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La rebelión de los náufragos

A continuación publicamos el primer capítulo de La rebelión de los Náufragos, de Mirtha Rivero (Editorial Alfa), un libro en el que se analiza el segundo mandato de Carlos Andrés Pérez y los hechos y procesos que determinaron su renuncia además de exponer verdades que contradicen la sabiduría convencional

Por Mirtha Rivero | 2 de noviembre, 2010

Es difícil saber lo que hizo o pensó durante las últimas horas que pasó en su despacho. Queda imaginar, especular, inventar. A las tres y media de la tarde, los objetos personales habían desaparecido de la vista. Esa misma mañana, en menos de noventa minutos, un comando invisible había barrido todo rastro de su paso por allí. Todo testimonio de su devenir público, de su historia oficial. La única historia que, por cierto, tenía cabida en ese espacio, por lo menos en lo que se refería a los cuerpos inanimados. La vida privada era –o él hubiese querido que fuera– privada, no se exponía en papeles, chécheres o portarretratos, y en esa oficina pública no podía haber sino vestigios de su recorrido público. De su trasiego político. De su tuteo con el liderazgo mundial. Esas fueron las huellas que recogieron de la sala esa mañana. El comando sigiloso se había llevado la colección de fotos en donde aparecía al lado de Felipe González, Jimmy Carter, el rey Juan Carlos, Willy Brandt, el jeque árabe de nombre enredado y como media docena de fotos más. También cargaron con los libros de biografías, y por supuesto –fue lo primero que se llevaron– con el busto de Abraham Lincoln y el altorrelieve con la cara de Simón Bolívar. Nada más quedaban, como testigos mudos de otra época, la silla sobreviviente a su primer gobierno –y que Cecilia había mandado a retapizar–, el inmenso globo terráqueo que François Miterrand le regaló en la visita que hizo a Caracas y un revólver calibre treinta y ocho que reposaba –íngrimo– en el centro del escritorio, como la seña más clara de que había llegado la hora de salida. Porque un arma –era su creencia– no es para andar exhibiéndola.

Las armas no son ornamento ni prueba de hombría. Lo había aprendido muy temprano, oyendo las historias de la guerra colombiana de los mil días que le contaba su tío, el general Manuel Rodríguez, y lo comprobó en carne propia mucho después, durante los diez años de resistencia, clandestinidad y exilio que empezaron en 1948, cuando los militares derrocaron a Rómulo Gallegos y él pretendió aguantar en Maracay instalando un gobierno de emergencia. Desde esos tiempos en que lo perseguían empezó a familiarizarse con las armas; tanto, que cuando cayó la dictadura y debutó la democracia las siguió teniendo cerca. Había un revólver escondido en el cajón de la mesa de noche –bajo llave– cuando estaba en la casa o, si era Presidente y estaba en Miraflores, en la minúscula gaveta que se asomaba discreta por debajo de la mesa que una vez había sido de Rómulo Betancourt. Esta vez el revólver estaba sobre el escritorio. Lo acababa de sacar de su escondite porque ya se iba. Había llegado la hora de cierre. Se iba pese a que no eran las nueve ni las diez o las once de la noche. Se iba aunque afuera, en la calle, el sol quemara y faltaba para que cayera la tarde y entrara la noche. En verdad todavía tenía una hora, hora y media por delante para irse, pero eran pocos los minutos que le quedaban para estar solo y despedirse de esas paredes. Pronto llegaría la marabunta; había que alistarse.

El barbero de Palacio acababa de salir. Concluido el almuerzo lo mandó llamar como lo había hecho tantas otras veces en medio de una agenda complicada, porque debía recibir a un visitante distinguido. Por más atosigado que estuviera no gustaba de aparecer desgreñado y descompuesto, dando muestra de azoro. Si había llamado al peluquero en momentos menos trascendentes, cómo no hacerlo a esa precisa hora. ¿Cómo no llamarlo por última vez? Es más, así llenaba su horario en medio de una jornada tan pobre y desleída como la que había tenido ese día. Y es que por más empeño que había puesto en fijarse actividades, tareas y reuniones, el esfuerzo era en vano. Muy poco, casi nada, le quedaba por hacer y esa certidumbre lo asolaba. La representación inútil de un florero frente a una ventana se le venía a cada tanto a la cabeza como una alucinación. Odiaba la idea de ser tratado como adorno. O peor: como estorbo. Toda la vida se había enorgullecido de ser un hombre de acción, un ser que actuaba, que hacía, que se ocupaba. No fue gratuito que en la primera campaña se vendiera como el hombre que camina. La frase, más que un lema publicitario, más que un jingle, resumía su carácter. Más que un tipo atorado, terco y obstinado –que lo era– se reconocía como un tipo que ejerce, que ejecuta, que conjuga en primera persona el verbo hacer. Porque es de espíritus flojos, pacatos y débiles detenerse, quedarse inmóvil. Es contrario a su estilo inhibirse o retraerse ante los tropiezos. Grandes o pequeños. Si se cae un botón de la camisa y Blanca no anda por ahí, él solito agarra y se cose el botón; si necesita la copia de un documento, nada le impide manejar la fotocopiadora; si le dicen que no vaya al Congreso porque le van a boicotear su entrada y que lo mejor es no ir y dejarlo para después, pues él va, y armado, por si acaso. Siempre hay algo que hacer, que se puede o que se tiene que hacer. Siempre, menos este día.

Pretendiendo huirle a la inacción había pensado presentarse esa tarde en el Parlamento para demandar, él mismo, a los senadores que aprobaran por unanimidad el juicio. Sería un lance emotivo, dramático, digno de grandes titulares. Pero también –lo pensó mejor– una ocurrencia estéril, y a lo mejor contraproducente. No faltaría el resentido que, queriendo humillar, iba a pedir la palabra después de él. Y no, no iba a brindar esa oportunidad. No iban a caerle encima otra vez. No más. Lo prudente era domesticar los impulsos y recoger las alas hasta nuevos tiempos. Además, qué tanta novedad iba a recitar. Qué más quedaba por decir. ¡Qué vaina! Esta vez tampoco se despediría como lo había planeado. En 1979 fantaseó con la imagen de entregar la banda e irse a pie desde el Congreso hasta la sede del partido. Sería un largo trecho, rodeado de gente, de pueblo que en el trayecto se le uniría. Al llegar, el partido lo recibiría con aplausos, inclinándose ante su jefatura. Eso quiso, eso imaginó pero no pudo, porque se dio cuenta de que entre sus compañeros no había interés en recibirlo con honores. Le achacaban que no puso lo que le tocaba para que Acción Democrática ganara las elecciones y que, encima, cuando perdieron, se apresuró en admitir el triunfo ajeno. No lo perdonaban. Había mucho reconcomio, y en vez de homenajes se estaban cociendo intrigas. Por eso no cerró como quiso su primera presidencia. Se quedó con las ganas. Y tampoco iba a poder en la segunda. Parecía una maldición. Lo que restaba era mantener el aplomo. Guardar las apariencias.

