Artes

Yendo de la cama al living

Gustavo Valle sobre el amor, el sexo y el discurso político

Por Gustavo Valle | 15 de abril, 2010

Romario, el futbolista brasileño, declaró recientemente haber utilizado los vestuarios del mítico estadio Maracaná para hacer el amor con su novia.

Bravo por Romario.

Bill Clinton, el ex presidente del saxo alto, consiguió que el Salón Oval de la Casa Blanca se identificara con algo muy distinto a la dominación planetaria o al estallido de una tercera guerra mundial.

Bravo por Clinton.

Si hacemos un ejercicio de especulación criolla, resulta fácil imaginar las veces que funcionarios o legisladores debieron refocilarse en los despachos y oscuros rincones de nuestra excelentísima Asamblea Nacional. O en los Ministerios. O en las Alcaldías. O en las Gobernaciones. O en los sobrios espacios del todopoderoso Círculo Militar. De sólo pensar en aquellas gigantescas paredes adornadas con los voluptuosos cuadros de Pedro Centeno Vallenilla, es fácil comprender que un funcionario, por mayor compromiso patriótico que éste tenga, se vea en la tentación de abandonar sus tareas revolucionarias para ocuparse de las carnales.

Bravo por los funcionarios.

No creo ofender a nadie con estas cándidas hipótesis, pues estamos hablando de una república donde se enarbola el amor como consigna política. Y en un país tan calenturiento como el nuestro, tan proclive a la cachondez endógena, levantar el amor como un puño en alto puede resultar riesgoso.

Si este gobierno tuviese más poder de convocatoria y fuese verdaderamente escuchado por todos los venezolanos, dicha consigna habría sido obedecida a extremos alarmantes. Una especie de Club Med en versión nacional, o Woodstock vernáculo ya se habría adueñado de las calles, y en los lugares menos apropiados (pistas de aterrizaje, cámaras frigoríficas, notarías, atiborradas salas de emergencia quirúrgica) el pueblo haría el amor.

Pero ese no es el caso.

Alguna vez dije que un país sin industria pornográfica era un país en problemas. Como estímulo adicional a nuestra pujante industria cinematográfica, habría que pensar en un subsidio para el desarrollo de películas triple equis. Talento hay de sobra. Lo que falta es voluntad política. Además, nos guste o no, la pornografía tiene la virtud de sublimar las pulsiones más primitivas de una sociedad y asigna un lugar delimitado al cavernícola que somos, dejando al homo sapiens (que a veces también somos) al frente de los asuntos más importantes.

No quiero que se me malinterprete. Una cosa es el amor, y otra la pornografía. Una cosa el cielo, y otra Venezuela. Llegados a ese punto es preferible que, desde la perspectiva de la proclama política, nos hablen de sexo y no de amor, pues la sexualidad se revela en lo desnudo, mientras que el amor, como la rosa, se engalana.

De modo que un gobierno que quiera hablarle francamente al pueblo debe hacerlo desde la retórica del sexo y no desde la retórica del amor. Va un ejemplo: recuerdo aquel personaje de una de las Aguafuertes porteñas de Roberto Arlt que en plena campaña electoral hablaba de esta forma a sus votantes: “Señores, aspiro a ser diputado porque aspiro a robar en grande y acomodarme mejor. Mi finalidad no es sacar al país de la ruina en la que lo han hundido las anteriores administraciones de compinches sinvergüenzas; no, señores, no es ése mi elemental propósito, sino que íntima y ardorosamente deseo contribuir al trabajo de saqueo con que se vacían las arcas del Estado, aspiración noble que ustedes tienen que comprender es la más intensa y efectiva que guarda todo hombre que se presenta a candidato”.

Admirable. Un discurso desnudo, franco, generoso, espontáneo, sin ropajes. ¡Que nuestros dirigentes nos hablen así de una buena vez! ¡Eso es lo que más necesitamos!

Y en cuento al amor, pues es preferible dejarlo para la experiencia maravillosa de la inmensidad íntima, resguardarlo de los oscuros comercios de la arenga pública, atesorarlo en la más hermosa de nuestras facultades naturales. Cuando el amor se convierte en una pieza más de la mecánica del poder, en un palabra más de su retórica, es como si lo sustrajéramos de su órbita expansiva para llevarlo maniatado al centro de las arenas de un circo, donde será devorado por los leones.

