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Por qué el capital fluye cuesta arriba, por Keyu Jin

Por Prodavinci | 28 de enero, 2012

Al principio parece difícil de entender: el capital mundial fluye de los países pobres a los ricos. Los países con mercados emergentes generan superávits de cuenta corriente y las economías avanzadas, déficits. Uno esperaría que los países (jóvenes) en desarrollo, con rápido crecimiento y escasez de capital lo importasen del resto del mundo para financiar su consumo y su inversión. ¿Qué hacen entonces enviando capital a los países más ricos en lugar de importarlo?

China es un claro ejemplo. Con un superávit de cuenta corriente que promedió el 5,5% de su PBI en 2000-2008, China se ha convertido en uno de los mayores prestamistas mundiales. A pesar de su rápido crecimiento y promisorias oportunidades de inversión, el país ha enviado continuamente una porción significativa de sus ahorros al extranjero.

Y China no está sola. Otros mercados emergentes –incluidos Brasil, Rusia, India, México, Argentina, Tailandia, Indonesia, Malasia, y los países exportadores de petróleo del Medio Oriente– han aumentado significativamente sus superávits de cuenta corriente desde principios de la década de 1990. En forma colectiva, los países en desarrollo con escaso capital están prestando a las economías avanzadas que lo poseen en abundancia.

Muchos observadores creen que estos desequilibrios globales reflejan la integración financiera de las economías en desarrollo, junto con la falta de madurez de sus mercados financieros internos. Según esta interpretación, la demanda de activos de esos países no puede cubrirse –ni en términos cuantitativos ni en términos cualitativos– en forma local, por lo que destinan parte de sus ahorros a países como EE. UU., que pueden ofrecer una mayor variedad de activos de calidad.

Si bien es plausible, este argumento sugiere que, a medida que los mercados financieros crecen en los países en desarrollo, los desequilibrios globales deben disminuir. Pero ese cambio de sentido no se percibe en ninguna parte. ¿Por qué?

Un aspecto crucial de la globalización ha sido la liberalización del comercio. La participación del comercio exterior en el PBI chino se disparó del 25% en 1989 al 66% en 2006, en gran medida gracias a su incorporación a la Organización Mundial del Comercio en 2001.

La mayor parte de lo que China y otros países en desarrollo producen y exportan son bienes intensivos en mano de obra, como textiles e indumentaria. Esto ha permitido que las economías avanzadas, a su vez, produzcan y exporten productos más intensivos en capital y con mayor valor agregado. La globalización del comercio permitió que los países aprovechen la mayor eficiencia derivada de la especialización en sus sectores con ventajas comparativas.

Con un ligero esfuerzo mental, uno puede imaginarse que la producción y el intercambio de un país pueden afectar sus decisiones de ahorro e inversión. Una economía en la que la actividad productiva principal es la recolección de bayas, por ejemplo, tiene poca necesidad de inversión y acumulación de capital. Sus trabajadores perciben salarios, consumen, y ahorran parte de ese ingreso. Como el proceso de producción requiere poco capital, no hay demanda interna de inversión y, por lo tanto, no existen vehículos para canalizar el ahorro. En lugar de ello, la única forma de ahorrar es adquirir capital en el extranjero –en economías con una producción intensiva en capital y demanda de inversión. Esta economía siempre exportará sus ahorros.

Ese puede ser un ejemplo extremo, pero ilustra un punto más general sobre la manera en que el comercio afecta los flujos financieros. Los países que producen y exportan bienes más intensivos en mano de obra –tal vez debido a su mayor apertura comercial, o al crecimiento más rápido de su fuerza de trabajo y de la productividad, situaciones que ocurren en China– pueden experimentar un incremento en el ahorro, pero una suba menos que proporcional en su demanda de capital.

Los países ricos, por el contrario, pueden exportar más bienes intensivos en capital y tienen, por lo tanto, una mayor necesidad de inversión. Pueden entonces estar importando más capital –y aumentando su déficit de cuenta corriente– sencillamente porque están produciendo bienes más intensivos en capital.

Con un aporte de los países en desarrollo –en especial China, India y los países de la antigua Unión Soviética– de aproximadamente 1,5 miles de millones de trabajadores a la economía mundial desde principios de la década de 1990, no es difícil entender el impacto potencial de este efecto. Después de todo, gran parte de esa fuerza de trabajo fue absorbida por industrias intensivas en mano de obra que eventualmente fabricaron productos en forma masiva para exportarlos al resto del mundo. De hecho, esa impresionante incorporación de trabajadores ayudó a reducir el precio relativo de los bienes intensivos en mano de obra, que cayó aproximadamente un 15% entre 1989 y 2008.

A medida que los países en desarrollo incrementaron la producción y exportación de bienes intensivos en mano de obra, sus superávits de cuenta corriente aumentaron –aproximadamente en 3,6 puntos porcentuales en promedio entre 1989-1993 y 2002-2006. El superávit de cuenta corriente chino aumentó casi 11 puntos porcentuales durante el mismo período, el de India lo hizo en 2,5 puntos porcentuales, y el ruso, en 7 puntos. Esos países, así como otras grandes economías con superávits, como Brasil, Arabia Saudita e Irán, experimentaron un aumento simultáneo en el contenido de mano de obra de sus exportaciones.

Este patrón contrasta con el de Estados Unidos y muchos otros países avanzados, que han experimentado un deterioro de sus resultados de cuenta corriente a medida que su producción y exportaciones se tornaron más intensivas en capital.

Muchos dudan que China esté exportando más bienes intensivos en mano de obra en vez de mejorar sus exportaciones en términos de intensidad de uso del capital y habilidades. Pero las estadísticas de comercio sugieren lo opuesto, tal vez porque la incorporación de China a la OMC llevó a reducciones en los aranceles que liberaron más producción intensiva en mano de obra.

De hecho, esos datos pueden estar subestimando la verdadera intensidad de la mano de obra china y sobreestimando la intensidad del capital y las habilidades incorporados en sus exportaciones. China ha experimentado un rápido crecimiento del comercio de maquila: el ensamblaje de insumos intermedios –importados desde países como EE. UU. y Japón– con elevadas proporciones de capital y habilidades. Así que, mientras las exportaciones de estos bienes terminados pueden aportar a los contenidos de capital y habilidades propias de China, el verdadero papel desempeñado por ese país solo se dio en el proceso intensivo en mano de obra del ensamblaje.

La estructura productiva de un país puede determinar en gran medida el capital que ofrece y necesita. Entonces, la posibilidad de flujos de capital hacia países ricos que producen y exportan bienes más intensivos en capital no debiera ser tan desconcertante, después de todo.

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Keyu Jin es profesor invitado de Economía en la London School of Economics.

 

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