Ajustó el nudo de la corbata, tiró el saco hacia abajo y lo cerró abrochando un solo botón. El semblante ya estaba entrenado para lo que venía, pero por si acaso revisó. El ceño no debía revelar inconveniencias. No era hora para descubrirse molesto, aunque lo estuviera, o triste, que también lo estaba, o impotente o sorprendido o herido o desarmado. Ni un atisbo de su ánimo, de su verdadero ánimo, debía traslucirse. Suficiente con la alocución de la noche anterior. Había que mostrarse sobrio, sereno, firme. Entero. Prohibidos los hombros caídos. Pronto le tocaría despedirse formalmente de su equipo. Pronto llegaría el ejército invasor. En cuestión de minutos comenzaría el desfile y había que seguir el libreto. Apretón de manos, saludo cordial, firma del acta, nuevo apretón de manos, abrazo de rigor, otros apretones más allá, quizá un beso en alguna mejilla, y ya. Sin fanfarrias, sin fausto o aparato. Sin discurso. Cerraba el mes más largo de su vida. De su historia. Tanto de la pública como de la privada. El mes más largo, y eso que apenas habían pasado veintiún días.

La fecha exacta: 21 de mayo de 1993.

***

Moraima –todavía con rastros de trasnocho en el cuerpo– buscaba la noticia en la televisión. Se había acostado a las dos de la mañana, pero la emoción no la había dejado reposar. A las siete ya estaba fuera de la cama, con un café en la mano enfrente del televisor. Desde entonces casi no se había despegado de la pantalla y, a pesar del aporreo, estaba feliz. Ese día no iría a trabajar. Lo había pedido con anticipación porque cumplía cuarenta años y quería celebrar de una manera distinta esa fecha. Iniciaba una nueva etapa en su vida y no quería inaugurarla encerrada en una oficina rodeada de folios y carpetas. Tenía pensado un amanecer diferente, una celebración especial. Pero ni soñaba con lo especial que terminó siendo. Había comenzado a festejar en la víspera, cuando el jueves a las cuatro de la tarde, estando en el trabajo, se enteró de la novedad: «Con nueve votos a favor y seis en contra –leyó en cámara un tipo de rostro grasoso y lentes que le resbalaban en la nariz– la Corte Suprema de Justicia en sala plena declara que hay méritos suficientes para el enjuiciamiento del Presidente de la República, Carlos Andrés Pérez Rodríguez…».

El tipo con lentes no había terminado de hablar cuando un aplauso fuerte y compacto arropó el resto de su discurso. Al magistrado Gonzalo Rodríguez Corro sólo se le veía la cara brillante enmarcada entre un enjambre de cables y micrófonos. Menos de cinco minutos tardó en leer la decisión. A Moraima le entraron ganas de salir corriendo a pegar lecos por la ventana, animada por un alboroto que venía de la calle a la altura de la esquina de Gradillas. Hasta su oficina llegaron los vivas y los cánticos que, como parte de la fiesta, invocaban el nombre de un militar preso. Ella no salió a gritar en ese momento, pero tampoco se quedó sin darse el gusto: en la noche, después de oír el discurso que dio el Jefe de Estado por cadena nacional, chilló de lo lindo desde el balcón de su apartamento en Santa Paula. En su concierto la acompañó su marido, que golpeó sin cesar y sin piedad el fundillo de una sartén. Los dos estaban felices, pero Moraima más; estaba tan contenta que hasta le entraron deseos de lanzar cohetes. Ella, que tanto miedo le tenía a los juegos pirotécnicos desde que, siendo muchachita, se quemó la mano con una luz de bengala. Ella misma se sintió tentada a raspar un fósforo para prender la mecha de un tumbarrancho. Sería una buena manera de empezar su fiesta, se dijo. Tirar cohetes para celebrar una nueva etapa. La suya y la del país. Era el inicio de su cuarta década de vida y el inicio de otra época en la vida del país. No le cabían dudas de lo que venía. El anuncio abría un horizonte de esperanzas, y por sí solo constituía el mejor obsequio que podían darle por su cumpleaños. Ni que lo hubiera encargado. Y esa noche, en los ratos en que no estuvo asomada al balcón o viendo las noticias transmitidas en vivo, se colgó al teléfono para comentar que la renuncia del Presidente –aunque el Presidente no había renunciado pero era como si lo hubiera hecho– era el presente más bonito que le habían dado. En cuanto agarraba la bocina, cada vez más achispada por la champaña, machacaba: es mi mejor regalo.

Aquello era histórico. Nunca imaginó que viviría para presenciar un hecho parecido. Harta de los partidos y de sus dirigentes, se había convertido en una escéptica. Descreía del sistema democrático, o cuando menos de su evolución. Desconfiaba de todo y de todos. Para ella todos los políticos eran corruptos y todos los jueces se podían comprar; lo que hacía falta era que le llegaran al precio. Por eso estaba convencida de que, al final, los magistrados de la Corte no le iban a dar luz verde al juicio en contra del primer mandatario nacional. Era imposible, decía. Ni en Por estas calles se había visto. Cómo iba a suceder en la vida real, en la vida de verdad, verdad. No ocurriría nada, había predicho, porque nunca ocurre nada en este país. Todo el mundo roba y roba y se sale con la suya. Nadie paga. Esa era una de sus verdades absolutas. Pero se equivocó. Un día antes de cumplir cuarenta años, la misma Corte de la que tanto despotricaba la había sorprendido. Y ella estaba feliz de haberse equivocado.

