Artes

Willie Colón: “El único deporte que yo aprendí fue pelear”

La entrevista que publicamos a continuación forma parte del libro Los Imposibles 4, de Leonardo Padrón, de reciente publicación por el sello editorial Aguilar

Por Leonardo Padrón | 16 de noviembre, 2010

Sala de espera

Quizás esta ha sido, literalmente, la mejor sala de espera donde he acechado a un Imposible. La entrevista que le realizáramos al niño malo de la salsa, fue hecha en un escenario abrumador: el Poliedro de Caracas. Willie Colón acababa de incendiar todo el lugar con sus mejores éxitos. Esperarlo significó ver todo su concierto, palpar la conexión intacta con su público, sentirlo feliz y sudoroso ante una multitud febril que repetía sus coros. Más allá de sus kilos extras, de la marca de los años en su estampa, se imponía el rotundo sello de su música. Hacía mucho tiempo que la olla del Poliedro no latía con tanto entusiasmo. Definitivamente, si algún lenguaje une a Latinoamérica es la música. Y Willie Colón lo sabe mejor que nadie.

Mientras hablábamos en el umbral de su camerino, afuera le tocaba el turno a esa fiesta llamada El Gran Combo de Puerto Rico. La rumba era grande y nuestras palabras braceaban encima de los instrumentos para ser medianamente audibles. Al fondo, sonaban temas como “Brujería” o “Piénsalo” mientras Willie Colón desandaba las anécdotas más rudas de su vida. Del otro lado de la puerta, unos cuantos periodistas lidiaban con la gente de seguridad para lograr entrevistar al veterano malandro del Bronx. Su mánager (siempre ellos) apuraba nuestro encuentro, urgía un final. Las últimas palabras fueron casi cronometradas. Obviamente, algunos temas se nos quedaron engatillados. Pero lo que dijo fue inmensamente honesto y descarnado. El tema de su disputa legal con Rubén Blades lo rozamos mientras nos despedíamos. Se le notó un hilo de resentimiento. La pugna estaba viva. Pero más importante fue toda la historia que reconstruyeron sus palabras. La historia de la mejor música del Caribe.

POSTAL

Su primer apodo, en plena adolescencia , fue desconcertante y provocador: le decían El malo. Uno lo puede imaginar caminando los años sesenta con paso desafiante por las calles del Bronx. Uno lo puede suponer respirando altivez y buscando camorra a cuanto ser vivo le cruzara la mirada. Pero lo mejor de todo, lo inusual, es que sus juguetes de malandraje no fueron cuchillos ni armas de fuego, sino flautas, clarines y trompetas. Hasta que soltó todos los instrumentos y agarró el definitivo para el resto de su vida: el trombón. Hasta que se detuvo en la esquina donde la Calle Luna y la Calle Sol se encuentran, miró a los lados, vio su gente, sus casas, sus sueños roídos, su vida menuda y violenta y comenzó a hacer música, la mejor música posible para cantar a los humildes, a los duros, a los supervivientes de ese gran barrio que, en definitiva, es toda Latinoamérica. Estamos hablando de Willie Colón. Una leyenda viva de la salsa. Y eso puede sonar a frase hecha, pero todo aquel que registre los capítulos más importantes y decisivos de la música caribeña de las últimas cuatro décadas del siglo XX , encontrará el nombre de Willie Colón por todos lados. La música urbana alcanzó con él el verdadero sonido de la calle y la rumba. Willie Colón ha sido uno de los nombres más bailados y coreados en la noche latinoamericana con treinta millones de discos vendidos. Su unión con Héctor Lavoe primero y con Rubén Blades después, nos regaló los dos matrimonios más estelares y productivos del mundo de la salsa. Su hoja de vida cuenta que es cantante, compositor, arreglista, trombonista y productor musical. Pero baste decir que es pionero, innovador y maestro. Baste decir que la historia de la salsa hubiera sido otra sin él. Baste decir Willie Colón y estas palabras se conviertan en aplauso y respeto del grande. Por eso, resulta imposible no decirle al niño malo de la salsa: “Te la comiste, Willie!”.

LA MÚSICA : LA SALVACIÓN

Hay una palabra que marca la carrera de Willie Colón: precocidad. De ti se dice que ya a los trece años andabas conviviendo con los instrumentos de viento y fundaste tu primera banda siendo adolescente. ¿Cómo llegaste tan precozmente a la música?

