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La herencia de la tribu

En un conversatorio que tuvimos Ana Teresa Torres  y yo, en la librería Kalathos, el 24 de enero pasado, a propósito de su último libro La Herencia de la tribu. Del mito de la Independencia a la revolución bolivariana, publicado por la Editorial Alfa en noviembre del año 2009, me referí a los siguientes puntos para dar inicio a la discusión del contenido del libro:

1) Ana Teresa piensa, ella sabe pensar. Muchas veces le comento algo y ella me oye detenidamente y me dice: “sí, puede ser”, o “no, no me parece”. A veces es tajante. Si leyeron el libro, ya se habrán dado cuenta de que Ana Teresa no hace concesiones. En tales casos, utiliza una expresión muy suya y muy venezolana a la vez: cuando no está de ninguna manera de acuerdo con lo que uno le dice, agrega simplemente: “no, eso no te lo compro”. Y lo piensa, y te llama después para decirte lo que pensó del asunto. Bueno, este es un libro en el que ella piensa, analiza el pensamiento de los venezolanos. Pensar es difícil y si se piensa acerca de un tema tan complejo como la mitología de un país, no se puede confiar a la memoria. Lo pensado debe pasar al registro de la escritura. Y la escritura supone un segundo tiempo: el que escribe piensa dos veces, o tres o cuatro. Debe trazarse una “estrategia discursiva”, tener un “estilo”. Así, la escritura asienta el pensamiento y permite su transmisión.

Pero Ana Teresa no sólo piensa sino que pone a pensar a los que la rodean. No se conforma con opiniones o pareceres, te obliga a pensar, a argumentar, a indagar. Por eso es tan excelente amiga: te saca lo mejor de ti. El poeta Juan Ramón Jiménez dice en un verso: “Yo quiero de ti, tu mejor tú”.

2) El pensamiento, la función y el resultado de pensar se inscribe en una tradición (histórica, política, poética…). Con este libro, descubrimos que había muchos venezolanos que pensaron en los mitos que nos constituyen como nación. La lectura de La Herencia de la tribu revela entonces que algunos miembros de la tribu pensaron en su herencia mítica. Y son muchos, verdaderamente. Las numerosas citas del libro, no sólo revelan que Ana Teresa leyó casi todo, por no decir todo lo que había que leer, sino que revelan una tradición del pensamiento en Venezuela: pensar sobre cómo pensamos los venezolanos. De muchas cosas nos damos cuenta leyendo el libro. Particularmente, se me hizo claro nuestro afán por comenzar siempre de nuevo, nuestras dificultades para continuar y sostener un quehacer en el tiempo. Lo importante del libro ha sido mostrar esa tradición del pensamiento hasta hoy. Basta recordar algunos de los títulos que se han publicado recientemente y que van en la misma onda: Pensar en Venezuela de José Balza; Venezuela, el país que siempre renace de Gisela Kozak, La sumisión política de Miguel Angel Campos y el pensamiento poético de Yolanda Pantin, la Condesa de Turmero, plasmado en ese libro hermoso y conmovedor que se llama País

Así que las citas y referencias de La Herencia de la tribu no son sólo para satisfacer el criterio de autoridad, también nos hacen participar en el estudio de la mentalidad de los venezolanos. De ahí esa especie de alivio y de confianza que produce la lectura del libro (aunque sabemos que Ana Teresa no escribió el libro para eso). Vamos bien, nos decimos al leer, estas reflexiones tienen un camino recorrido, pero qué bueno que alguien ordene ese pensamiento, ponga orden en la casa de la tradición y nos la devuelva sistematizada, comentada y ampliada. A nosotros no nos queda más que adentrarnos en el conocimiento que nos devela La Herencia de la tribu.

3) Lo tercero es que vivir comandado o dirigido por un mito (o por varios) es lo peor que nos puede pasar como individuos o como sociedad. A nosotros nos pueden parecer bellos los mitos, el mito del Ave Fénix que renace de sus cenizas nos puede emocionar incluso, pero un país que cada cierto tiempo se vuelve ceniza y tenga que renacer a cada rato con un hombre nuevo también, es patético. Porque el mito, como bien lo señala Ana Teresa es un relato construido para movernos a actuar, el mito debe provocar una acción. Por eso la palabra del mito es de graves consecuencias. El mito de Orfeo y Eurídice es uno de los más bellos relatos que ha producido el mundo griego, pero que un hombre se crea Orfeo y vea en la mujer a una Eurídice que él debe rescatar del infierno, es grave, muy grave. Lo menos que puede encontrarse en la vida es con una zombi o con una vampira, porque un mito lleva a otro mito, y éste a otro, y a otro, como bien lo muestra el libro de Ana Teresa: del mito del héroe pasamos al de la guerra, de ahí al del hijo sacrificado, al padre amado, de ahí a la traición o a la fidelidad, al suelo del cuerpo amado de la patria, y de ahí al mito del subsuelo maldito, al excremento del diablo, et., etc… El mito te atrapa en una red mítica y generalmente no te deja pensar, pero te conmina a actuar.

Antes de enviar este comentario a Prodavinci quisiera agregar un cuarto punto: pienso que La Herencia de la tribu es como un espejo que nos pusieran delante, un espejo que refleja no la apariencia, no lo que ya sabemos de nosotros mismos, sino lo que ignoramos, bien porque no ha sido dicho o porque ha sido mostrado sólo en partes o fragmentariamente. La Herencia de la tribu reúne los pedazos del pensamiento mítico venezolano y nos muestro lo oculto, lo ignorado o desconocido que nos gobierna. Tenemos que confesar que hay ciertas cosas de nosotros que no queremos ver. Eso le pasa a la mayoría de la gente, a la mayoría de los pueblos. Como Ana Teresa es escritora y psicoanalista, ella sabe encontrar el tono y la manera de mostrarnos esas partes de nosotros que rechazamos: la melancolía, nuestros duelos no cumplidos, la perenne frustración de no ser como imaginamos y la creencia en un destino excelso que nos espera, entre otras dolencias.  Pero qué gratificante saber que, a pesar de todos los oráculos que oímos continuamente, a pesar de ese heroísmo permanentemente exaltado, a pesar de la machacosa permanencia de un pasado (heroico) que nubla y paraliza el presente, la obra consecuente y tenaz de la civilidad, de los civiles, construyó por encima de todo ese fragor, una república.

Ahora vemos más claro en nuestra historia. El libro habla de patrones, de modelos, de conductas y sentimientos aprendidos. Cuánto apacigua saber que nada ocurre repentinamente y por azar. Los acontecimientos se explican, tienen una historia. Con la lectura de La Herencia de la tribu comprendemos que, del mito de la independencia al mito de la revolución bolivariana, el camino sigue unos trazos establecidos, es una ruta que ya conocíamos. Faltaba que alguien nos la hiciera ver. Faltaba completar los estudios económicos, sociológicos e históricos que explican la situación del país en el presente. Faltaba lo más importante quizás: el estudio del mito que sostiene a este país. Y Ana Teresa nos da las claves. Porque el mito es el lugar donde los sentimientos y las emociones se anclan, sólo cuando el mito se devela deja de serlo y nos adueñamos de nuestra historia. Gracias, Ana Teresa.