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Detesto a la gente que odia la Navidad. A mí, por mi parte, me encanta. El arbolito plástico (nevado), el ponche crema, bailar gaitas con gorditas en el Poliedro o la falsa ensalada de gallina son cosas que se me hacen insoslayables y necesarias apenas prenden la cruz del Ávila. Se trata de un ritual que cumplo año tras año y que me produce una inmensa felicidad. Sin embargo, hay personas que piensan distinto. Dicen que las navidades son pavosas. Que hay que estar obligadamente contento y que, por otra parte, es un mes en el que se muere mucha gente.
Esto último puede que sea cierto, aunque dudo mucho de que la festividad tenga la culpa. O tal vez sí, ahora que lo pienso mejor.
Un 24 de diciembre me invitaron a una cena en Oripoto. La abuelita de la casa también cumplía año ese día y la celebración era por partida doble. La viejita rondaba los 84 años y exhibía una acerada vitalidad. Una Úrsula Iguarán de peinado carísimo. La familia había preparado una fiesta de fábula para homenajear a la octogenaria. Recuerdo que habían contratado a un chef de esos que hacen hallacas “deconstruidas” para la cena. Además había mariachis, DJ con música de Billos, mesoneros gays (que están de moda) y hasta Betulio Medina se presentó con un cuatro a las diez de la noche cantando Navidad sin ti. Pero la nochebuena aún depararía más sorpresas.
La doña homenajeada tenía un nieto favorito que vivía en Boston y al que tenía años sin ver. La familia, en una jugada que ellos consideraron maestra, había logrado traer al nieto (un tipo cuarentón que guardaba un parecido inquietante con el poeta Leonardo Padrón) y se lo tenían reservado para la medianoche.
A las doce en punto la celebración estaba en su esplendor. La abuelita se había tomado dos Margaritas que la animaron a mostrar sus cualidades en la guaracha, el pasodoble y, me parece, hasta en el reguetón. Los cómplices de la “gran sorpresa” se miraban con caras anhelantes y desconcertadas. Al parecer el nieto tenía fama de embarcador y borracho.
Pero el timbre sonó puntual.
El nieto, en un alarde creativo no solicitado, le había agregado un plus a la sorpresa de la noche. Se presentó disfrazado de Santa Claus y con media botella de Chivas Regal entre pecho y espalda. Noté, con alarma, que se golpeaba la barriga como si fuera un King Kong nórdico. Gritaba “Jo, Jo, Jo” en una lengua exótica y sus botas eran en realidad unas pantuflas producidas y remasterizadas con betún hasta las rodillas.
La señora en un primer momento no lograba entender todo aquello. A medida que el nieto se aproximaba a la abuela, éste iba despojándose de algunos aditamentos del disfraz. Cuando finalmente se quitó la barba postiza, la señora sólo alcanzó a decir ¡Gustavito!
Rescarven llegó como a la media hora pero a mí me pareció que llegaron en Semana Santa. En el interín, hubo vasos de agua con azúcar, alguien clamaba por un “tilito”. Un señor calvo y de corbata chillona intentó una resucitación cardiopulmonar sin los resultados que uno acostumbra ver en ER.
La cosa había sido fulminante.
Cuando hubo pasado todo y yo estaba por irme, el nieto “Santa” me agarró por un brazo y me llevó a un rincón. Cuando lo vi de cerca pensé que tal vez lo conocía de antes. Un hippy del San Bernardino de mi infancia. Un novio de una prima brincona.
Con ojos llorosos y aliento a trementina, me dijo:
–Negro, y pensar que me dijeron que si no venía le rompería el corazón a la vieja.
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23 de diciembre, 2010
Desde la primera oración dices que te gusta todo lo falso, ergo… Sin embargo, la ironía que derrochas, anunciando el punto de vista del narrador, no se desperdicia. Al menos en mí: me encantó leerte. Este cuento es de antología, lo digo muy en serio, y no sólo por su tremendo humor. Relatas de un modo tan vivo que se ve a la gente entrar y salir de la fiesta, hablando paja y jalando caña, a la espera de la sorpresa navideña que voló desde Boston. ¡Qué risa! Me salvaste el día, aquí hace frío y llueve y no me terminan de llamar para hacer las hallacas.
