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La invención del dinero

En El triunfo del dinero: cómo las finanzas mueven el mundo, el historiador escocés Niall Ferguson arranca de una conmoción global, la última súper crisis financiera, la mayor desde la de 1929, cuyos efectos aún mantienen aplastada a parte de la economía mundial.

Identifica los temas que más sonaron en la inmensa cobertura periodística del escándalo, y los usa como puntos de partida para construir un relato que comienza con los cimientos de la civilización y se extiende hacia este presente nuestro tan incierto.

En el primer capítulo, “Sueños de avaricia”, Ferguson se dedica a contar la historia del dinero mismo, como invento, y además, del préstamo, del crédito que ha sido nada menos que el motor de toda la economía del mundo, y por tanto de las mayores transformaciones.

En su primer avance hacia las profundidades de la tesis que ha adelantado en su introducción, la de que con todos sus excesos e injusticias las finanzas han sido el combustible del progreso humano, Ferguson viaja unos cuantos milenios atrás para encontrar unas pocas grandes historias que nos permiten entender cómo las sociedades con dinero vencieron, conquistaron e influyeron sobre las sociedades sin dinero.

Uno nunca se cansa de leer la admirable (y no menos triste) historia de cómo la tropa de Francisco Pizarro venció a los incas y luego la Corona española se hizo monstruosamente rica con la plata del Cerro Rico del Potosí. Pero, ojo, esto no es Las venas abiertas de América Latina; Ferguson se ciñe a los hechos, indiscutiblemente duros, pero su interés no es tejer un lamento por los indígenas sacrificados sino transmitir el punto de cómo el dinero fue un invento capaz de hacer una civilización más competitiva que aquellos que carecían de él, como ocurrió con la pólvora, algo mucho más conocido.

Luego va a los comienzos del dinero: los metales, las primeras monedas, que surgieron antes de Cristo en el Mediterráneo pero que escaseaban, cosa que en la Edad Media indujo a emprender las Cruzadas, además de la búsqueda de una ruta más corta hacia las especias.

De hecho, el Cerro Rico del Potosí ayudó a España a crear la primera moneda mundial, estandarizada, el real de ocho o peso duro (basado en el taler que luego se convertiría en el antepasado del dólar), que financió guerras y empresas. Hasta que produjo inflación. Si al lector le suena esto de algo, verá que tiene razón ante lo que dice Ferguson en ese capítulo.

“Extrajeron tanta plata para pagar sus guerras de conquista”, escribe sobre los españoles de entonces, “que el valor del propio metal –esto es, su poder adquisitivo en relación con otros bienes- descendió de manera drástica. Durante la llamada ‘revolución de los precios’ que afectó a toda Europa desde la década de 1540 hasta la de 1640, el coste de los alimentos –que durante trescientos años no había mostrado ninguna tendencia al alza sostenida- experimentó un notable ascenso (…) Dentro del propio territorio español, la abundancia de plata actuó también en el sentido de lo que modernamente se conoce como ‘la maldición de los recursos’, similar a lo ocurrido con la abundancia de petróleo en Arabia, Nigeria, Persia, Rusia y Venezuela en nuestra época, eliminando los incentivos para una actividad económica más productiva y fortaleciendo al mismo tiempo a los autócratas ávidos de renta a expensas de las asambleas representativas (las Cortes, en el caso español)”.

Por supuesto, habla también de las tablillas de arcilla de Mesopotamia, en las cuales se inventó la escritura siguiendo la necesidad de llevar cuentas. Luego, cómo Fibonacci trajo la matemática india y árabe a la Italia medieval, superando con eso la poco práctica numeración romana, y cómo los avispados banqueros florentinos –unos personajes muy importantes en este libro- aprendieron a dispersar el riesgo de sus operaciones prestando y cambiando.

El paso siguiente fue que algunos bancos del norte de Europa aprendieron a su vez que podían usar parte de sus reservas para prestar, creando base monetaria. A partir de ahí surgen los bancos centrales y la complejidad resultante de la emergencia de un sistema financiero verdadero hizo posible la Revolución Industrial.

El primer capítulo de El triunfo del dinero muestra lo que pasó cuando el dinero evolucionó para convertirse no en la representación de un lingote, sino de sí mismo: el mundo cambió. Y nos deja a sus lectores con ganas de pasar de inmediato al capítulo siguiente.

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Muchas cosas podemos conversar a partir de este primer capítulo de El triunfo del dinero. Se nos dice continuamente que “el dinero no trae la felicidad”, y más recientemente, que “ser rico es malo”. De distintos sectores tradicionales mana una opinión negativa sobre el dinero en sí mismo. ¿Puede eso influir en la prosperidad de un país? Ferguson también hace alusión a la “maldición de los recursos” y menciona a Venezuela. En efecto, el modo en que usamos y hemos usado el petróleo ha sido una discusión central en este país desde hace casi un siglo, pero ¿hemos aprendido algo, al menos en lo que a parte de la ciudadanía se refiere, o seguimos pensando masivamente en que debemos luchar por salir bien parados en la repartición de la renta petrolera, en vez de encargarnos de producir otra renta por nosotros mismos?

Foto: doug88888