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La Guerra estadounidense Contra las Drogas no es solamente un Desastre estadounidense

Quizás la “guerra contra las drogas”, iniciada por el presidente Nixon en los setenta, era digna de comenzarse, en parte por las razones dadas por Posner. Digo “quizás” porque siempre he sido escéptico con respecto a la guerra, en particular a la luz de la desastrosa experiencia norteamericana con la prohibición del alcohol entre 1920 y 1933. Cualquiera sea la visión con respecto a hacer ilegales las drogas, los costos de esta política han sido tremendos, y en muchos cosas no anticipados. Además, y éste es el punto crucial de mi discusión, los costos de esta guerra van mucho más allá de los estimados en el reciente estudio de Miron y Waldock, mencionado por Posner.

Estos autores hacen un buen trabajo al estimar los montos gastados directamente por los EEUU en la guerra contra las drogas. Ellos calculan que alrededor de 41 mil millones de dólares son gastados en esta lucha antidrogas por gobiernos locales y estadales, y por el gobierno federal, a través de esfuerzos para el control, los costos de personal en cortes y en edificios diseñados para juzgar y penalizar a los delincuentes, y los costos de los guardias y otros recursos usados para encarcelar a aquellos que comenten delitos relacionados con drogas. También estiman que un monto similar podría ser recaudado a través de impuestos “al pecado” sobre el uso de drogas, de hacerse legal. Estos costos directos estimados de la guerra son significativos; sin embargo, son lamentablemente sólo una pequeña porción de los costos sociales causados por la guerra contra las drogas.

No es por accidente que la mayoría del tráfico de drogas se consigue en los vecindarios pobres de hispanos y afroamericanos, ya que las personas que dejan el bachillerato y otros con poca capacidad de generación de ingresos se encuentran más atraídas hacia el comercio de drogas. Típicamente el resultado es un gran deterioro en la calidad de vida dentro de los vecindarios dominados por las drogas. No tengo conocimiento que alguien haya estimado los costos sociales del deterioro de los vecindarios debido a las drogas, pero probablemente son muy altos.

Los precios actuales de las drogas son mucho más altos que los precios que existirían si las drogas fueran legales- probablemente más de 100% para la mayoría de los tipos de drogas- porque los traficantes deben ser compensados por los riesgos de ir a la cárcel y por la violencia generada por estar en el negocio. Como los costos de mantener sus hábitos y adicciones en muchos casos sobrepasan sus ganancias, muchos usuarios fuertes de drogas han acudido a la prostitución y otros crímenes para conseguir dinero suficiente para pagar por su consumo de drogas.

La mayoría de los vendedores son desertores de la educación secundaria, bachillerato, que en promedio ganan poco por sus ventas, pero también enfrentan los riesgos de cumplir pena en la cárcel. Sin embargo, continúan vendiendo drogas porque sus oportunidades legales son limitadas, y, también, porque ocasionalmente algún vendedor pequeño crece dentro de la organización de drogas y le va bien. La legalización de las drogas muy posiblemente aumentaría la tasa de graduación de la secundaria porque reduciría las oportunidades ilegales que tienen los desertores. Como resultado, la legalización de las drogas reduciría radicalmente el número de personas jóvenes con poca educación que acuden al comercio de drogas, y aumentaría la cantidad de estas personas en trabajos mejor remunerados ya que estarán mejor calificados para ellos. Éste sería otro beneficio indirecto importante de la legalización de las drogas.

Quizás, sin embargo, los peores resultados de la guerra norteamericana contra las drogas se encuentran en sus efectos sobre otros países, especialmente México, Colombia y otros países latinoamericanos. México también se encuentra en una guerra contra las drogas, pero es una guerra luchada casi en su totalidad contra el envío de drogas desde México a EEUU. La abrumadora mayoría de las drogas producidas en México o que entran en territorio mexicano desde otros países, están destinadas al transporte hacia EEUU a través de la frontera. Los dos tipos de drogas más transportadas hacia EEUU desde México son la marihuana y la cocaína, las mismas drogas que Miron y Waldock dicen constituyen la gran mayoría de las usadas por los consumidores estadounidenses.

México se encuentra en una guerra real, con carteles de drogas que usan equipos militares avanzados y que frecuentemente tienen mejores armas que las mismas fuerza militares. La cantidad de muertes ha sido inmensa: un estimado de más de 30.000 personas han muerto en años recientes como resultado de violencia por drogas, mucho más que las muertes combinadas de norteamericanos y aliados en Afganistán e Iraq. Muchas de estas muertes han sido de miembros de los carteles, pero otro número considerable han sido soldados, policías, periodistas y personas inocentes.

Luego que los jefes de la droga descubrieron que son muy buenos en la violencia e intimidación, se expandieron geográficamente y empezaron a realizar otras actividades. Se han esparcido desde zonas donde se concentraban cerca de la frontera oeste de México hacia otras áreas, incluyendo ciudades como Monterrey. Algunos pueblos se han vuelto imposibles de habitar, mientras antiguos residentes huyen de la violencia y en muchos casos entran de forma ilegal a EEUU. Los señores de la droga en muchos lugares han tomado control sobre la prostitución, las apuestas, la extracción de dinero a negocios para servicios de “protección” e, indirectamente, también han tomado control de gobiernos locales.

Colombia ha luchado una larga y sangrienta guerra contra los carteles de droga que ha provocado muchas muertes en ambos bandos, incluyendo muertes de civiles y una fuga importante de recursos del gobierno. Una buena parte del país estuvo bajo el control total de los señores de la droga. Como en México, las drogas producidas y refinadas en Colombia han sido transportadas casi en su totalidad hacia EEUU. Afortunadamente, el gobierno pareciera finalmente haber ganado la guerra, por lo menos hasta el momento.

Nadie ha estimado los costos sociales de la política de drogas norteamericana sobre México, Colombia y otros países latinoamericanos, pero deben ser inmensos. Quizás estos países deberían simplemente dejar que las drogas sean enviadas a EEUU y poner toda la presión sobre las autoridades norteamericanas. El gobierno de EEUU protestaría, pero este resultado provocaría una imagen más clara a los ciudadanos norteamericanos de cuáles son los costos de la política actual, incluyendo los importantes costos impuestos sobre otros países. Uno podría desear que entonces se hiciera una reflexión profunda sobre la guerra norteamericana contra las drogas y se generara algún movimiento político real a favor de la descriminalización y legalización de varios tipos de drogas.

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Pueden leer el texto de Richard Posner sobre el tema pulsando aquí.

Pueden leer el texto de Gary Becker en Becker-Posner blog en inglés pulsando aquí.

Traducción: Economista Jesús Gorrín (@jesusgorrin)