23 de diciembre, 2010
¡Lo máximoooo! jajajaj demasiado desopilante!
Saludos y mis respetos sinceros. 😀 ¡Qué tenga una muy Feliz Navidad caballero! 🙂
23 de diciembre, 2010
¡Fleján!
Qué alegría encontrarme con tu ironía en estos días. ¿Le podremos llamar “flejaniana”?
Saludos
23 de diciembre, 2010
Que lamentable !! A veces hacemos cosas sin medir las consecuencias.
23 de diciembre, 2010
Excelente relato, de principio a fin!
23 de diciembre, 2010
Este cuento lo debí haber hecho yo; en realidad, es muy bueno. Me gusta el estilo, lo disfruto. Felicitaciones.
23 de diciembre, 2010
Me has hecho reir.¡Gracias por eso!
23 de diciembre, 2010
Buej… que te digo. Excelente humor con un toque de ironía, muy propia del venezolano. La navidad, o “los días” como le dicen por estos lados de oriente, es algo que se ha convertido en arquetipos muy populares y satíricos. Sin embargo, yo amo la gente que le gusta la navidad, pero no me gusta la gaita, chillona, burlesca y con rima rebuscada de ahora, ni los intercambios de regalo que te obligan a comprar cosas con un precio acotado, con riesgo en un 90% de que no le guste a quien le vas a regalar, ni el bendito espiritu de la navidad que se han inventado ahora. Bueno, me encanta la navidad del dulce de lechoza, las hallacas, el niño jesus, los villancicos y los aguinaldos, las parradas callejeras, las luces, y el nacimiento vivo, eso es realmente hermoso. Lo demás… Buen relato Fleján
24 de diciembre, 2010
Grandioso, Fleján. Tu texto capta perfectamente eso tan típico de estas fiestas, cuando alguien pretende hacer una gracia y, sin querer queriendo, termina haciendo una morisqueta, jajaja.
24 de diciembre, 2010
Feliz Natividad de El que es nuestra alegría y esperanza. Después de disfrutar un relato de humor tan bien trabado, escucho a Alfredo y reflexionaré unos días sobre la falta de compasión y la risa.
26 de diciembre, 2010
jajajjajajajajajjajajaj¡¡¡¡¡Bravo¡ tocayo Flejan, te la comiste divnamente genial,excelente,fabuloso.Lo tomo como un verdadero regalo tanto tuyo como de Prodavinci. Sinceramente genialmente venezolano no le prerdiste patica.
28 de diciembre, 2010
Que risa, Fleján, que risa
28 de diciembre, 2010
Fleján: Estuvo floja esta historia. A ti te sobra talento, no obstante a este cuento le faltó roncito, un poco más trabajo, entiendes? 😉
29 de diciembre, 2010
yenni, es sólo una anécdota, contada con imaginación. Un fogonazo descriptivo-narrativo donde el humor y la ironía acompaña al lenguaje. Un material sustancioso para estos días donde la reflexión sobre la vida y la muerte es necesaria. Me gusta la navidad pero detesto sus secuelas, algunos entretelones… jo,jo,jo.
31 de diciembre, 2010
Qué texto tan extraordinaria, señor Fleján! Es una manera muy fina y estética de cerrar el año en esta maravillosa página Prodavinci, que regala a sus lectores lo más granado de las plumas venezolanas e internacionales. He dicho en otras oportunidades que la literatura nacional se encuentra hoy entre las primeras de nuestra lengua española, gracias a trabajos como el que desarrollan los maestros Oscar Marcano, Federico Vegas y el ñero Suniaga y los jóvenes y brillantes Rodrigo Blanco, Lucas García, Héctor Torres y el propio Salvador Fleján. Confío que esta energía se consolidará el año entrante para provecho de todos nosotros y para la gloria de Venezuela. Muchas gracias a los encargados de Prodavinci por la publicación de tantas joyas literarias! Les deseo un venturoso año 2011 y así me despido, no sin antes pedirles que publiquen cuanto antes las respuestas a los lectores de Don Oscar Marcano. Sus admiradores las esperamos. Feliz 2011 para todos!
3 de enero, 2011
Esta historia podría ser el leimotiv de muchooos or ahí. Lo disfruté tanto que cuando me reí, mi gata se asustó. Un besote, Salvador