Creo que todo se debe a la manera en que me criaron. A mí me crió mi abuelita, y ella siempre me estaba inculcando e instando a hacer cosas. Fue ella quien me metió en la cabeza que yo era la última coca-cola del desierto, y eso me ayudó mucho. Yo no tenía mucha familia, pero ella me dio confianza y estableció unas metas para mí. También influyó el ambiente en que me crié: ser músico fue como una defensa, pues estábamos marginados y bajo un ataque muy violento. Uno escucha los comentarios de lo que está pasando en los Estados Unidos hoy en día, y la verdad es que la actualidad del latinoamericano es muy refinada con respecto a lo que se vivía antes.

¿Era más duro?

Sí.

Pero parece que la música te hubiera salvado.

Sí.

Porque tú eres del sur del Bronx. De una calle dura…

Una calle dura en un tiempo donde grupitos de nosotros, los latinos, nos teníamos que juntar con los negritos e ir caminando por los callejones para llegar a la escuela, porque los blancos nos caían a batazos, pues nos querían sacar. Y si tú llamabas a la policía, la policía era blanca. La ley del país era que por ley había discriminación.

Eran mundos separados.

O sea, la ley era blanca también.

Era blanca, era como el sur de África. Había escuelas para la gente de color y escuelas para la gente blanca.

El apartheid.

Sí, y tú podías decir “mira, pero yo no soy negro”, y te decían: “no, tú eres otra clase de negro, tú eres otro, tú eres negro”. Yo vi las cosas que sufrió mi abuela cuando llegó en los años veinte, las vergüenzas y el maltrato que padeció. La música tenía un poder que yo pude reconocer desde chamaquito. Cuando hacíamos un baile llegaba mucha gente y nosotros necesitábamos ese imán, esa magia para tratar de unirnos, aunque la música no tuviera nada de letra explícita política ni de denuncia social. Pero el hecho es que la música era casi una desobediencia civil. Y así fue, fue como una protección para nosotros.

LA LEYENDA VIVA DE LA SALSA

Estamos en las entrañas del Poliedro, en los camerinos. A tus cincuenta y siete años acabas de llenar el lugar. ¿Qué extrañas de los viejos tiempos, de los antiguos conciertos?

El pelo negro (risas). En verdad, tengo mucha suerte, porque hasta que no me miro en el espejo no me doy cuenta del tiempo que ha pasado. ¿Tú sabes por qué?… Estoy mirando a la gente en el público y lo que veo son chamaquitos. Esta noche el promedio de edad era de veinte años. ¡Increíble! Estos chamaquitos, que no sé qué clase de música van a oír mañana, pero esta noche me hacen sentir como si el tiempo no hubiera pasado.

Pero lo extraño es justamente eso, que teniendo veinte años coreaban todas las canciones, se las sabían. Y por el mundo andan unos Rolling Stones sesentones, anda Elton John con sus kilos y años de más, anda Cheo Feliciano. ¿Y por qué Willie Colón anda con la palabra retiro en la boca como a punto de decirnos adiós?

Yo estoy trabajando y manteniendo a mi familia desde los trece años, y quiero tiempo para jugar un poco.

¿Quieres disfrutarte más a ti mismo?

Sí, quiero vagar un poco, quiero escribir, quiero hacer cosas, no mirar el calendario y decir “mira, tengo que estar en tal sitio ese día”. Quiero decir no, me voy para Barcelona o me voy para Caracas, lo que sea, y voy a disfrutar y hacer lo que me dé la gana antes de que sea muy tarde, porque ya tengo cincuenta y siete años; imagínate, a los setenta y ochenta años qué voy a hacer. Me quedaré en una hamaca… no sé. Quiero participar un poco. Me gusta la navegación, y ¡hay tantas cosas diferentes que una persona con mi experiencia puede hacer! Todo lo que yo he vivido y las oportunidades que tengo ahora de poder influenciar y opinar sobre ciertas cosas. Lo difícil de lo que estoy haciendo hoy en día es el viaje, porque con el pugilato en el que se ha convertido el mundo, y con el terrorismo, tú sabes, a uno le piden “quítate los pantalones, los zapatos”. Viajar es un pugilato. Lo chévere es poder subirse a la tarima y hacer dos horas de show, porque ahí uno está completamente libre. Para mí esa es una cosa sagrada; es como una misa. Es una comunión entre la gente y yo. Es una cosa bonita, y tener que sacrificar eso es algo grande. Va a ser difícil para mí. Y también tenemos la parte económica. Pero tengo más de cuarenta años de estar viajando y haciendo esto. He estado mucho tiempo fuera, lejos de mis hijos, de mi familia. Ya no me queda tanto tiempo y quiero poder hacer otras cosas.

