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Rayma: “Lo más difícil es conseguir que el lienzo tome vida”, por Ana María Carrano

Foto: Beatricce Santa Valenti

 

Un cambio de idioma y de velocidad. Pigmentos acrílicos en lugar de software. Buscar adentro y no en la opinión pública. Eso significa para Rayma la pintura. Pero sobre todo, el desarrollo de estos lienzos ha significado el encuentro “con un viejo amigo”: un oficio que desarrolló con disciplina desde los 14 años de edad.

Periodista de formación, su trabajo visual ha sido parte de Economía Hoy, El Diario de Caracas y El Universal; en este último, desde 1999, ha desarrollado una consistente línea de humor editorial.

¿Qué fue primero: la pintura o la caricatura?

Yo pintaba desde muy pequeña. Desde entonces estuve muy ligada a la técnica y mis talentos gráficos siempre fueron desarrollados. Yo sabía que esa era mi fortaleza. Entre los 14 y los 18 años estuve en el estudio de Pedro Centeno Vallenilla en El Bosque. A partir de tercer o cuarto semestre de la universidad comencé a trabajar y el periodismo me absorbió. Allí fue que me encontré con la caricatura de prensa. De alguna manera esta muestra ha sido volver a una disciplina que tenía pendiente.

¿Cómo llegaste al estudio de Pedro Centeno Vallenilla?

Por una prima que pintaba en allí. Era una dinámica muy adulta, donde yo era como la mascota de ese grupo, porque era muy joven.

¿Cómo fue el aprendizaje en ese taller?

Saber que dos veces a la semana vas a pintar en un ambiente adulto fue un gran aprendizaje. Primero nos reuníamos en un café debajo del edificio. Luego subíamos al apartamento que era un estudio lleno de arte: piezas, esculturas, pinturas. No había ningún pedazo libre en la pared. Todo muy barroco. A Pedro Centeno siempre lo recuerdo con camisas muy blancas y almidonadas. Utilizaba un reloj muy antiguo por encima de la manga. Nos ubicábamos y pintábamos con modelos desnudos. Había esa idea del maestro, de ese gran sol que está en el centro; había un respeto, una forma de sublimar el arte.

¿Qué te ofrece la pintura que no tenga la caricatura?

Son dos idiomas muy distintos. La caricatura es una actividad donde me tengo que conectar con la opinión pública, con lo de afuera, con el país; involucra a muchos lectores. Significa traducir una situación a nivel gráfico. La pintura, por el contrario, es una actividad de mirar cosas adentro para expresarlas en un lienzo, sin que intervenga una masa, sino solamente el trabajo interior. Es una actividad más íntima. Eso a nivel conceptual. A nivel de estética, la pintura me permite estirarme en un formato más grande; salir de la idea práctica de la tecnología (cosa que usamos mucho los caricaturistas), y trabajar en un tiempo más tranquilo y prologando.

¿Cuánto tiempo te tomó el desarrollo de esta muestra?

Agarrando el pincel, unos seis meses. Ése fue el tiempo que me tomó terminar las 21 piezas expuestas, más otras que no entraron en la galería.

Pero pareciera que el tiempo de ejecución no fue particularmente tranquilo y prolongado.

Tengo tantos años trabajando en prensa que todavía tengo que buscar más calma. Creo que el periodismo, sus angustias y sus rapideces todavía están muy incorporados en mi trabajo. La gimnasia del día a día, de opinar todos los días cuando a veces no quieres decir nada, de tener esa exposición diaria ante el lector, que quiere una respuesta de lo que está pasando, es una actividad que me ha dado muchísima musculatura.

Dos idiomas

¿Con qué lenguaje te sientes más cómoda?

Me gustan los dos. Aportan posibilidades distintas. Es como hablar dos idiomas: algunas cosas no se pueden traducir en el otro lenguaje. Te da posibilidades de comunicarte con otras personas y otros ambientes. Obviamente estoy ahorita más eufórica con la pintura porque acabo de reencontrarme con ella, como cuando ves a un viejo amigo al que quieres mucho.

Destacan los colores estridentes, la presencia del negro y los contrastes. ¿Cómo es tu relación con el color?

Yo empecé un poco aterrada a experimentar con la línea, que es lo que tengo más definido, casi evadiendo el color. El color empezó a surgir a mitad de trabajo. Fue lo más difícil más abordar.

¿Y qué pasó que ahora grita?

Hay procesos que en la pintura no controlas. Una vez que superas los miedos, empiezan solos a salir del inconsciente para el lienzo. Fue para mí una sorpresa el tratamiento del color: verlo, mirarlo, compartirlo.

Hay colores que sientes que no te pertenecen y otros que sí. Yo tenía mucho tiempo aplicando color a mi trabajo en la computadora y hasta mi cerebro se había acostumbrado al software.

¿Qué es lo que te ha resultado más difícil en la representación pictórica?

Conseguir el alma, que el lienzo tenga vida. Poder transmitir esa energía interior a una tela. Que la gente, cuando vea el cuadro, pueda sensibilizarse o sentir algo. Es una alquimia muy difícil; muy exigente.

Tragedia y evasión

Hay dos tipos de obras en la muestra: por una parte están unas piezas muy sombrías, de influencia expresionista. En otras, el uso del color es muy desenfadado, más pop, lleno de contrastes. ¿Pudieras describir estas dos líneas expresivas?

Eso es un reflejo de los sentimientos que me llevaron a sacar este trabajo. Nosotros como sociedad hemos pasado por una tragedia y una comedia interna y espiritual. Siento como si el expresionismo está ligado más a la tragedia que a lo oscuro, por lo que hemos pasado. Creo que lo del pop representa la comedia, el color, la alegría, la evasión dentro de la crítica, con más cercanía a lo contemporáneo.

Es evidente que en tu obra existe una estrecha relación con nuestra simbología y estereotipos. ¿Cómo defines la presencia de la cultura venezolana en tu obra?

Yo empecé a pintar y pensé que no iba a decir nada, que este trabajo iba a ser una especie de oasis. Me imaginé paisajes impresionistas, ese frescor que sientes ante una obra de Monet… Pero no me pude deslastrar del mundo y de nuestra sociedad. Así empezó a surgir esa idea del canibalismo que está en todos nuestros segmentos, en los valores, en los lenguajes; y surgieron esas osamentas, esos huesos de tejidos y de piel, como una imagen gráfica de lo devastado, no solo a nivel nacional, sino personal.

También en estas obras hay algo de humor ¿Cómo es el alma del humor?

Creo que el humor está porque es uno de los vínculos fundamentales de la vida. Aprender a reírse de uno mismo que es un acto profundamente doloroso. A nosotros nos gusta reírnos de los demás pero no de nosotros mismos. Por eso también la idea de invitar a mirarse frente al espejo, por eso el nombre de la exposición (“Frente al espejo”). La palabra humor es una palabra que se ha maltratado mucho. Yo no me considero humorista; utilizo el humor para la reflexión, la filosofía. Creo que el humor que he utilizado tiene que ver con esa frase de Freud que dice que el chiste tiene que verse con su relación con el inconsciente, por eso mi relación con la pintura pasa por ese tamiz.

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Fotografía: Beatricce Santa Valenti