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La crisis de las microfinanzas, por Richard Posner

El 29 de octubre de 2006, justo después de la premiación de Muhammad Yunus y su Banco Grameen de Bangladesh como Premio Nobel de la Paz, Becker y yo escribimos en el blog acerca de las microfinanzas, un tema en el cual Yunus y su banco habían sido pioneros. El término “microfinanzas” (o “micropréstamos”) se refiere a la práctica de otorgar pequeños préstamos a pequeños agricultores, vendedores, artesanos, y demás empresas comerciales de pequeño tamaño en países en desarrollo como la India y Bangladesh, a una alta tasa de interés—algunas veces tan altas como 20% diario. En mi entrada del blog, resalté a las microfinanzas como un experimento valioso, superior a la filantropía porque la altas tasas de interés que los microfinancistas cobran deberían inducir auto-selección a los prestatarios: Aquel que pide prestado tiene que tener confianza en el proyecto por el cual busca el microcrédito para poder estar dispuesto a asumir la carga del repago de su deuda. Pero planteé una nota escéptica. Dije que “el éxito [de las microfinanzas] tiene que ser demostrado aún, a pesar de las positivas evaluaciones realizadas por Kofi Annan y otros. Podría ser simplemente la última moda en las políticas de desarrollo… La evidencia de la eficiencia de las microfinanzas en estimular la producción a aliviar la pobreza es mucho más anecdótica que sistemática. La idea de pedir prestado para salir de la pobreza es algo extraña. Y no estoy al tanto de algún ejemplo histórico acerca de naciones que hayan salido de la pobreza sobre las espaldas de pequeños emprendedores financiados por créditos”. Noté que el Grameen Bank tuvo una tasa sorprendentemente baja de morosidad y resalté que “no tenía acuerdos de préstamo escritos y no demandaba a los que incumplían los pagos o invocaba otras acciones legales contra ellos. De esta información, se infiere que el banco es extremadamente selectivo en la elección de las personas a las cuales está dispuesto a prestar, y esa selectividad, si es imitada por otros microfinancistas, debería limitar de manera importante el rango e impacto de las microfinanzas”. Concluí “sugiriendo, aunque tentativamente, que las microfinanzas pudieran no ser tan buenas como su propulsores afirman”.

Las microfinanzas han seguido expandiéndose desde 2006. El número de microcréditos realizados en India se incrementó desde 10 millones en marzo de 2007 hasta 26,7 millones en marzo de 2010. Para el final de 2009 el total de los microcréditos alcanzaron los US$ 70 mil millones de dólares, la mitad de ellos en India y Bangladesh. Pero una serie de suicidios de microprestatarios en el otoño de 2010 en el estado de Andhra Pradesh en la India, donde se acumula el 25% de los micropréstamos Indios, llevaron a acusaciones de que los microprestamistas, que son comerciales en vez de empresas sin fines de lucro (aunque, como veremos más adelante, el Banco Grameen pareciera moverse entre ambos tipos de empresas), estaban cobrando tasas de interés exorbitantes y coaccionando a las personas a adquirir préstamos que no podían darse el lujo de pagar. Políticos instaron a los prestatarios a no repagar sus microcréditos; y tasas de repago, previamente tan altas como 98%, se desplomaron a entre 10% y 20%. El gobierno de Andhra Pradesh ha impuesto estrictas limitaciones sobre los microcréditos, y el Banco de la Reserva de la India (el banco central de la India) ha propuesto el establecimiento de controles similares en el resto de India—controles que incluyen límites superiores sobre las tasa de interés y monto de los préstamos, y limitaciones en la elección de prestatarios que estén por debajo de cierto nivel de ingresos. En diciembre de 2010 el primer ministro de Bangladesh declaró que los microprestamistas estaban “chupando sangre de la gente pobre en el nombre del alivio de la pobreza” y ordenó una investigación del Banco Grameen. Reacciones similares contra los microcréditos han tenido lugar en Nicaragua, otro país que ha abrazado la práctica de micropréstamos con entusiasmo.