“EL NIÑO MALO DE LA SALSA”

De alguna manera, con la música que has hecho le diste categoría artística al barrio. Y también hiciste una suerte de imagen de ti mismo muy asociada a esa gente: los títulos de tus discos Lo mato, El Malo, El juicio, El bueno, el malo y el feo tienen una carga muy fuerte. ¿Fue a propósito? ¿Te querías investir de una imagen de duro con esos títulos?

Yo fui uno de los pocos de mi familia que no vivió esa vida. Yo la viví en la fantasía. Mi papá tuvo muchos problemas con la ley y en esos tiempos era muy fácil caer preso, por muchas razones. Mi música era como un espejo de lo que estaba pasando dentro de nuestra comunidad y hasta dentro mi familia.

¿Pero Willie Colón fue un malandro cuando joven?

Bueno, el único deporte que yo aprendí fue pelear. Yo no juego béisbol, no puedo; yo corría rápido y pegaba duro, y tú sabes, usaba esas dos cosas.

¿Es cierto que en la época de la dupla con Héctor Lavoe él era particularmente camorrero y buscaba muchos líos, y eras tú quien tenía que salir a llevar el golpe?

Yo era el protector de él, su policía. Esa fue una de las razones por las que, ya con el tiempo, me dije “basta de esto”. Para 1973 habían ocurrido tantas, tantas peleas y líos, que ya no se podían ni contar. Eran rutina y ya no tenía gracia. En 1973 yo me encontraba en una situación en la que mi vida estaba al revés, y decidí no seguir. Yo me di cuenta de que estaba cayendo en la misma rutina de mucha gente de mi familia, que iba por el mismo camino, y frené. Por eso me retiré ese año, para hacer otra cosa.

Entiendo que tu papá tuvo un final violento, trágico.

Sí, sí; así es.

¿Lo asesinaron?

No, él se mató. Siempre tuvo muchos problemas con la ley. Era muy conocido en el barrio, todo el mundo decía, “Ese es el hijo de Willie”, ¡ohh!, no querían problemas…

¿Y esa decisión de tu papá te marcó?

Sí. Yo estaba bautizado con ese pedigrí. Cualquier cosa que pasara yo no podía venir llorando, no. Me llevaban pa’llá: “métele mano”. Entonces lo mejor era quedarme callado, porque había que pelear.

Te tocó convertirte en un duro.

Sí. Me robaron la trompeta dos o tres veces, y ya después de eso había que pelear porque el instrumento era muy caro. Las rentas eran veinte dólares mensuales por el apartamento donde vivíamos, y una trompeta por lo mínimo eran como cincuenta dólares.

HÉCTOR LAVOE, EL MAESTRO

¿Cuándo tuviste la clarividencia de decir “yo tengo que hacer música que se parezca a la calle donde yo he vivido, que se parezca a esta realidad”?

Hubo una época donde todo lo que estábamos haciendo era música en inglés, boogaloo. Cuando conocí a Héctor, me di cuenta de que él era como mi abuela en cierta manera, era un jibarito; mi abuela era jíbara. Yo escuchaba a Héctor y hacía esa conexión. Cuando Héctor hizo el primer disco conmigo decidí que era el tipo, el vehículo perfecto para poder hacer cosas. “Tenemos que dejar de hacer música en inglés porque este tipo no habla ni una palabra en inglés, pero lo que hace en español es extraordinario, algo que nadie más puede hacer”. Entonces decidimos contar historias de las cosas que nos estaban pasando. La canción “Chongüí” en la que el tipo se va pa’l subway y se da cuenta de que tenía dos zapatos distintos. Eso le pasó a un tío que se llamaba Erick. Un día el tipo estaba arrebatado y se puso un zapato café y uno negro, y se dio cuenta después de salir de casa, y le escribimos una canción. La historia de Vicente, el carterista, en Guisando, que es otra canción de esa época. En esos tiempos la gente estaba volviendo de Vietnam, y en la guerra, pa’quitarse el miedo y calmarse cuando caían heridos, muchos de los boricuas que estuvieron en la guerra empezaron a meterse heroína y opio. Y cuando regresaron trajeron el vicio. Fue una plaga dentro de nuestra comunidad, son carteristas y te roban las cosas. Por eso escribíamos canciones como Guisando.