Para estar guindando, mejor caer, aseguraba. No encontraba inconveniente en que sacaran al Jefe de Estado antes de tiempo, sobre todo si, como decían, había robado una millonada. Y si no lo había hecho, como se atrevía a cantar uno que otro jalamecate, se vería después. Para averiguar lo que se debía averiguar estaba el juicio que se iba a abrir enseguida. En el tribunal se vería quién tenía razón, pero mientras tanto, lo mejor que podía pasar era que el mandatario esperara afuera. Afuera del gobierno, desprovisto de poder y privilegios, como un mortal cualquiera. Bastante se había prolongado la agonía. Las crisis hay que atacarlas rápido, y esta se había demorado demasiado. Nada peor que un país dando tumbos. Era una majadería pretender esperar los siete meses que faltaban para las elecciones, si la solución al atajaperros en que vivían metidos podía encontrarse antes. Sin golpe, sin muertos, sin hecatombe. Ya estaba bien de dar largas al asunto, que para eso es para lo único que sirven los leguleyos. Para argumentar y contraargumentar y buscar resquicios por donde evadirse. Claro que es lógico que el gobierno maneje un presupuesto para seguridad y defensa, y por supuesto ningún gobierno, ni este ni el de Tucusiapón, lo anda divulgando. Eso es una cosa, pero otra muy diferente es que ese presupuesto no pueda auditarse. Que ese dinero no tenga control. Alguna vigilancia debía tener esa plata porque de lo contrario nadie garantiza que no sea desviada para chequeras personales, o comprar una casa para la querida o pagar los gastos de una coronación que nadie pidió.

Moraima estaba acelerada por la avalancha de acontecimientos, y ese viernes en la tarde todavía quería más. Permanecer pegada a un televisor no era la manera que había imaginado para festejar su cumpleaños, pero sin duda fue la mejor. Ya había visto la sesión del Senado que aprobó el juicio al Presidente, y rio de lo lindo con la discusión que se prendió por el detalle del tiempo que debía mandar el sustituto que nombrara el Congreso. «¡Esto es el acabóse! –exclamó–, antes de votar por el juicio se guindan de las greñas para decidir los días que dura la suplencia». Vio también la ceremonia en donde los congresistas juramentaron al suplente, con banda marcial, himno y hasta discursos. El encargado habló de hora trascendental, de duros embates, de resistencia democrática, de la madurez de las Fuerzas Armadas que son ejemplo para América Latina, y, por supuesto, de la carambola que hizo que, ahora sí, le impusieran el collar de la Orden del Libertador y le entregaran la llave de la urna donde están sus huesos.

–Se nos ofrece la ocasión –decía desde el congreso– para insistir sobre la naturaleza perfectible del sistema, más allá de las aventuras que sólo producen trauma y sobresaltos. Este mandato provisional no lo he buscado ni deseado y me corresponde asumirlo. Actuaré con la firmeza que la situación demanda… No he de actuar como hombre de partido en este trance tan difícil…

Moraima también vio los disturbios a las afueras del Congreso en donde hubo insultos, agresiones y gases lacrimógenos. Y la carretilla de declaraciones que se ofrecieron: ministros, políticos, empresarios, dirigentes vecinales, periodistas, buhoneros, oficinistas y hasta chicheros opinaron sobre el trascendental momento. Ella había visto casi todo lo que difundieron los canales, pero todavía deseaba ver más. Le faltaba el acto de traspaso de mando. Quería mirar las caras, reparar en los gestos, oír las últimas palabras. Quería más, mucho más. Quería ver al mandatario derrocado salir de la casa de gobierno.

***

A un cuarto para las cinco de la tarde, en el Palacio de Miraflores el aire era espeso. Había desaparecido la incertidumbre y el nerviosismo de los días anteriores, dando rienda suelta a las caras largas, las conversaciones en voz baja y el desmayo ante el peso de los hechos. Secretarias, taquígrafos, mensajeros, analistas, mesoneros, electricistas y bedeles, desafiando la norma, estaban reunidos en el pasillo principal que lleva a Presidencia. En grupitos de cuatro y cinco, esperaban la salida de quien fue su jefe durante más de cuatro años. Conversaban en susurros sin prestar atención al ruido que salía impertinente de los dos televisores que estaban encendidos muy cerca. No había funcionarios de alto rango entre ellos; sólo se distinguía Rosario Orellana, viceministra de la Secretaría, que se acercaba presurosa por el corredor hasta apostarse a un lado de una columna y de un muchacho de ojos rayados, de nombre Javier, que la saludó como saluda un subalterno. Aparte de ella, los contertulios, incluido Javier, eran rasos, rasos. Los grandes personeros–ministros y militares– estaban adentro, aguardando un llamado en la antesala del despacho. A ellos todavía les quedaba oficio por esa tarde. Tras la firma del acta y la despedida, deberían reunirse con el nuevo Jefe de Estado y presentar cuentas, o por lo menos ponerse a la orden. Era lo mínimo, aunque más de uno tenía ganas de saludar y salir corriendo. Entre ellos se repetían los murmullos del pasillo. El espíritu cargado. No había bríos para charlas triviales, toda plática era grave, y el comentario más ligero que se escuchó a esa hora tuvo que ver con la bandera nueva que ondulaba sobre el edificio. La anterior se había roto la tarde antes –justo después de conocerse el fallo de los jueces–, y con la corredera no cupo amague para sustituirla. La bandera se rasgó por la franja roja y así estuvo ondeando hasta las seis, cuando la arriaron. Ese era el tema de conversación más superficial de los ministros en el vestíbulo, y también lo había sido entre los empleados de la galería. El ánimo era de entierro.

De improviso, un inusitado movimiento que provenía del patio de estacionamientos irrumpió en la pesadumbre y cortó las conversas. Hubo un momentáneo desconcierto. Esperaban la llegada de la caravana del Presidente provisional, pero los carros que estaban llegando y la gente que se estaba bajando de esos carros no formaba parte de la comitiva oficial. A leguas se notaba. Era gente nueva, desconocida, vestida como para una celebración. Cual hormigas que salían de hoyos negros, los recién llegados comenzaron a derramarse y a colmar el pasillo que hasta hacía pocos minutos dominaban los trabajadores de Palacio. En la primera línea del pasaje se formó un batallón de mujeres perfumadas y encopetadas, escoltadas por caballeros que estrenaban trajes y predios. Los empleados y obreros de Miraflores, empujados hacia la pared, parecían intrusos en una fiesta a la que nunca podían haber sido invitados. El aire que transpiraban los visitantes era de jolgorio. Sólo faltaban los papelillos, la alfombra roja y un rey que caminara encima de ella. Los recién llegados se dispusieron a aguardar.

A las cinco de la tarde terminó la espera de unos y otros. Octavio Lepage, acompañado de su esposa, se presentó en el Palacio de Miraflores a tomar posesión de su despacho. Adentro, aguantando para entregárselo, permanecía Carlos Andrés Pérez. Al ver aparecer a su suplente, Pérez sonrió cortés y empezó a cumplir con el guión pautado. Era lo único que le quedaba por hacer. Quince minutos tardó la ceremonia de traspaso. Al finalizar, siempre sin salirse del libreto, sonrió para la foto y estrechó la mano del encargado:

–Le deseo toda la suerte del mundo, doctor Lepage –exclamó, y mientras se dirigía a la puerta sin mirar atrás para ver lo que se quedaba, se dijo a sí mismo–: ¡carajo!, es que esto yo nunca lo vi venir.

