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Pilar del Río: “No sé si José (Saramago) murió feliz”

La periodista Pilar del Río, viuda y traductora del escritor José Saramago (Premio Nobel de Literatura en 1998), dio una entrevista a Joaquim Roglan, para hablar sobre la película “José y Pilar”, un filme que cuenta la historia de esta pareja:

-Cuando descubrió a José Saramago, ¿se enamoró de una literatura o del hombre que escribía esa literatura?

-De su literatura. Leía una página suya y miraba la biografía de la cubierta para cerciorarme de que era un contemporáneo, porque me sonaba más a un clásico europeo. Nació en 1922, y no me podía creer que en mi época se escribiese tan bien. Yo era una fan de Proust, y todos mis grandes autores favoritos estaban muertos. En paralelo, leía a españoles que intentaban hacer una literatura distinta, como Luis Martín Santos, Carlos Barral, Juan Benet, los hermanos Goytisolo, y a los latinoamericanos. Es sorprendente, estábamos en los años sesenta en Castil, el pueblo de mi madre, discutíamos con los amigos si era mejor Cien años de soledad o Conversación en la catedral y cantábamos las canciones de Paco Ibáñez. ¿Cómo demonios llegaron a ese pueblo colgado de una peña?

-Cuando se enamoró del autor, ¿el hombre era el estilo o el estilo era el hombre?

-En su caso, mi primera impresión fue la veracidad de ese conjunto. Hombre, trabajo y obra eran lo mismo. Se desdoblaban en múltiples actividades y facetas, pero era una sola pieza, era entero en todo, y me recordaba aquel poema de Pessoa que aconseja poner todo cuanto eres en lo que haces, por pequeño que sea.

-En la película le pide que usted continúe su obra. ¿Cómo lo hará?

-Convirtiendo esta balsa de piedra en su fundación, esta casa en museo y abriendo su biblioteca a los lectores y a los escritores. Aunque me cueste la sangre y ya veré cómo, porque hasta ahora nadie ha venido a ofrecer una ayuda o una asesoría. Y no hablo de dinero.

En la película usted dice que no puede darse el lujo de estar triste.

-No, porque he tenido el privilegio de vivir con una de las personas que han salvado la dignidad del siglo XX. Es un autor tan grande, que se hacen cientos de tesis doctorales sobre su obra, pero aún no tenemos suficiente perspectiva para valorarla ni, a veces, para entender algunos de sus libros. Él tampoco ayudó a hacerlo, porque jamás se preocupó de su ombligo y esta casa era su última estancia. Acudía a todas partes donde le llamaban para apoyar a los desahuciados, a los sin tierra, a los que le pedían que fuese su voz. Y asumió su deber cívico.

En la película le decía: “Nos encontraremos en otro sitio”.
No sé si refería a la muerte, a algún paraíso o en la tierra. Desgraciadamente, ni eso. Estará en algún lugar donde no puedo alcanzarle. En el mundo de las ideas sí que nos encontramos, porque no hay cielo ni otra vida, y todo ha terminado. Se puede contar de otra manera, pero se ha terminado.

¿Murió feliz?
Murió escribiendo. Pasó su última noche en esta sala, con una luz tenue y entre sus libros. Al día siguiente, me pidió veinte minutos de reposo y se echó a descansar. Le tomé las constantes vitales y no sé si murió feliz, pero sí tranquilo. Días antes me preguntó: “¿Somos felices, verdad, somos felices?”

¿Tantos de sus libros dedicados a Pilar, tantas veces la palabra Pilar en la película, la hacen sentirse una mujer muy amada?
Es lo que más me cuesta pensar al leer sus libros. Lo demás es demasiado íntimo para contarlo. Como dice María Magdalena en el epílogo póstumo de José a su Evangelio según Jesucristo: amé, y no hay nada más que decir.

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