Después haces otro tipo de música con Rubén Blades, que en su momento se llamó salsa consciente. Eran otras letras, además, que calaban distinto en la gente.

Sí, pero ya habíamos calado con Héctor, porque Héctor tenía una magia de comunicación, era un comunicador. La primera vez que fuimos a Panamá, que fue la primera vez que salimos del país, Héctor agarró el micrófono y empezó a hablarle a la gente… y yo mirando, me quedaba como bobo, porque la gente sonreía. Él sabía cómo meterse la gente en el bolsillo; tenía una gracia y un carisma. No tenía ni que cantar, porque tenía sentido del humor y malicia. Era un tipo pícaro, tú lo veías y te reías, y eso pasaba donde quiera que íbamos, ya fuera en Veracruz (México), en Caracas. Él tenía eso especial y los dos éramos reconocidos. Él hizo un puente entre lo newyorican y el puertorriqueño de la isla. El puertorriqueño de la isla no soportaba a los newyorican porque hablaban el español muy mal, decían que se creían americanos, que bla, bla, bla… Y Héctor hizo ese puente. Y lo mismo sucedía cuando viajábamos, encontramos que podíamos comunicarnos con todos los barrios de todos los países porque todos eran la misma cosa.

RUBÉN BLADES, ENCUENTRO Y CONTRAD ICCIÓN

¿Y cuál época extrañas más? ¿La época con Héctor Lavoe o con Rubén Blades?

Para mí la época con Héctor fue una cosa más tierna, más dulce. Lo que hice con Rubén fue más premeditado, más frío y más científico, porque era un plan político, y desde el principio a mí se me pararon los pelos bregando con Rubén. Era diferente. Lo que yo hacía con la salsa era una cosa de crianza, eso es lo que yo soy. Con Rubén era distinto. Él vino porque sus padres lo habían mandado a la universidad. Y él decidió que iba ir a Nueva York, iba pa’l barrio. Eso es lo que él quería hacer. Pero era una cosa muy distinta. Había ciertas contradicciones, por eso es que no nos llevábamos, porque teníamos una filosofía diferente y manejábamos un código distinto. El negocio de la música es uno de los más asquerosos que se puedan conseguir. La música como arte es muy bonita, pero como negocio es muy difícil. Y la política es peor. Pero nosotros, los músicos, no podemos mantenernos fuera de la arena política porque te pisotean todavía más.

¿Entonces más nunca la política?

Yo soy asesor y enlace del alcalde Bloomberg de la ciudad de Nueva York. Todos los candidatos presidenciales se me han acercado para el endoso. Pero esta vez nosotros tenemos un candidato latino en el ruedo y el momento va a llegar, va a llegar el tiempo en que vamos a tener un presidente latino, porque es una ola irresistible que viene de los latinos mismos.

¿Un presidente latino en Estados Unidos?

En Estados Unidos.

¿No será que ese presidente latino se va a llamar Willie Colón?

No, más nunca. No, estamos hablando quizás de un nieto mío.

Hay una cosa que mucha gente no sabe en Venezuela: cuando ocurrió la tragedia de Vargas, tú le escribiste una carta al Presidente de los Estados Unidos pidiendo ayuda para Venezuela.

Sí.

Ese fue un acto de gran solidaridad de tu parte. ¿Sueles hacer eso cada vez que sucede un evento desafortunado en algún país latinoamericano? ¿Qué te movió en ese momento?

Vi que no había ninguna conciencia en el país y me sentía tan identificado con Venezuela. Sentí que era algo personal y por eso hice la carta. Yo estaba políticamente activo y pensé que quizás podía mover algo.

