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“Nemesis”

“Sometimes you’re lucky and sometimes you’re not. Any biography is chance, and, beginning at conception, chance -the tyranny of contingency- is everything. Chance is what I believed Mr. Cantor meant when he was decrying what he called God”

” A veces eres afortunado y a veces no. Cualquier biografía es azar, y, comenzando por la concepción, el azar – la tiranía de la eventualidad- es todo. El azar es a lo que yo creí que se refería el Sr. Cantor cuando estaba despreciando a lo que él llamaba Dios.”

Poco menos de un año después de la publicación de “The Humbling”, Philip Roth vuelve con “Nemesis”. Hace un año, más o menos, publiqué en Prodavinci dos extensos ensayos acerca de parte de la obra del escritor de Newark así que esta vez podré ahorrarme introducciones y demás comentarios acerca de este gran novelista y podré hablar directamente de la última publicación (ver ensayos 1 y 2). Haré todo lo posible por hacer una reflexión general de la novela sin contarles demasiado para no no estropearles la lectura, ya que según he leído, la novela acaba de salir en Inglaterra y Estados Unidos y todavía no está a la venta en el mundo entero. Amazon mediante, me llegó hace dos días.

“Nemesis” es la historia de una hipotética epidemia de poliomelitis en la Newark de 1944. Después de una breve ausencia, Roth vuelve a Newark, un escenario en el que se siente perfectamente cómodo y uno con el que sus lectores estamos ya bastante familiarizados. Volvemos al escenario de “The Plot Against America” con la diferencia que esta vez Lindbergh no ha ganado las elecciones, la guerra está llegando a su fin, la ciudad está asfixiada por el sofocante calor del verano e inexplicablemente la polio comienza a arrasar con los niños de la ciudad. La historia se narra en torno a Eugene “Bucky” Cantor, un joven judío de 23 años que acaba de terminar la carrera de educación física e higiene y es el director del parque recreativo en el que los niños pasan el día durante las vacaciones de verano, así como el profesor de educación física en la escuela de Chacellor Avenue en la sección de Weequahic. Bucky es un muchacho trabajador, disciplinado y fuertemente arraigado a sus valores, valores que le fueron inculcados por su abuelo materno, ya que su madre murió durante su nacimiento y su padre fue arrestado poco después por fraude. Gracias a su gran sentido de la responsabilidad, no ha logrado aceptar con facilidad el hecho que debido a su pésima visibilidad, no puede estar, como todos sus amigos, defendiendo los ideales de su país en Europa o en el Pacífico.

La primera parte de la novela (está dividida en tres), además de presentarnos a su personaje principal y al momento histórico en el que acontece, nos relata el inicio de la epidemia. Tenemos que recordar que en aquellos días, la poliomelitis era una enfermedad que amenazaba a la población, sobre todo a la población infantil, cada verano sin que nadie pudiera explicar muy bien por qué. No se sabía cómo se contagiaba, no se sabía como prevenirla, no se sabía por qué podía afectar a unos sí y a otros no. Se intentaba tomar previsiones en base a hipótesis. Esta naturaleza misteriosa de la enfermedad y la brutalidad con la que podía matar o paralizar a una persona tan solo horas después de haber presentado los primeros síntomas, la convertía en algo terrorífico, en una auténtica pesadilla. ¿Cómo luchar contra algo que no entendemos, que no sabemos ni cuándo ni por qué ataca? La guerra que se libraría en Newark no sólo era comparable a la guerra europea, era tal vez peor, ya que el enemigo era invisible e inexplicable. Recordemos que una de las acepciones de la palabra “nemesis” en inglés es la de un enemigo invencible, el peor enemigo.

Roth nos describe cómo reacciona la sociedad, las consecuencias del pánico; cuando nadie sabe el por qué, todas las explicaciones son válidas. Si una de las víctimas comió el día antes un perro caliente en el “mugriento” local de Syd, entonces ahí podía haber agarrado la polio, o fueron los italianos que días antes de que apareciera el primer caso en el barrio habían pasado por el parque y habían escupido en el suelo con la intención expresa de contagiar a los niños judíos, o la culpa la tenía Horace, el muchacho con graves problemas mentales, que pasada la treintena seguía teniendo el cerebro de un niño de seis años y que nunca se bañaba, olía a mierda y lo único que quería era darle la mano a cualquier persona con la que se cruzaba. Las posibilidades eran infinitas, el pánico no sólo era justificado sino incontrolable. Una enfermedad que sin explicación alguna fulmina principalmente a los niños. La población enloquece, las autoridades no saben qué hacer, la situación se hace cada día más grave. Para Bucky Cantor, que tiene que ver cómo cada día vienen menos niños al parque, que escucha las sirenas de las ambulancias que probablemente se están llevando a sus muchachos paralizados al hospital, la situación es casi intolerable. La temática, resumida como lo he hecho, puede recordar a la gran novela del fallecido José Saramago, “Ensayo sobre la ceguera” o a “La peste” de Camus, pero aunque existen puntos en común, sobre todo con la segunda, la obra de Roth se enfoca mucho más en la batalla interna del personaje principal, Bucky, o como lo llaman en el barrio, Mr. Cantor.

Si los ciudadanos de Newark se señalan en cierta forma unos a otros, Bucky, un hombre no particularmente religioso mas creyente, comienza a preguntarse por qué Dios está permitiendo esto. Por qué Dios permite que esta enfermedad mate o, en el mejor de los casos, paralice y deforme a los niños de su patio. Esta inquietud que se va desarrollando lentamente durante toda la novela, explota al final y con esa explosión llega la mejor parte del libro.

