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Morella Muñoz, la Morella de Siempre

Estuve en el último concierto donde cantó nuestra diva Morella Muñoz. La acompañé con la guitarra, hacíamos la apertura para el cantante y compositor francés Georges Moustaki en el Teresa Carreño. Fue una de esas veces en que cuando estás en el escenario, piensas: “Estoy en una escena irrepetible, conectado con un mundo diferente”. Sin duda ese día había algo distinto, desde la música hasta por una especie de sexto sentido que me decía internamente que algo iba a suceder. Y así fue. Esa fue la última vez que la voz del canto de pilón, la del Quinteto Contrapunto cantó en público.

Ese día ella cantaba como si emprendiera un viaje sin retorno. Morella sudaba frío y yo pensaba que era la pura adrenalina, pero era otra cosa y ella, como los buenos toreros, aguantó de pie la embestida de la vida. Sentía que las piernas se le iban, sin embargo, no se quejó hasta que terminó su actuación. Apenas cayó el telón diseñado por el maestro Soto, Morella pegó un grito y me dijo: “Aquiles sosténme que se me van las piernas”. Solté la guitarra y fui a socorrerla, casi se cae en mis brazos. Había que ver toda esa humanidad desplomarse ante uno.

La llevamos al médico del teatro, le hizo un examen y concluyó que sufría de unas taquicardias por lo que debía ver a un especialista. Cuando se calmó, tal como era Morella, nos marchamos a comer una paella que para ella era un gran placer, sobretodo, después de un concierto. Quince días más tarde sufrió un Accidente Cerebro Vascular, del cual no se recuperó. Para mí siempre será un honor saber que fui parte de su último instante en un escenario.

Mis encuentros con Morella

Cuando estudié en el conservatorio Simón Bolívar de El Paraíso me hice amigo de su hija Gunilla a través del cornista Juan José Verde, quien es su sobrino y mi compañero de música desde que tocábamos en la orquesta infantil hace ya unos cuantos años. Así es como creo que Morella me adoptó, lo mismo que hizo con una buena cantidad de músicos venezolanos. Esa casa vivía llena de gente, de músicos jóvenes a quienes ella adoptaba de cierta forma y los apoyaba en su carrera. Estos iban desde cantantes líricos hasta músicos folklóricos.

Un día estaba en su casa y me dijo: “¿Qué vas a hacer mañana?”, a lo que le respondí: “Nada”, entonces de la forma tan imperativa como hablaba me dijo: “Te vienes conmigo a dar un concierto gratis en el 23 de Enero”. Yo estaba bien joven, tendría unos 20 años y no podía creer que semejante dama del canto quisiera que la acompañara. Por eso asentí muy asustado porque Morella tenía un temperamento fuerte y me sobrecogía la magnitud del compromiso. Hicimos un concierto de lo más bonito, eso era algo que ella hacía todos los años para la comunidad. Me impresionó la forma como todo el mundo la adoraba. Fue una lección de conciencia social que me quedó marcada de por vida. Que una personalidad como ella, quien era una gloria de las élites culturales de país, tuviera la humildad para pensar en las comunidades mas necesitadas de cultura, mas desfavorecidas a nivel de recursos, solo por el placer de darle amor al pueblo, es un ejemplo que he seguido.

Hay que ganarse el amor por la música, el arte no puede ser solo una acción material. Como artistas hay que estar comprometidos con nuestras realidades.

Entendí que esa forma imponente de su personalidad era pura bulla, lejos de intimidarme musicalmente, se acercaba a mi, me decía: “No corras, no te pongas nervioso, todo tiene un tiempo, deja que la música fluya”.

Generalmente cuando uno está empezando en la música, los artistas de más nivel son agrios con los más noveles. Entendí que uno puede hacer correcciones musicales con el cariño que dan los sonidos. Esa ocasión fue una gran lección, porque el corazón que tenía Morella era tan grande que no cabía en ningún lado, era una verdadera diva del canto, maestra de la vida y un ser humano extraordinario. Así empecé a tocar con ella.