BANDA SONORA

Audio 1

Habla Soledad Bravo: “Willie querido, nos conocimos hace veinticinco años. Yo te sentía como un hermano, con un talento extraordinario para juntar cosas, para unir lazos. Yo era tan novata en ese sentido, tanto que llamé a Celia Cruz y le dije: ‘Celia, yo estoy muy asustada porque yo no sé sonear, yo no sé nada de eso’. Y me dice: ‘Tú no te preocupes que estás en las mejores manos del mundo’. Willie te deseo lo mejor y te reclamo algo, por qué no me llamas, chico, ¿qué es eso?”.

Soledad Bravo fue un reto para mí. Yo reconocí de inmediato el talento que ella tenía, pues ella en realidad entiende la dinámica del canto, y canta así bien chiquito, pequeño, afinadito. Tiene un instrumento increíble y también es muy inteligente, con mucha emoción, mucha, mucha emoción. Cuando estábamos grabando juntos ella me recordaba mucho a mi hermanita porque tiene un temperamento bien fuerte. Desde el primer cantazo fue aceptada en Puerto Rico, que en Puerto rico no le dan chance a nadie; y pegó, pero bien, bien pegada.

¿Por qué no nos cuentas la anécdota de cómo te le declaraste a tu mujer en el Madison Square Garden?

Yo vivía en downtown en Manhattan, cerca de la Escuela Juilliard, y ella estudiaba grammar allá. La veía todos los días. Allá todos los actores son meseros. Ella también era mesera y cuando averigüé dónde trabajaba iba ahí todo el tiempo y le echaba los perros. Pero nada de nada. Ella no sabía quién era yo, y yo no le decía nada.

¿Es irlandesa ella, no?

Ella es irlandesa, sí, era salsera. Una vez yo le dije: “Estoy cansado de comer bistecks aquí y no voy a venir más”. Y la invité a salir conmigo. La llevé a unos clubes, pero yo no estaba tocando, pero entrábamos y todo el mundo “¡Eh Willie, Willie!”. Ella no tenía idea. “Oye, pero qué popular tú eres”. Íbamos por la calle y de pronto “¡Willie!”. Salimos, comimos ese día y empezamos a vernos. Hasta que un día le digo: “¿Quieres ir al Madison Square Garden?”. Y la llevo. Entramos por atrás, por donde lo hacen los artistas, y ella me dice: “¿Y eso?”. “Bueno, es que yo tengo conexiones”. Entramos y vamos al camerino. Y estamos hablando cuando de repente viene alguien: “Willie, Willie. Ya, ya, ya”. Yo la agarro por la mano, “vente, vente, que tenemos que ir allá” y entonces vamos subiendo, la subo a la tarima y la siento. Yo estaba tocando, ella no sabía que yo tenía un concierto. Era uno de mis primeros conciertos en el Madison Square Garden. Subo y canto, y cuando bajamos, pues ya.

Contundente, ¿no?

La noqueé.

GALERÍA DE IMPOSIBLES

Una ciudad imposible de olvidar.

¿Una ciudad? No, sólo una no puedo.

La ciudad donde quisieras morirte.

El Bronx.

¿En el Bronx?

Yeah.

Un evento decisivo que haya marcado tu vida.

El año 1973 con Héctor Lavoe.

Tu mejor disco.

Aaahh, Asalto navideño.

Un miedo.

De ser pobre otra vez.

¿Y no crees que ya eso está solventado?

Eso siempre puede suceder.

Un pequeño crimen que seas capaz de confesar.

Sin comentarios.

Un error recurrente.

Decirle a todo el mundo cómo hice las cosas.

Revelar los secretos…

Revelar los secretos, siempre lo hago.

Un músico de todos los tiempos.

Davy Valles.

Un ritmo musical que seas incapaz de digerir.

El rap.

El concierto que más recuerdas de toda tu carrera.

Yankee Stadium con la Fania All Stars.

¿Por qué?

Yo estaba bien chamaquito y estar en el campo de juego del Yankee Stadium era una cosa de otra liga, del otro mundo.

Te sentiste en el techo.

Sí, ya no se podía subir más.

Un paisaje que tengas tatuado en los ojos.

El mar Caribe.

Una comida.

Arroz con habichuelas y chuleta frita.

Una canción de otro músico que hubieras deseado hacer tú.

Estoy tratando de acordarme del título…

La puedes cantar.

Canta: “Si cuando el corazón llora, yo le digo que se calle, que amores como el tuyo, se encuentran en la calle”.