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Pueden leer la entrevista que Mirtha Rivero le hizo a Moisés Naím para La rebelión de los náufragos pulsando aquí.

Mirtha Rivero 

Comentarios (66)

Negro Luis
2 de noviembre, 2010

Volver sobre CAP. Vaya personaje. Vaya entramado de intereses. La autora ha escogido un hecho que nos marcó. Interesante.

Alejandro
2 de noviembre, 2010

Interesante elección de tema. Sería bueno que ayudara a dilucidar esas dos frases absolutamente falsas: “Chávez tiene la culpa de todo” y “éramos felices y no lo sabiamos”

Jorge L. Sánchez B.
2 de noviembre, 2010

Está muy bien, a medio camino entre la crónica y la novela, me invita a leerlo completo porque fue un momento que marcó nuestra democracia. ¿Ya está a la venta?

limon 2007
3 de noviembre, 2010

Me gustó muchó… ahora hay que ver como sigue la trama… aunque ya conocemos su final… felicitaciones y los mejores de los éxitos..

elizabeth arias flores
3 de noviembre, 2010

¡Excelente abreboca! Hay que salir corriendo a leerlo. Un ameno trabajo para mirar de nuevo uno de los episodios que nos ha traído hasta aquí, este punto incierto en donde estamos los venezolanos.

Gregorio Lunar Marval
3 de noviembre, 2010

Interesante el relato; aunque inicial, propicio para devolver los pasos, día a día, de ése nefasto acontecimiento y así eslabonar la historia de los últimos 17 años.

Juan Carlos
3 de noviembre, 2010

Voy por la página 90 del libro. Utiliza varios géneros: crónicas, entrevistas, etc. Voy enganchado. No se, es que quizás nos gusta revivir el pasado reciente. Pero en efecto si contiene revelaciones interesantes.

tatiana blanco
3 de noviembre, 2010

Bueno me quedo con las ganas de continuar leyendo la historia,porque la forma del relato ncluye esos detalles cruelmente humanos que sueceden y todos queremos conocer. Ferlicitaciones a mirtha rivero. Continuare la lectura

Hector
3 de noviembre, 2010

Donde lo puedo adquirir en Caracas.

pablo
5 de noviembre, 2010

Alejandro: ¡Por Favor vuelve a leer el libro…creo que no lo entendiste

libérrima
5 de noviembre, 2010

Cuando todos pensábamos que la salida a todos nuestros males era el “enjuiciamiento” a Carlos Andrés por 250 millones de BOLÍVARES viejos, imagínese ahora! Libro de lectura obligada para entender nuestro presente.

francisco
5 de noviembre, 2010

Muy apetitoso el abrebocas, habrá que salir a comprar el libro. Ayer ví la entrevista por Globovisión y me pareció todo excelente. Felicito a la periodista y al ciudadano por su trabajo. Debo ser honesto conmigo y decir que fuí uno de los alborozados. Sin embargo me arrepiento al ver la suerte que estamos corriendo. Como dice la periodista, “todos somos culpables, nadie se salva”.

LUIS
5 de noviembre, 2010

Interesante tema sobre un no menos interesente personaje de nuestra historia politica reciente.Nunca me considere precisamente un seguidor de sus maneras o formas, pero ahora con esta realidad que vivimos es nuestro deber reconsiderar muchas posturas anteriores.Hay que estudiar, revizar, discutir,analizar. “Gracias” Mitha Rivero por darnos este punto de comienzo.

reader
5 de noviembre, 2010

importante tema y excelente que se nos ofrezca la oportunidad de leerlo y revisarlo, ahora con mente fria, para entender lo que pasó en Venezuela desde un punto de vista neutral

Alejandro Espinola
5 de noviembre, 2010

Saludos, leí este mi primer capítulo y aunque me gustó hubo una frase que me pareció innecesaria, casi ridícula. La oración que dice que la bandera se rompio justo después del fallo de la corte, por Dios, que cursi. No se si esto ocurrió, pero si fue así fue algo totalmente circunstancial y, como la misma autora lo dice, es algo trivial y como tal no merece ser contado.

Ada
5 de noviembre, 2010

Excelente principio, para aquellos que no teniamos en tan buena estima al Sr CAP., creo que esto ma hara tener una vision distinta de un politico y su politica.

Ana
6 de noviembre, 2010

amo a cap ,es mi heroe.

Ana
6 de noviembre, 2010

cap es mi presidente ,el mejor .

Ana
6 de noviembre, 2010

donde lo compro.??

Armando Aguilar
7 de noviembre, 2010

Interesantísimo recuento de los históricos hechos, que aún nos impactan, sobre todo por las graves consecuencis que de ellos se derivaron.¿Recuperaremos la dignidad ahora perdida?

Jorge Méndez
7 de noviembre, 2010

Siempre he dicho, desde el 92, y lo hemos conversado un grupo de profesionales democráticos, que fue un golpe fracasado y apoyado por notables y esos notables arrepentidos fueron los que apoyaron a este señor en el 99. Ahora están mas arrepentidos que …………………. mejor los puntos suspensivos.

fer
7 de noviembre, 2010

ya me comi el libro,necesitaba recordar algo de aquella epoca pero señora mirtha porque no investiga quien fue los integrantes de la guardia de honor de ese periodo presidencial,seria interesante ver otra perspectiva,y no la vision de esos personajes q usted entrevisto,gracias

Jorge
8 de noviembre, 2010

Dos personajes se mezclan en esta trama de la vida real.. El Presidente, un hombre comprobadamente demócrata es sacado de la jefatura del gobierno como producto de las intrigas y las ambiciones personales. Mientras que por otro lado se ensalza a un golpista con intenciones totalitarias. El único venezolano que se atrevió a atentar contra la democracia desde la última dictadura..El primero, el demócrata, vive en el exilio y el otro, el golpista, se deleita con las mieles del poder político.. Esto sólo es posible en un país desmoralizado y plagado de envidias y ambiciones..