Y luego justo hace una semana, en un artículo corto publicado en el New York Times titulado “Sacrificando Microcréditos por Megaganancias” , Yunus escribió: “Cuando comencé a trabajar… en lo que eventualmente sería llamado “microcrédito”, una de mis metas era eliminar la presencia de usureros que se hicieran ricos a costa de los pobres. En 1983, fundé el Banco Grameen para otorgar préstamos pequeños que las personas, especialmente las mujeres pobres, pudieran utilizar para salir de la pobreza. En ese momento, no llegué a pensar que en algún momento los microcréditos darían pie al establecimiento de usureros. Pero lo han hecho”. Yunus comenta que el problema “comenzó alrededor de 2005, cuando muchos prestamistas empezaron a buscar maneras de obtener ganancias de los préstamos cambiando su estatus de organización sin fines de lucro a empresas comerciales. En 2007, Compartamos, un banco mexicano, se convirtió en el primer banco de microcréditos latinoamericano en emitir acciones en la Bolsa de valores. Y este agosto pasado (2010), SKS Microfinanzas, el banco más grande de su estilo en India recaudó $358 millones de en una oferta pública inicial”.

Pareciera que la afirmación de Yunus es un tanto ambigua, tomando en cuenta que el Banco Grameen es una empresa comercial y no una organización sin fines de lucro (ver Estados financieros). Yunus comenta en el artículo del Times que todas las ganancias del banco se le regresan a los prestatarios en forma de dividendos, pero siendo así no entiendo como el banco atrae el capital. Sostiene que el suyo es el mejor modelo de micropréstamos, explicando que “la comercialización ha sido un terrible giro de las microfinanzas, e indica un preocupante giro en la motivación de aquellos que le prestan a los pobres. La pobreza debería ser erradicada, no debería ser vista como una oportunidad de hacer dinero… en vez de crear fondos dedicados únicamente a prestar dinero a las instituciones microfinancieras, como ha hecho Bangladesh, estas organizaciones comerciales invierten grandes sumas en mercados internacionales volátiles y luego transmiten el riesgo a los pobres… Algunos defensores de la comercialización dicen que es la única manera de atraer el dinero que se necesita para expandir la disponibilidad de crédito y para “liberar” el sistema de dependencia de fundaciones y otros donantes. Sin embargo, es posible provechar la inversión en microcréditos – e incluso obtener un beneficios- sin apalancarse en organizaciones caritativas o mercados financieros globales”. La frase que he escrito en negrillas es ambigua, ya que Yunus afirma que su banco no obtiene ninguna ganancia, sino que distribuye a los prestatarios cualquier excedente de ingresos sobre los gastos, e insta a que ésta sea la metodología a usar en la industria microfinanciera.

El reciente escándalo de los micropréstamos nos pone a pensar en nuestras propias controversias sobre los préstamos de “día de pago”, los préstamos asegurados contra títulos (pedir prestado a una alta tasa de interés poniendo nuestro carro como contraprestación en caso de impago), los préstamos de tarjeta de crédito, y los préstamos hipotecarios “subprime” – todos ejemplos de préstamos a tasas de interés muy elevadas, otorgados en gran medida a consumidores poco sofisticados. La diferencia básica entre nuestros usureros y las microfinanzas es que los usureros son usados para conseguir préstamos destinados a bienes de consumo en vez de préstamos comerciales, pero los pequeños granjeros y dueños de tiendas que piden los microcréditos son probablemente menos sofisticados que el promedio de los consumidores norteamericanos que acuden a los usureros. Por otra parte, a pesar de que los “préstamo predatorios”-así llamados por los críticos de los usureros- no están altamente regulados en los Estados Unidos de América y como resultado de esto el fraude y otras conductas explotadoras puedan abundar, las protecciones regulatorias son indudablemente más débiles en países como India y Bangladesh.

El misterioso modelo lucrativo-sin fines de lucro de las microfinanzas de Yunus no puede atraer cantidades importantes de capital, pero las microfinanzas con fines de lucro parecen cada vez menos aptas para conseguir beneficios sociales sustanciales – con o sin controles regulatorios diseñados para proteger a los prestatarios menos sofisticados. Sin los controles, habría sin lugar a dudas una buena cantidad de fraudes. Con los controles, se reduciría la cantidad total prestada. Pero con o sin controles, la cantidad prestada estaría limitada por las grandes tasas de impago a menos que haya una muy detallada investigación de cada posible prestatario. Las tasas de interés se mantendrían muy altas y estrangularían a muchos de los negocios que dependen de las microfinanzas. En consecuencia, las microfinanzas podrían terminar siendo un servicio de nicho, con muy poco impacto global.

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Traducción: economistas Daniel Perira (@dpereiraa) y Daniel Stagno (@stagno_daniel)