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Peligros bajo techo

Osío Cabrices reseña el capítulo "Tan seguro como una casa" de El triunfo del dinero, de Niall Ferguson

Por Rafael Osío Cabrices | 22 de junio, 2010

No le falta ironía al título del quinto capítulo de El triunfo del dinero: “Tan seguro como una casa”. Tampoco al resto del texto, marcado por la revisión, si se quiere polémica, que propone Niall Ferguson sobre la apremiante necesidad que todos sentimos por tener casa propia.

El capítulo sobre el mercado inmobiliario comienza con el cuento del juego Monopoly, inicialmente creado por una idealista que quería transmitir su visión sobre las injusticias de los grandes propietarios pero que, modificado, se lanzó con gran éxito durante la Gran Depresión. Es un sueño que todos tenemos, y de eso se vale el mercado financiero.

Dice que en inglés se usa la expresión “tan seguro como una casa” para hablar de algo que carece de riesgo, pero también ilustra la fe que solemos tener en que tener casa nos amparará de la pobreza. Aunque hay algo oscuro y riesgoso detrás de eso. Como nos previene Ferguson, “en el mundo de las finanzas la expresión tiene un significado mucho más preciso: significa que no hay nada más seguro que prestar dinero a personas con una propiedad inmobiliaria. ¿Y por qué? Pues porque si dejan de pagar el préstamo, uno les puede embargar la casa. Por algo las tierras y los edificios se consideran bienes ‘inmuebles’, es decir, inmóviles”.

Algo muy interesante de este tema es su lado político. El mercado inmobiliario alimenta burbujas, pero también democracias: los países con más propietarios de vivienda, en 2000, eran Irlanda, Australia, el Reino Unido, Canadá, Estados Unidos, Japón, Francia y Alemania, todos democracias consolidadas, por no decir modélicas. Es algo muy distinto a lo que ocurría en la época en que sólo los propietarios de fincas podían votar, en el siglo XIX.

Ferguson describe el impacto del New Deal lanzado por la administración de Franklin Delano Roosevelt como un antídoto contra la posibilidad de una revolución, que efectivamente parecía ser factible en el encendido Estados Unidos de los años treinta. Entonces, una de las nuevas instituciones creadas por esa política, la FMA, reinventó el mercado hipotecario promoviendo las hipotecas a largo plazo, así como la “democracia de propietarios” del Estados Unidos de hoy (que marginó en principio a los afroamericanos, como vino a corregir el movimiento de los derechos civiles y una ley en 1977 que obligó a los bancos a prestar a los pobres).

El New Deal construyó un país en el que también se hicieron posibles más burbujas y la hoy célebre titularización de las hipotecas, las subprime que aparecieron como la salvación para gente antes marginada del crédito hipotecario, fueron defendidas de manera populista por Bush, y la combinación de acciones perversas y decisiones ingenuas que condujo al desastre.

Ferguson cuestiona la tesis de Hernando de Soto y un poco menos la de Muhammad Yunus en su esfuerzo por relativizar la tradición de apostarlo todo a tener casa. El que se titularice la propiedad de la tierra que se ocupa o el que se sustente un sistema de microcrédito en la compra de vivienda no alcanza para salir de la pobreza, pues no elimina una importante fuente de riesgo, explica Ferguson. Un consejo para tener en cuenta. “Desde Buckinghamshire hasta Bolivia, la clave de la seguridad financiera debería ser una cartera de activos adecuadamente diversificada”.

Al final de este capítulo, Ferguson sugiere que el mismísimo Estados Unidos ignoró ese consejo. Y se pregunta qué consecuencias tiene eso para el mundo contemporáneo. Más exactamente, “¿cuál es el precio, en resumen, de una superpotencia subprime?”. La respuesta es su visión de la economía global y de la emergente China, que despliega en el sexto y último capítulo de El triunfo del dinero.

***

Ferguson cuestiona la obsesión por tener casa propia, pero en el caso venezolano no es sólo una obsesión, sino un consejo de todos los economistas: es una de las pocas inversiones seguras en nuestra economía. ¿Cómo percibe el lector que es nuestro mercado inmobiliario? ¿Cómo evalúa los esfuerzos de algunos venezolanos por invertir en inmuebles en Miami o Buenos Aires? ¿Es la construcción una fuente de empleo y de crecimiento económico tan importante como suele creerse? ¿Existe entre nosotros el riesgo de una burbuja inmobiliaria, a nuestra escala?

Rafael Osío Cabrices 

Comentarios (3)

arsour
23 de junio, 2010

Creo que el articulista, toma el rábano por la hojas, pero deja al lector sin saber de que tamaño es el rábano.

antonio rama
23 de junio, 2010

desde que lei tu articulo en la revista del nacional,( aun lo tengo por ahi ) sobre el escarabajo, me identifique mucho porque yo tambien tuve uno, leo con mucho cariño tus cronicas, ademas que algunas veces son anecdotas que te ocurrieron en valencia,ciudad en que he vivido toda mi vida. que me llegen tus articulos atravez de prodavinchi,es un regalo que no desperdicio. gracias rafael.

joseantoniogonzalez
23 de junio, 2010

Dicen que la realidad es Matematica;y este articulo;no podia ser mas hiper-realista y justiciero con la “economia” disfrazada que se pasea libremente por los diversos confines del mundo.La realidad se hace presente por su peso especifico y por que nos transporta a revisar nuestras raices,el sistema economico del pais que habitamos y la proyeccion de la economia nacional,asi como la nuestra (incluso)por nuestros habitos y costumbres.FELICITACIONES por este articulo de excepcion.

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