José Cordero
8 de noviembre, 2010

Me parece muy interesante el primer capítulo del libro. De mucha utilidad para recordarle a los venezolanos los capítulos mas importantes de nuestra historia reciente a la cual se trata de olvidar o de silenciar. Con lo que ha pasado posteriormente se evidencia que hubo toda una conspiración, bien planificada, con figuras visibles al momento, pero con figuras tras bastidores, que movieron todo el tinglado y que hoy deben estar rumiando su fracaso. Cuantos se lamentarán hoy por haber cpn su manera de actuar en aquel tiempo, haber fraguado a las sombras, la destrucción de un país, sin saber lo que iba a pasar, y solo justificado por las ambiciones personales, la envidia y el odio. Donde se puede conseguir el libro

Alejandro
8 de noviembre, 2010

Amigo Jorge: me pregunto en que pais vivió usted. Porque el golpista pagó cárcel y ha ganado más elecciones que el “demócrata”, que arrastra consigo un expediente sangriento desde los años 60, y que culmina el 27 de febrero de 1989, fecha sangrienta, hechura del “demócrata”.

Páseandome por los comentarios de esta sección, recuerdo una frase que corría por el 94, cuando se decia que “Venezuela es tan torpe, que si CAP se lanza en el 2008, ganaria de nuevo”. Leyendo los comentarios, me sorprende comprobar que no era algo tan descabellado aquella apreciación.

Afortunadamente no fue asi.

Pedro
8 de noviembre, 2010

Amigo Alejandro. El Presidente que usted dice pagó carcel no fué así, porque si bien estuvo detenido nunca su causa fue concluida porque fue sobrecedido por un indulto.

Alejandro
8 de noviembre, 2010

Amigo Jorge: Hasta donde yo sé, los indultos son legales, pues están contemplados en la ley. Se indulta a presos, no a personas libres.

Carola
12 de noviembre, 2010

Tiene razon Alejandro los indultos se le dan a los presos, pero ese señor no pagó su deuda con la sociedad, acaso olvida quienes murieron ese día, se olvida que atentaron contra la constitución y este libro revela algo muy importante los resentimientoa nos llevaron a los que vivimos hoy y esos resentimientos siguen presentes pero con distintos actores. Lamentablemente muchos piensa en el ya; en el ahora y no en el futuro. Creyeron que esa era la solucón la antipolitica y bueno ya hemos visto los resultados y seguiremos viendolos por mucho tiempo…

RAM
12 de noviembre, 2010

Me comi el libro, aleccionador. Optaron por caerle a hachazos a las instituciones, iniciando por el poder judicial, eso derrumbó a una democracia debil y ahora vivimos las consecuencias, si no actuamos adecuadamente corremos el riesgo de un totalitarismo,debemos interiorisar la reconstruccion de las instituciones.

saul
13 de noviembre, 2010

Más bien, siento que ese relato si se lee con el detenimiento necesario y desprovisto de cualquier prejuicio actual o pasado, podemos entender el piso que justifica políticamente la aberración del Régimen del Teniente Coronel Hugo Rafael Chávez Fría, quien con sobrada astucia desarmó los logros de la pasada Republica, all hacer hincapié en el exagerado olvido que se sometió a las clases más pobres en los ultimo veinte (20) años de la democracia y su desvergüenza ante la idea, la innovación y el cambio que se requería de las nuevas generaciones. Que nunca más eso vuelva a suceder.

guillermo lopez
20 de noviembre, 2010

Parese ficcion..

LUIS FELIPE
21 de noviembre, 2010

este libro se ve muy interesante sobre todo en nuestra historia analisando el primer capitulo voy a comprarlo para leerlo totalmente para hacer mi analisis y adquirir conocimiento sobre los hechos.

vidagon
21 de noviembre, 2010

Ojalá llegue al interior del país. Un libro para ser leído por los jóvenes de más de quince años, para que entiendan las causas de los males que vivimos en estos últimos años. Eso era democracia, no lo que vivimos ahora.

Felipe Torrealba
21 de noviembre, 2010

El libro no resultan tan interesante como los comentarios, porque demuestran que Venezuela es un país de comiquitas, con una visión que no sobre pasa de las simpatías personales, ideológicas partidistas. Hipoteco criminalmente el país, además de despilfarrar los ingresos extra-ordinarios por el petroleo que dejo el gobierno de caldera. En su primer gobierno enterró al partido del pueblo, para convertirse en el partido de la elite empresarial, nacional y extranjera, le abrio las puertas de par en par a sus compatriotas Colombianos y con ellos, no solo llegó gente trabajadoras, sino delincuencia común, narco-traficantes y guerrilla, lo que me llega a la siguiente conclusión: Venezuela es un país de comiquitas.

Alejandro
22 de noviembre, 2010

Vidagon;

Yo era grandecito ya cuando el segundo gobierno de CAP. Usted también. Así que por favor, no confunda o trate de confundir a los jóvenes diciendo que aquello era “democracia”. Nadie lo pensaba entonces ni nadie lo piensa hoy (excepto una minoría). Recuerdo que en aquellos años, todo el mundo pedía la cabeza de CAP. También a partir de las siguientes elecciones AD y Copei dejaron de ser los partidos mayoritarios, mas nunca colocaron a un candidato suyo en la presidencia…y eso fue mucho antes de que Chávez se lanzara a candidato. Sencillamente, nadie quería votar por ellos. Eso continúa hasta hoy.

vidagon
22 de noviembre, 2010

Alejandro: El solo hecho de que teníamos la oportunidad de la alternancia en el gobierno, con poderes públicos al servicio del pueblo, nos indica que en esos tiempos funcionaba la democracia. No como ahora donde la palabre del dios supremo es la única verdad, sin oportunidad de manifestarse libremente

Alejandro
22 de noviembre, 2010

Vidagon: Lo de la alternancia en el gobierno es sencillo: saquen a un candidato que no le de asco a ustedes mismos a ver si ganan. Te aseguro que no eres capaz de darme siquiera un solo nombre.

Sandra
22 de noviembre, 2010

La idea deberìa ser no olvidar nunca todos los errores cometidos por los polìticos hasta la fecha actual, y que los polìticos de las nuevas generaciones y el pueblo mismo vayan tomando una nueva conciencia que no incluya para nunca jamàs la corrupciòn, las malas mañas,etc,etc.Que se aprenda de lo malo y lo bueno del pasado y NO SE REPITA, ¿hasta cuando por favor?. Serà que algùn polìtico lee PRODAVINCI y puede comentar y/o opinar…?

