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Artículo escrito por David Alandete, publicado en El País (España). Un extracto a continuación:
¿Cómo es la vida de los hermanos de una de las estrellas más polémicas del pop? A tenor de la historia de Anthony Ciccone, hermano de Madonna, nada fácil. Anthony, de 55 años, duerme desde hace un año y medio debajo de un puente y se alimenta de lo que le entregan en los comedores de caridad. Es uno más en la larga lista de hermanos agraviados de la cantante, a añadir a Marty, a quien la estrella no invitó a su boda en 2000, y Christopher, que publicó un libro sobre sus miserias, en la que la acusa de estar ciega de fama.
Madonna, nacida en 1958, es la tercera de ocho hermanos y favorita de su padre. Tony Ciccone es el patriarca de un pintoresco clan italoamericano, casado dos veces: con la madre de Madonna, del mismo nombre que su hija y, a la muerte de esta, en 1963, con la niñera, Joan.
Sus hermanos recuerdan a Madonna como alguien sexualmente precoz. En sus años de instituto, en una actuación en el auditorio West Junior High de Michigan, se subió al escenario vestida con bragas y sujetador, embadurnada con pintura. Parecía desnuda. Aquello mortificó a la familia. En el instituto decían que Madonna era una prostituta, usando palabras menos finas. Para cualquiera, aquella crueldad hubiera sido un trauma. Para Madonna fue el nacimiento de una carrera.
Desde entonces, sus hermanos tuvieron una relación borrascosa con la estrella en ciernes. Christopher, menor que ella, abiertamente homosexual, aspirante a artista, trabajó con ella como hombre para todo. Fue su decorador y director de escena en varias giras. Hasta que el entrenador Carlos León, que sería padre de su hija Lourdes, apareció en su vida, en 1994. Entonces, ambos hermanos se distanciaron.
Anthony siempre tuvo, según Christopher, escarceos con las drogas. En su libro rememora una reunión familiar en la que estaba de resaca de un viaje con peyote. Recientemente trabajó en los viñedos de su padre, pero este le echó. Por eso vive en la calle. Aun así, según le ha dicho al diario The Michigan messenger, no aceptaría jamás un solo céntimo de Madonna, cuya fortuna se estima en 450 millones de euros.
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9 de noviembre, 2011
Con una hermana así, sensualística y tristemente célebre, gustosamente me vuelvo anonadado y anónimamente indigente. Lógicamente, con similar menesteroso orgullo de cantinflesco méndigo que se respete, jamás pasaría por mi mendicatoria mente, pretender limosnearle ningún petardeante penique de sus acaudaladas alforjas. Ya ella habrá de considerar si cuando esté sepulcralmente sigzagueando algunas leguas bajo el fondo de la tierra, se atreverá a determinar si procurará repartir su fétida fortuna, a todas las atormentadas ánimas del purgatorio o del quinto patio de los infiernos. En este pordiosero mundo de amores perrunos, todo termina convirtiéndose en vanagloriosa vacuidad de una fatídica y funambulesca feria de vilipendiosas vanidades. Con misantrópica mendicidad, Víctor Garay Oleas, gracias a la vida.