Desde el comienzo la lectura fluye con una facilidad envidiable y toca una variedad de temas muy interesantes: la culpa, el deber y la responsabilidad, la juventud y el amor, la importancia de algunas decisiones, el fracaso y la soledad; y la maestría de Roth como escritor, como hombre y señor de sus oraciones, expresiones, ritmo y lenguaje se sienten en cada página. Da le impresión de que la palabra impresa es una extensión de su pensamiento. Para usar un lugar común, da la impresión de que escribir así es lo más fácil del mundo. Pero hubo momentos en los que comencé a querer más. Algo me faltaba, no llegaba ese coñazo con el que Roth enfrenta siempre a sus lectores. Sentía que tocaba temas sin sumergirse demasiado y de pronto, de una página a otra, llega lo que hace a este autor un gran novelista, lo que lo separa de casi todos los demás.

Las dudas acerca del papel de Dios comienzan desde la primera muerte, cuando el protagonista presencia los servicios religiosos en el cementerio y no puede explicarse por qué familiares y amigos siguen adorando a un dios que acaba de llevarse a un niño ejemplar de doce años. Es un sentimiento que no se atreve a comunicarle a nadie, pero que no lo deja en paz. “…he {Bucky} himself hadn’t dared to turn against God for taking his grandfather when the old man reached a timely age to die. But for killing Alan with polio at twelve? For the very existence of polio? How could there be forgiveness – let alone hallelujahs- in the face of such lunatic cruelty?” (“…él mismo {Bucky} no se había atrevido a tornarse en contra a Dios por llevarse a su abuelo cuando el viejo había alcanzado una edad oportuna para morir. Pero, ¿por matar a Alan con polio a los doce? ¿Por la existencia misma de la polio? ¿Cómo podía haber perdón – por no decir aleluyas – frente a tal crueldad demencial?”)

Bucky, actuando de manera infantil, pero coherente con sus creencias, se convence de la responsabilidad de Dios por todo lo que ha pasado, pero también de la suya, lo que es claramente contradictorio. No puede separarse del sentimiento de que siempre hubiera podido actuar de otra manera para impedir lo peor. Está tan convencido como equivocado. No puede separar la tragedia de un profundo sentimiento de culpa, no puedes soportar la impotencia, no puede soportar la falta de respuestas y por eso embiste también contra Dios: “His conception of God was of an omnipotent being who was a union not of three persons in one Godhead, as in Christianity, but of two – a sick fuck and an evil genius.” (“Su concepción de Dios era la de un ser omnipotente que era la union no de tres personas en una Divinidad, como en el cristianismo, sino dos – un hijo de puta enfermo y un genio del mal.”)

Es de esta irracional conclusión de dónde nace, en mi opinión, uno de los problemas centrales que plantea la novela. Y es explicándola, en voz de Arnie, el narrador, cuando Roth nos muestra de lo que es capaz, de lo profundo que llega exploración de la naturaleza humana. Una de esas reflexiones que explican mucho más que al personaje dentro de la novela; una idea, como la definía Hegel, algo capaz de cambiar tu concepción de la realidad.

“To my atheistic mind, proposing such a God was certainly not more ridiculous than giving credence to the deities sustaining billions of others; as for Bucky’s rebellion against Him, it struck me as absurd simply because there was no need for it. That the polio epidemic amog the children of the Weequahic section and the children of Camp Indian Hill was a tragedy, he could not accept (…) He has to find a necessity for what happens. There is an epidemic and he needs a reason for it. He has to ask why. Why? Why? That it is pointless, preposterous, and tragic will not satisfy him (…) he looks desperately for a deeper cause, this martyr, this maniac of the why, and finds the why in God or in himself or, mystically, mysteriously, in their dreadful joining together as the sole destroyer. I have to say however much I sympathize with the amassing of woes that had blighted his life, this is nothing more than stupid hubris, not the hubris of will or desire but the hubris of fantastical, childish religious interpretation.”

“Para mi mente atea, proponer tal Dios no era de ninguna manera más ridículo que darle crédito a las deidades sosteniendo a millones de otros; en cuanto a la rebelión de Bucky contra Él, me pareció absurdo sencillamente porque no había necesidad para ello. Que la epidemia de polio entre los niños de la sección Weequahic y los niños del Campamento Indian Hill era una tragedia, él no lo podía aceptar (…) Él tiene que encontrar una necesidad para lo que ocurre. Hay una epidemia y él necesita una razón. Tiene que preguntarse por qué. ¿Por qué? ¿Por qué? Que es inútil, absurdo, y trágico no lo va a satisfacer (…) busca desesperadamente una causa más profunda, este mártir, este maniático del por qué, y encuentra el por qué en Dios o en sí mismo o, místicamente, misteriosamente, en la fatal unión de los dos como un único destructor. Tengo que decir que sin importar cuánto simpatizo con el acumulación de tragedias que han arruinado su vida, esto no es nada más que estúpida arrogancia, no la arrogancia de la voluntad ni del deseo sino la arrogancia de una interpretación fantástica, infantil de la religión.”

Némesis, era la diosa griega de la retribución divina, de la venganza, por decirlo de otra manera, contra aquéllos que sucumbieran ante la hybris, la arrogancia frente a los dioses. Una vez que hayan leído la novela, se aclarará también esta acepción del título.

Creo haber sido fiel a mi promesa de no revelar demasiado de los acontecimientos de la historia y es por ello que me he agarrado de la idea que me pareció más atractiva para recomendarles su lectura. El libro, no tengo que decirlo, ofrece mucho más y las últimas páginas son de ésas en las que Roth demuestra que es también capaz de capturar los sentimientos más nobles de los que somos capaces, incluso dentro de la tragedia.