Felipe Torrealba
22 de noviembre, 2010

Una mala costumbre que tiene una gran cantidad de Venezolanos, es hablar en tercera persona cuando da sus opiniones políticas, como si el que hablara, esta por encima del bien y mal. Todos somos responsables de los bueno o malo que suceda en nuestro país, porque somos parte de un colectivo humano identificado con una Bandera, Una Nacionalidad. ¿Como podemos sacar adelante una nación, cuando los protagonistas a nivel político y empresarial, sino son extranjeros cédulados falsamente como Venezolanos, como CAP y Teodoro Petkoff o simplemente se alquilan como agentes extranjeros para saquear las riquezas de la nación y de los Venezolanos, por una comisión, como los cobradores de peaje en los barrios o los cobradores de impuestos de la colonia.

Alejandro
22 de noviembre, 2010

Asi es Felipe: Mejor no hablo de Petkoff..

Sandra
23 de noviembre, 2010

“extranjeros cédulados falsamente como Venezolanos, como CAP y Teodoro Petkoff “…felipe, ¿puedes extenderte en este punto?, còmo es eso? y sì Alejandro para los que no sabemos tantos secretos polìticos deberìas hablar de lo que piensas de Petkoff, serìa un buen aporte aclarar los puntos de vista

Felipe Torrealba
23 de noviembre, 2010

Cómo se explica que de los 12 hermanos, CAP es el único que nace en Venezuela, supuestamente en la Hacienda Argentina, cerca de Rubio en 1922. En que libro o documento se menciona la genealogia de CAP, como si podemos encontrar la de otros presidente. ¿Cuál es el secreto?

sammy
26 de noviembre, 2010

Para ser sincero aquí toda persona mayor de 25, no puede estar confundido y están bien claro de lo que paso aquí, no solo en el segundo gobierno de cap sino en los 40 años de democracias cuando los adecos y copeyanos crearon una sociedad mediocre y conformista y llego Chavez y se los agarro a todos, somos tan conformista que algunos pensamos que en aquellos tiempo éramos felices y no lo sabíamos y tan mediocre que actualmente a las personas le tira 4 reales y piensan que es el mejor gobierno que a pasado por aquí en cuanto al libro, los estoy leyendo voy por la pagina 50 y me parece bueno pero no entiendo el porqué no aprendemos y el porqué nuestra memoria es tan volátil.

Alejandro
26 de noviembre, 2010

Seguro estoy que hay mas venezolanos como Sammy. Afortunadamente.

Luis
28 de noviembre, 2010

Interesante el abreboca del libro, interesantes los comentarios. En cierta forma refleja al país. Para el momento de la defenstración de CAP en país era un hervidero de conflictos, es indudable que Venezuela iba por un camino sin retorno, todo era un caos, aparte de las componendas e intrigas del momento. Cuando este país decide darse una oportunidad en 1998, se repite la historia, se traiciona a un colectivo que lo único que pedía era un mejor país. Un reparto equitativo de la riquez reflejada en mejores servicios públicos y generación de riqueza. Aquí solo cambiaron los colores partidistas. Y de paso, Chávez viene y se cree la reencarnación de Bolivar y ni siquiera vela por los problemas de los venezolanos. En verdad no hemos aprendido.

JorgeLCG
2 de diciembre, 2010

Leyendo el 1er capitulo y todos los comentarios, me doy cuenta que la mayoria de los venezolanos con un minimo de formacion academica y de mente abierta es profundamente Democratico, plural y respetuoso… y si bien aquellos que critican la 4ta republica y los 4′ años de democracia, con todos sus errores, es increible que no se den cuenta que en esta 5ta Republica se han multiplicado, y que la corrupcion y el delito es cada vez mas comun y descarado, es increible como defienden esta “revolucion” esconidendose en la carte de que siemrpe han sido luchadores de izquierda y han estado al lado del pueblo, cuando los que estan en el poder abusan y se burlan de el con mas descaro que todos los presidentes de la era democratica (antes de 1999)… que viva la democracia, la libetad y el libre pensamiento.. y que volvamos a ser una venezuela libre y de los venezolanos

Felipe Torrealba
2 de diciembre, 2010

Yo tengo suficiente edad, conocimiento y experiencia para asegurar que ese cuento de que la 4ta. era una democracia es una de las tantas mentiras que de tanto repetirlas algunos se lo han creido. Para ser democrata hay que practicarlo y ninguno de esos seudodemocratas de la 4ta. de la coordinadora democrata y ahora del MUD lo han sido en su vida, porque no son capaces ni de aceptar que el pueblo es quien debe seleccionar a sus representantes mediante elecciones primarias, por la base de los partidos en donde sus miembros libremente se puedan postular para ser seleccionados por la base de su partido como su representante legitimo, lo demás son cuentos para flojos, que no les gusta pensar o trabajar por sus ideales.

María Eugenia Sáez
2 de diciembre, 2010

Muy bien escrito, muy eficaz este close up del mandatario solitario en sus últimas horas, felicidades. Yo lo que recuerdo es que voté por él por aquello de “este hombre sí caminaaa, va de frente y da la caaraaa” del comercial televisivo. Era mi debut como votante y el comentario de mi padre fue: “te acabas de convertir en la prueba ambulante de que fue mala idea darle el voto a la mujer”. Claro, en casa sabíamos de la ironía y, siendo mis padres firmes admiradores del Dr. Caldera, pues no me tomó por sorpresa el comentario. Para la época, no hacía muchos años en que me había graduado del Mérici, academia bilíngüe donde estudiaban las niñas de la High, Vollmer o Blohm o Mendoza, junto a algunas adequitas, hijas de ministros, gente del pueblo. Otras chicas de más abolengo pero menos dinero, poquitas, se casaron con jóvenes adecos de ésos que se habían enriquecido de la noche a la mañana y a las pobres les fue bastante mal (“You can’t take the barrio out of the man…”). Al irme adentrando en el mundo de CAP, el próximo paso fue en la UCV, donde me enteré de que gracias a él, Venezuela adquiría una presencia internacional gracias a sus iniciativas en el Caribe, con los países no alienados o “izquierdosos” (Panamá) y con la OPEP. Con el alza de los precios del crudo, la suspicacia de USA pasó a perplejidad y de ahí a furia y luego al maquiavelismo (por esos días llegó un gringo a Caracas dizke a estudiar español y a promocionar su libro Global Rea…lm?, medio sinver y medio lo que sea, hoy jefe de un importante instituto del D.C. donde le pagaron el trabajito). Entre mis alumnos de Berlitz había un grupo de VENALUM/Alcasa de ingenieros noruegos y alemanes, los mejores estudiantes que he tenido en mi vida; por medio de ellos supe de “Aluminio del Caroní” y de Guri, dos de las macro obras que realizó CAP, aunque luego no se pusieran a funcionar a la capacidad indicada o adecuada. CAP le dio el primer jalón de toga al emperador y lo dejó en pelotas. No se lo perdonaron a Venezuela ni al llegar Reagan al poder —congeló el dinero para becarios venezolanos y me vi afectada si bien no me quejé pues, como me dijo mi padre, “los gringos no te deben nada María Eugenia, así que echa palante”. Son retazos lo que queda de esa época y por eso me inspira curiosidad este libro de Mirtha Rivero. No creo haber tenido ni tener la energía de la Venezuela de los 70s. Hoy que me siento socialista, en el sentido general de la palabra, sigo creyendo que no entendí bien la Venezuela de CAP; es decir, no lo entendí sino en un solo y triste aspecto: en ella no había cupo para mí, de ningún tipo.