Una época del mundo en la que te hubiera gustado vivir.

En el tiempo de la Conquista.

¿Del lado de los buenos o de los malos?

(Risas) No, quiero estar en el medio…

Un cantante sin desperdicio.

¿De todos los tiempos?

Sí.

Que Héctor me perdone, pero Ismael Rivera, y después Héctor Lavoe.

¿Con qué canción le cantarías a la vida?

Pues me quedé en blanco por ahora, no sé. Creo que esta noche de concierto he quemado demasiado células cerebrales. No puedo pensar en una.

Leonardo Padrón 

Comentarios (7)

Beatriz
16 de noviembre, 2010

Que entrevista como llega al fondo del corazón el señor Leonardo Padrón a sus invitados, cada entrevista le queda mejor. Que bueno no he podido comprar el libro saludos y gracias por compartir.

manuel marrufo
16 de noviembre, 2010

Y se me agota ya la paciencia por ti esperando…

El Idilio de Willie…

Aún no entiendo como 2 seres tan famosos y admirados como el y Ruben se hayan peleado por dinero…

Nunca lo entenderé…

La imagen debe estar por encima de ciertas cosas, entre ellas el billete que a fin de cuentas no necesitan ninguno de los 2…

Volviendo a la entrevista, muy buena, mejor para los que admiran a Willie. A mi me gustan muchas de sus canciones, pero prefiero a Ruben por su mensaje mas humanista…

Fernando B
18 de noviembre, 2010

He disfrutado muchísimo esta entrevista!

Anabel
18 de noviembre, 2010

Muy bien! Si miramos a los hechos; todas las cosas que Willie Colón ha hecho en su vida y el verdadero servicio que ha brindado por los Latinos está claro que lo de Rubén es aparentar y hablar y en asuntos que requieren mucha labia, Willie queda corto. Pero ha sido valiente con sus gestos, al punto de ser vetado y tener muchos enemigos en el negocio. Willie Colón es un genio. Piloto, navegante, motorizado, programador de computadoras, boxeador, sobre todo; honesto.

El problema con Ruben no es economico, fue por la falta de respeto. si fuera solo por la plata Willie Colón lo perdonaría pero Ruben siempre buscaba maneras de humillar a Willie.

Ayer, el magistrado Justo Arenas falló en contra Ruben, despues de um pleito que duró más de tres años. Arenas expresa claramente que Blades falló en probar los daños que alega, y que no tiene legitimación activa… LA VIDA E DA SORPRESAS!

La verdad sobre quién realmente es Rubén Blades, mejor conocido entre los que verdaderamente saben del palo que trepa como El Perfumao, no se ha ventilado… No todo lo que brilla es oro.

Ruben Mesa
7 de diciembre, 2010

No estoy de acuerdo con lo que se dice sobre Rubén Blades. ¿la salsa la hace la crianza? Rubén fue a Harvard con su dinero e iniciativa, ciertamente tuvo padre y madre que afianzaran sus valores y eso no es para nada malo, en nada en la vida. Igual ha hecho y hace excelente y magistrales trabajos. Se dice que la política es asquerosa, no lo creo así los hombres hemos de reivindicar ese concepto, véase el trabajo de Rubén como ministro en Panamá recientemente. Blades posee 9 grammy, eso habla por si solo. El problema de la demanda quedó saldado con el retiro de la misma por parte de Colón y el pago de las costas judiciales, Colón pactó con el Sr. Morgado y Blades quedó libre de dudas y con su frente muy en alto como siempre. No comprendo los ataques a su persona ni los resentimientos como bien lo señala Leonardo Padrón. El hecho de ser “de la calle” no es suficiente argumento para señalar que Rubén sea contradictorio eso es no hace justicia a lo que ambos hicieron juntos, cuando no había problemas. Hágase justicia a la verdad “No hay bala que mate a la verdad, cuando la defiende la razón” Rubén Blades (en canción muévete)

Paulo Andres Argotte Cabrera
21 de febrero, 2012

Excelente entrevista, lo felicito. Lástima las diferencias con el Sr Ruben Blades; sería muy chevere volverlos a ver juntos cantando como en el concierto de 1998 Amnistia en Caracas.

milagros pulido
18 de enero, 2013

ExCelente entrevista que grande es willie si antes me gustaba ahora me gusta mas que dios te bendiga

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