Su guitarrista oficial era Miguel Delgado Estévez, pero cuando Miguel Efrén (como le decimos en familia)  no podía por sus compromisos, ella me llamaba. Ellos eran amigos de muchos años y de Miguel también aprendí  un montón. Hacían un espectáculo con el maestro Zapata en la cátedra del humor que había en la Universidad Central. Morella  muy divertidamente se transformaba en “Azucena del Mar”, una bolerista de los bajos fondos.

Por otro lado, fui parte de su grupo de aguinaldos. Un día Morella me dice: “Esto hay que seguirlo haciendo, porque las tradiciones son importantes”. Yo añadiría al comentario de Morella, que no son sólo nuestras tradiciones, sino nuestras verdades. La gente que como ella se la ha jugado por creer en los valores de una patria, que no es sólo una palabra sino un sentimiento, y no podemos dejarlas en el olvido.

¿Quien era Morella?

La historia de Morella es prolífica y extensa. Su recorrido parte desde sus estudios en la escuela de Santa Capilla, hasta en Roma o Inglaterra. No es un hecho azaroso que el maestro Antonio Estévez la escogió para hacer el disco de seis canciones venezolanas de su autoría. Después de estudiar bel canto en Italia, se ganó el premio de la primavera de Praga, regresa a Venezuela y hace historia en la música venezolana con el Quinteto Contrapunto. Hizo un disco que por mucho tiempo fue para mí una clase de acompañamiento en la guitarra con el maestro Alirio Díaz.

Otro disco fabuloso de Morella es el de canciones infantiles. El disco de aguinaldos, acompañados por Freddy Reyna y Guiomar Narváez, es sencillamente hermoso. Interpretaba el lieder alemán magistralmente, cantaba Schubert, Brahms, Beethoven con la misma facilidad con la que entonaba una gaita de tambora, o una fulía. Tenía una forma única de cantar música tradicional. Para rematar podía interpretar spirituals y boleros. ¿Que más se puede pedir de un cantante?.

Anécdotas

Hay miles de cuentos simpáticos con Morella. Ella era un verdadero personaje. Estábamos tocando en Los Teques y me pegó un grito ensordecedor, me dice: “Aquiles, quítame esos monstruos horrorosos que están enfrente mío”, yo no entendía que quería decir. Se refería a los monitores del sistema de sonido. Supongo que ella alguna vez estuvo en un sitio con un feedback terrible y quedó marcada por eso. Lo cierto es que nunca tocamos con monitores.

Una vez en un carnaval decido disfrazarme de Morella, con la complicidad de sus hijos. Ya me había disfrazado anteriormente de Mercedes Sosa (lo que fue un éxito impresionante), así es que tenía que mantener un alto nivel con el disfraz. Tomé un vestido de ella y una peluca (ella siempre usaba diferentes pelucas), luego Diego me dice que estaba demasiado blanco, por lo que empezamos a colorear de oscuro mi piel cuando llegó Morella y me vio. Empezó a reír y reír, no podía parar y yo tampoco, llorando de la risa me dice: “Estás igualita a mi, solo te falta cantar Yarirokue” (que era una canción pemona que ella interpretaba magistralmente a capella).

Un día me llamó porque tenía que hablar conmigo seriamente. Intrigado voy a su encuentro en medio de una “arepada”. Me dice a la vez que amasaba unas arepas: “Estoy muy molesta contigo, porque estás desperdiciando tu talento haciendo cosas que no están a tu nivel. Tú eres un compositor y tienes que seguir en eso, eres un creador y eso nunca lo olvides”.