Alejandro
2 de diciembre, 2010

Coye Maria Eugenia, como que me iré a volver Fan tuya…

Alfredo Ascanio
3 de diciembre, 2010

Hay muchas y muchos Moraima en estos comentarios: ¿pero por unos pocos dólares, en relación con los que hoy se dilapidan, y entonces por cuántos dólares hay que justificar en este momento un nuevo enjuiciamiento, por 10 veces más? Y los que hoy se enriquecen en este momento, no de la noche a la mañana, sino en la misma noche. Que lamentable todo este tinglado en un pobre país que siempre se tropieza con la misma piedra.

Jullis
18 de diciembre, 2010

Carlos Andres Pérez, el presidente de mi infancia, de mi cuartico de leche en las mañanas y los almuerzos antes de llegar a casa, jamás olvidaré la ayuda que le prestó a mi madre “soltera” con dos chamos.

María Eugenia
18 de diciembre, 2010

Gracias Jullis por compartir tus vivencias; hacen faltan voces varias para que la canción sea interesante, como en la Serenata Guayanesa.

Brasal
9 de marzo, 2011

SOBRESEER: cesar en una instrucción sumarial y, por extensión, dejar sin curso ulterior un procedimiento. INDULTAR: Perdonar a alguien total o parcialmente la pena que tiene impuesta, o conmutarla por otra menos grave. Como ven son dos cosas distintas. El delincuente que está actualmente en Miraflores no fue indultado sino que su causa fue sobreseída. Nunca fue condenado porque la ambición de caldera (minúscula a propósito)lo llevó a montarse sobre ese caballo para llegar a la presidencia. Nunca pago cárcel porque nunca se le juzgó. Apenas estuvo detenido un tiempo. No sólo es un asesino, sino que es un corrupto, ladrón, violador de la constitución y las leyes que juró defender, amén de vulgar, mal hablado, mediocre y marginal. Que viva CARLOS ANDRES PEREZ carajo. La historia lo colocará en el sitial de honor que merece.

Arcangel
15 de marzo, 2011

Me espeluzna leer algunos comentarios xenófobos. No entiendo la relevancia del lugar de nacimiento de tal o cual personaje. O si el apellido suena a criollito o es extranjero. Nos olvidamos que nuestro país lo hicieron extrajeros y criollos juntos, desde la independencia??? Nos olvidamos que fueron las colonias extranjeras las que contribuyeron al progreso reciente de nuestro paía. Y esto también porque los venezolanos, inteligentemente, le abrimos los brazos, los recibimos y los hicimos sentir como en casa, a pesar de las penumbrias que dejaban atrás y de lo sacrificado que es dejar la tierra natal para buscar mejor suerte en suelos desconocidos. Ellos trajeron a Venezuela la cultura del trabajo, y nosotros, los más inteligentes, aprendimos de ellos. Nuestra sociedad se fue formando gracias a mezclas de razas, etnias y culturas. Nos heterogeneizamos. “Lo importante no es donde se nace, sino donde se lucha” palabras textuales de Rómulo Betancourt. Pero claro ni siquiera Rómulo, cone ese apellido tan raro, debe tener derecho a ser venezolano. O nacer más allá de la frontera, si es que es cierto, te quita todo derecho a participar en la historia, aunque hayas trabajado toda tu vida de este lado de la frontera. O el impronunciable apellido Petkoff… no importa si estuviste en la lucha armada, en la lucha política, en la lucha periodística; ya ese apellido es suficiente para desacreditarte. Qué triste: ese es el sentido “Nacionalista” que pretenden pregonar… No creo que haya mala intención, lo triste es la ignorancia y la impreparación de quienes lo predican, que lamentablemente hoy son quienes nos dirigen y ostentan todo el poder.

rino
16 de marzo, 2011

da lastima ver que en nuestro pais todavia hallan resentidos sociales que su seguera politica no los deja ver todas las penurias que estamos pasando muchos venezolanos por culpa de este mal gobierno, que parece que vino fue a destruir y quitarnos lo poco que tenemos, muchos hablan mal de CAP pero yo recuerdo que en esa epoca yo trabajaba duro para pagar mis estudios porque aunque era pobre mis padres siempre me enseñaron que estudiando y trabajando era que hiba a progresar y recuerdo que en esa epoca habia bastante empleos cosa que no veo hoy y de eso es que deben ocuparse los gonernantes de crear empleos para la poblacion para que tengan dinero y compren lo que deseen, asi que señores(as) dejen la envidia y el rencor atras y luchen por un pais mejor mostrando hechos y no palabras.

Oscar Sosa
3 de abril, 2011

Tengo 21 años, aùn no he leido el libro, pero lo voy a leer en unos dìas, y con respecto al tema de Carlos Andres Vs Chàvez , o Cuarta Vs Quinta, les digo que el fanatismo no nos lleva a ningùn lado, y si bien Carlos Andres Perez fue malo (como dicen muchos) , eso no significa que Chàvez Frìas sea bueno, en lo absoluto / Venezuela necesita de un cambio de verdad, y si luego esa persona que nos ofrece el cambio no cumple, volvemos a buscar otra opciòn. Yo solo he vivido el gobierno de Chàvez y NO ME INTERESA los errores del pasado, NO LE ACEPTO A HUGO CHAVEZ que condene MIII futuro, que no cumpla en materia de seguridad, empleo, vialidad, servicios publicos, respeto a las leyes y la constitucion. Lo que he vivido lo he visto con HORROR, como para estar claro que Chàvez resulto ser un farsante que se aprovecho de aquel paìs olvidado, pero hoy en dìa TODOS somos victimas de Chàvez que solo tiene un proyecto personalista, en donde los venezolanos solo somos una manada que le servimos para llevar a cabo su plan, miren ustedes como el TSJ grito publicamente una consigna politica a favor de Chàvez, como la fiscalia se lava las manos con la inseguridad, miren ustedes como Chàvez regala nuestro dinero, (que por cierto son màs de la cantidad por la que juzgaron a Perez) , miren ustedes el desempleo, la mediocridad, todo colapsado, no hay una obra realmente relevante, para un paìs que ha tenido màs de 990 MIL millones de $$$$$$$$$$ / En fin…. si la cuarta no sirvio, la quinta menos, y no me hablen de socialismo, quienes ahora son nuevos ricos, y entran con maletas ful de trapos en el aeropuerto de maiquetia traida del IMPERIO MESMO! los jovenes queremos un cambio y vamos a trabajar por èl, asi tengamos que dar nuestra vida, NO HAY VUELTA ATRÀS…. nos vemos en elaño 2012 , antetamente OSCAR SOSA, caracas.

