solo.

Su hija Petra le toma las manos cariñosamente y susurra:

–Papá.

¿A partir de cuántas valientes soledades se construye la grandeza de un país?