Bravo por el amor.

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Foto: gritos_del_silencio

Gustavo Valle Autor de los libros "Materia de otro mundo" (2003), "Ciudad imaginaria" (2006), "La paradoja de Itaca" (2005), "Bajo tierra" (2009) y "El país del escritor" (2013). Ganó la III Bienal de Novela Adriano González León y el Premio de la Crítica.

Comentarios (11)

Alonso García
16 de abril, 2010

¡Vaya, Valle! Qué buena manera de plantearlo. Siempre es refrescante toparse con tus historias para empezar el día. Sigue escribiendo así de bien, pero de vez en cuando escribe algo malo para uno poder sentirse menos miserable.

krina
16 de abril, 2010

Bravo Gustavo!!! Excelente, sin más palabras

Ynés
16 de abril, 2010

Buena nota. Gustavo se te olvidó la famosa expresión “esta noche te doy lo tuyo”, que permitió que mi padre en sus ochenta y tantos años, me dijera: hija, eso no habla bien de un presidente.

Samuel González
16 de abril, 2010

Amigo:

¿podríamos decir, entonces, que lo que hasta ahora nos han dado nuestros políticos ha sido la más burda, aterradora y vulgar pornografía desde sus retóricas? ¿O ni siquiera con lo pornográfico puede llegar a compararse lo que nos han dado?… Quén sabe.

Dejado aparte el asunto del amor, que debe permanecer en lo íntimo, como tú sugieres, el paralelismo entre sexo franco, desnudez y discurso político sería un novedoso método de educación para dirigentes, un ítem en el pensum formativo de los liderazgos, una ética, una economía y, por qué no, también una estética. ¡Mira tú para todo lo que puede dar esto!

Un gan abrazo.

János K.
16 de abril, 2010

He estado cerca de la política. He visto a los políticos mentir. He visto a políticos acomodar su discurso a lo que la gente opina. Eso no quiere decir que no se necesiten políticos o que no se necesite a la política. Me uno a tu llamado de un poco más de sinceridad y de honestidad. Y por la gente, un poco más de pensamiento crítico.

p.s. All you need is love, but not in politics.

P. Cuellar Alvarado
16 de abril, 2010

pero es que no hay industria porno en parte porque la “importamos” ilegalmente con la piratería, los dvd quemados y downloads de internet. fíjate que la matriz (le decían la Matrix, o Camboya) de los comerciantes informales quedaba en los sótanos del Centro Simón Bolívar, es decir, en la propia colmena de ministerios. No es alegoría, es cierto. Tenían las máquinas duplicadoras de CD y DVD encendidas todos los santos días, emitían sonidos de ultratumba. Pero eso ya pasó, ya los desalojaron. sin embargo, te imaginas todos esos años conviviendo allí, los ministros o cualquier alto cargo bajaban o mandaban al motorizado a que le comprara su rakita en sótano, caleta, y sanseacabó. nuestra carnalidad está pirateada, qué chimbo

gustavo valle
16 de abril, 2010

!Vaya, García! se agredecen los cumplidos. Krina: me alegra que te guste mi Charly García. Ynés: esa expresión debería pasar directa al Archivo General de la Nación. Samuel: tienes razón, desde Freud para acá, estos temas lo salpican todo. János: Ah, John Lennon! Cuellar: “nuestra carnalidad está pirateada”, qué vaina! Gracias por sus comentarios y saludos!

Mari
16 de abril, 2010

Disfrute mucho tu artículo Gustavo de verdad que todo tiene su lugar en las sociedades y quien quita de repente alguien toma la batuta para “enriquecer” el cine venezolano…En todo caso divertido el artículo y ni tan lejos de la verdad. La pasiones del ser humano pueden tomar tantas y tan distintas direcciones.

er cholo
17 de abril, 2010

WOW WOW WOW, excelente

Irene Lucena
18 de abril, 2010

jajajajajajajajajajaja buenísimo!!

mamifunk
18 de abril, 2010

Tan bueno, que ya los comentarios fueron dichos.

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