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El insoportable peso de la levedad

Soy amante de las relecturas. No tengo nada en contra de la nuevas propuestas, y cada vez que puedo intento conocer lo que se está escribiendo en mi tiempo; pero de una u otra forma, siempre termino regresando a una lectura pretérita, algún autor ya consagrado, cierta narrativa especial que tiene la particularidad de ofrecer diferentes interpretaciones con cada nuevo acercamiento. Es lo que me ha sucedido con La insoportable levedad del ser.

Volví a la historia de Kundera, principalmente, debido a la relación entre los personajes principales, la velada ternura de Teresa, las tribulaciones de Tomás, el distanciamiento afectivo de Sabina, el idealismo de Franz; cuatro visiones tangenciales que permiten un análisis redondo sobre un tiempo y un espacio definido, aunque camuflado entre las emociones descritas. El autor aprovecha para llevarnos de la mano a través de sus reflexiones existenciales y filosóficas, dejando que al final cada lector se identifique con uno o más de los protagonistas. Punto aparte, opino que el espacio en la novela funciona como un personaje más, con sus contradicciones y matices propios, rara vez establecidos.

La acción transcurre en la Checoslovaquia que se enfrenta a la invasión soviética, una nación partida en dos entre su nacionalismo y la indefensión ante una potencia agresora. Los personajes viven sus historias particulares con este oscuro telón de fondo para sus emociones y vivencias. Y digo que la presencia bélica puede ser un protagonista más porque de una u otra forma es la invasión comunista lo que propicia cada una de las posteriores decisiones. ¿Por qué acepta Tomás el trabajo en Suiza? ¿Por qué regresa Teresa a Praga, cámara fotográfica en mano? ¿Por qué Sabina se embarca en una serie de mudanzas para alejarse del sentimentalismo? ¿Qué impulsa a Franz a buscar una utópica absolución en Camboya? A lo largo de la novela, el autor logra disponer una telaraña de argumentos y visiones de manera tal que sus personajes puedan desenvolverse sobre esto que llamo telón de fondo, escenario, piso narrativo, y que no es otra cosa que el acoso comunista, la sensación oscura de supervisión continua a que son sometidos cada uno de ellos y que los obliga a adoptar otra forma de ser, de relacionarse, de decidir, incluso de hablar.

Lo asombroso del caso es que pareciera que La insoportable levedad del ser se concentrara sólo en las respuestas emocionales de Tomás, Teresa y los demás, cada una de sus consecuencias inmediatas, dejando que la ocupación soviética sea no más que una excusa, un entramado casual para conducir la historia. Pienso que no es así. La crítica del autor está presente en cada página, quizás de forma velada en algunos fragmentos, muy abierta y descarada en otros; pero siempre encima de los protagonistas, sobrevolando sobre sus reacciones. Es por eso que me refiero a ella como un  personaje más.

Lo interesante de las relecturas, y lo que me ha sucedido con esta novela, es el tropiezo con algunos párrafos esclarecedores, líneas que ahora brillan con luz propia debido a las segundas, terceras y sucesivas interpretaciones que uno hace como lector. Subrayé un fragmento específico:

La evaluación y el examen de los ciudadanos es una actividad permanente, la principal de las actividades sociales en los países comunistas. Si a un pintor se le ha de autorizar una exposición, si un ciudadano debe obtener un visado para poder ir durante las vacaciones al mar, si un futbolista debe formar parte de la selección nacional, primero hay que reunir todos los dictámenes e informes sobre él (de la portera, de los compañeros de trabajo, de la policía, de la organización del partido, de los sindicatos), luego éstos son analizados, sopesados y resumidos por funcionarios especiales designados para esos fines. Pero aquello de lo que hablan esos dictámenes no se refiere a la capacidad del ciudadano para pintar, jugar al fútbol o a si su salud necesita que pase las vacaciones junto al mar. Se refiere única y exclusivamente a lo que se dio por llamar perfil político del ciudadano (o sea, a lo que el ciudadano dice, a lo que piensa, al modo en que se comporta, a si participa en reuniones y en manifestaciones del primero de mayo). Dado que todo (la vida cotidiana, la carrera profesional y hasta las vacaciones) dependen de la evaluación que se haga del ciudadano, todo el mundo (si quiere jugar al fútbol en el equipo nacional, exponer sus cuadros o pasar las vacaciones junto al mar) tiene que comportarse de modo que la evaluación sea positiva.

Me quedé pensando en las doctrinas políticas, los cambios gubernamentales, la idea creciente de agruparnos bajo la égida de los consejos comunales en cada sector y comunidad. Sé que no hemos alcanzado ese nivel totalitario pero, ¿cuánto falta antes de que podamos reconocernos en ese sencillo fragmento? ¿No se supone que ahora todos los ciudadanos deben solicitar sus trámites a través de la directiva de su consejo comunal? Poco a poco, hemos ido perdiendo nuestra individualidad, esa singularidad que nos identifica a cada uno, para convertirnos en un número más dentro de una amalgamada marea roja. Ahora es muy difícil hacerse oír en alguna oficina pública, se pide de antemano la carta comunitaria que respalda la petición, el grupo político que respalda la propuesta.

A finales del año pasado, con motivo de uno de esos fastidiosos trámites burocráticos, se me pidió una carta de buena conducta. Hice como tantas otras veces: busqué un par de amigos, pedí la solvencia en la prefectura; pero no esperaba la respuesta del funcionario: me indicó que debía tramitar mi solicitud a través del consejo comunal de mi parroquia. Me quedé mudo. Corrí con la suerte de que en mi sector no existe la virulencia que se detecta en otras zonas, pero la idea contraria se mostró rezagada: ¿qué habría sucedido si el consejo comunal decidiera no concederme la solvencia? ¿Qué pasa con los que no nos mostramos afectos a la política gubernamental? ¿Quiénes somos jurídicamente?

Hoy, en una revista, leí unas líneas de Italo Calvino, sobre su trabajo en Seis propuestas para el nuevo milenio, y pensé que se ajustaban perfectamente a nuestra situación: “la búsqueda de la levedad como reacción al peso de vivir”.