Alfredo Ascanio
4 de abril, 2011

Estoy de acuerdo con los comentarios de Oscar Sosa con la diferencia de que el tiene 21 y yo 79. Y yo si he conocido todos los gobiernos anteriores desde Isael Medina Angarita, Perez Jimennez,Betancourt, Leoni, Caldera,Carlos Andres,Lusinchi y Luis Herrera; pero prefiero cualquiera de esos lideres y sus gobiernos que el que tenemos ahora por agresivo, personalista, autocratico, ineficiente y embustero. (les debo los acentos).

oscar sosa
4 de abril, 2011

Bueno estimado Alfredo Ascanio , en el 2012 vamos abrir laspuertas al futuro de Venezuela, para ver si por fin entramos al siglo 21, y a ese nuevo gobierno no me cansare de exigirle EFICIENCIA, HONESTIDAD Y RESPETO por todos nuestros derechos, leyes y constituciòn; y si no cumple, lo botamos tambien, pero Vzla no aguanta otro periodo presidencial de Hugo Chàvez, quien es una termita que dìa adìa va destruyendo mi amado paìs.

Néstor Colmenárez
11 de abril, 2011

Me parece que cada uno en su sitio, “La Rebelión de Los Naufragos”, “Sangre en el diván” y “Margarita Infanta” son los tres libros venezolanos más interesantes que he leído este año en mi “incilio”. En cuanto al primero me dejó muy claro el gran poder de la corrupción que es capaz de tumbar gobiernos y de subsistir pues en el se cumprueba que en Venezuela los gobiernos pasan y la corrupción se queda…

Betty
19 de abril, 2011

Muy interesante el libro….felicito a la esritora por hacerme recordar algunas cosas vividas en esos dias….muy lamentables para nuesrto pais..y le pido a todos los venezolanos que abran los ojos y piensen en las generaciones futuras y trabajemos unidos para sacar el pais adelante…un pais libre de violencia,prospero y sobre todo trasmitir el respeto a cada uno de nuestros semejantes…….”no es tarde tenemos tiempo”

Alexander Romero
20 de abril, 2011

Excelente libro que recoge uno de los más álgidos procesos políticos de la Venezuela actual, un documento que merece ser leído por la mayor cantidad de venezolanos posible, especialmente estudiantes de bachillerato; de esta forma podrán comprender la pobre situación política y social de nuestro país hoy día. La historia debe ser relatada así, sin soberbia, sin banalidad, sin proselitismo; única manera de moldear los cambios que la nación requiere a través de la vía democrática. Mis felicitaciones a Martha Rivero y hago votos para que autorice la publicación total del libro en Internet de forma gratuita.

jesus briceño
14 de mayo, 2011

excelente narracinon de lo que realmente sucedio en esa epoca y nos debe servil de leccion para no volver a repetir la amarga experiencia honor al sr. Carlos Andres Perez lastima que halla fallecido sin haber escuchado de todos sus detractores que se iquivocaron y su arrepentimiento Carlos Andres Perez donde quieras que estes que Dios te acompañe amen amen amen

Hannah L. Migliavacca
11 de junio, 2011

RegrEsa Carlitos…TE PERDONAMOS!!!!

Carlos Manuel
25 de junio, 2011

Dolchstoßlegende: La leyenda de la puñalada por la espalda (Dolchstoßlegende/Dolchstosslegende en alemán) hace referencia a un mito social y a la teoría popular de persecución y propaganda en Alemania durante el período de entreguerras (1918-1939). Esta teoría atribuye la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial a un determinado número de asuntos internos domésticos, en lugar de a una fallida geoestratégica militar. En especial, la teoría subraya que el pueblo alemán no supo responder a la “llamada patriótica” en el momento crucial de la guerra y que algunos “elementos” habrían “saboteado el esfuerzo bélico” a propósito. Estos elementos luego fueron identificados por Hitler como judíos e izquierdistas.En otros países mitos parecidos de “traiciones internas” surgieron al final de la Primera Guerra Mundial.Otras guerras han sido percibidas como “ganables” por alguna nación poderosa pero al terminar en derrota, ésta fue atribuida a algún tipo de traición interna. Por ejemplo, ideas similares al Dolchstosslegende surgieron en círculos del conservadurismo derechista de Estados Unidos en los últimos años de la Guerra de Vietnam, acusando a los movimientos contraculturales y de pacifismo como “formados por degenerados”, tachando a los objetores de la guerra como “antipatriotas” o alegando inclusive que quienes se oponían a continuar la lucha en Vietnam eran manipulados por fuerzas comunistas internacionales. Estas acusaciones se desarrollaron dentro de la idea del “Síndrome de Vietnam”, según el cual la política exterior de EE.UU. fue mutilada por la retirada de Vietnam. No obstante, otros creen que este “síndrome” es un mito.

Alfredo Ascanio
26 de junio, 2011

Que lástima que los tecnocratas no tenían olfato político. Que dirán hoy Miguelito,Naím,Hausmann, o sea los bien preparados muchachos del IESA. El entramado de intereses y las presiones para buscar contratos nos los apartó de sus enfoques y de sus principios éticos.En esa época todos querían “tumbar a Pérez” y el discurso en el Congreso de Caldera y las opiniones de Uslar y otros Notables,incluso la horrible telenovela de Ibsen Martínez, fueron las principales puñaladas mortales. En el libro se explica con mucho detalle el tema del “caracazo” y del golpe innecesario de Chávez.Hoy creo que todos están bien arrepentidos, menos los que ya no viven.

Alejandro Gutierrez
24 de septiembre, 2011

Exelente libro que aclara muchas injustias sobre carlos Andres Perez Felicitaciones

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