En esa ocasión fue muy dura, estaba realmente molesta conmigo y amasaba las arepas con rabia, casi me las comí a regañadientes. A veces es bueno recibir un sacudón. Hoy se lo agradezco donde quiera que esté, pues ése fue el empujón decisivo para que me dejara de tonterías y enfocarme. Desde ese momento, pese al hecho de vivir como músico popular y todas las complicaciones que eso implica, entendí que es importante dejar un testimonio de lo que uno es, sin más pretensión que componer como uno siente. Pareciera que cuando uno se enfoca en lo que quiere, el universo está con uno. Así fue como casi azarosamente, con el apoyo de una gran amigo, el doctor Jesús Eduardo Cabrera, seis meses más tarde estaba grabando mi primer disco.

La música es una disciplina dura por lo que uno tiene que construir una historia personal paso a paso dejando sus huellas. Morella me dio esa lección

Un día por el año 89 o 90, Morella me dice que pase por su casa que tiene una sorpresa y me lleve la guitarra. Llegué y había unos cuantos músicos a la espera de algo, de esa sorpresa. Morella abrió la puerta y apareció Juan Luis Guerra con todo el 440 , quienes querían escuchar música venezolana. Para eso Morella y Gunilla habían organizado una fiesta. No tienen idea de lo que fue eso.

Pienso que esa fue una de las rumbas más impresionantes en donde he participado en toda mi vida. Terminamos con el propio Juan Luis en la calle bailando “Calipso del Callao” en una comparsa inolvidable. En esa ocasión tuve la oportunidad de hablar con el creador de “Amor de conuco”. Me comentó que empezó a hacer música vocal inspirado en el Quinteto Contrapunto y por eso estaba tan emocionado de conocer a Morella.

Cuando las personas le dan amor a los otros, se produce un efecto recíproco. Un tiempo antes de Morella falleciera se le hizo un homenaje en el Teresa Carreño organizado por su hija y otro amigo, un ser humano extraordinario: Miguel Angel Bosch. Ése fue un concierto hermosísimo en donde los amigos de Morella le rendimos tributo a quien fuera una de las glorias del canto venezolano. No creo en placas, ni en premios, ni en cualquier otro reconocimiento que no sea sentido. Ese concierto fue inolvidable, por el amor de la gente hacia ella. Creo que fue el mejor regalo que se le pudo hacer, a una persona que lo dio todo por la música en Venezuela.

El Legado

Morella fue una cantante diferente a las que conocí en esa época. Era sumamente versátil, quizás tenia la visión de un universo multicultural que ahora es que se está tomando en cuenta. Nunca sentí que tuviera esos prejuicios que tenemos los músicos con una u otra música. Era una persona que podía cantar la Novena de Beethoven un día, al siguiente hacer un concierto de aguinaldos y al otro día encarnar a “Azucena del Mar”, para luego interpretar junto a Franco de Vita.

Sus hijos también han dejado su huella. De tal palo tal astilla. Gunilla es una excelente productora musical, mi hermana de siempre, un ser humano muy especial, madre de dos niños hermosos. Su hermano Diego es sencillamente un bárbaro de la percusión. Morella siempre decía que Diego era un genio, a lo que todos nosotros decíamos que no le dijera tanto, que se podía endiosar. La verdad es que ella tenia la visión que muchos otros no tuvimos, todos nosotros creíamos que eso eran exageraciones de madre. Diego Álvarez Muñoz es uno de los percusionistas mas impresionantes que he visto en toda mi vida, una gloria mundial de la percusión y un orgullo de los músicos venezolanos. Diego es un genio.

Una Elegía

Con la distancia los recuerdos pasan a ser visiones en la memoria, pero hay constantes que hacen de esos recuerdos las cosas hermosas de la vida. El recuerdo de Morella siempre estará ahí, en ese lugar de la memoria en donde están su forma de cantar, su fraseo alargado que parecía que se escapaba al compás y sin embargo estaba adentro del mismo. Su inteligencia musical, su amor por nuestra cultura, su voz que acaricia todavía a mi nostalgia. Maestra de la música y de la vida, te quedaste en mi corazón.

Morella por siempre Morella.

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http://www.youtube.com/watch?v=M7V3G4_pQpY&feature=related