Por Jesús Fuenmayor | 5 de diciembre, 2009

Paso por allá

Por Jesús Fuenmayor

Es cierto. Tal y como han venido insistiendo los que ejercen el rol de críticos de arte en nuestro país lo más preocupante del panorama artístico actual es el declive y futuro incierto de nuestros museos, otrora modelo de excelencia continental. Pero, a juzgar por el clamor casi unánime de las “voces agoreras” de esta crítica de nuevo cuño, lo único que nos quedaría es lamentarnos por la aridez de nuestra institucionalidad cultural estatal, porque los espacios independientes que han surgido (precisamente a raíz de las carencias gubernamentales) están sometidos a los intereses “perversos” del mercado.

En este panorama actual de las artes en nuestro país y ante aquel desierto gubernamental y de la crítica que parece no estar interesada en hablar de ello, siento la necesidad de un debate sobre el rol de la tan vilipendiada iniciativa independiente en el campo cultural. No estaría mal, incluso, empezar por una suerte de igualación de términos que nos ahorre tanto malentendido inane. La discusión aparece incluso desde la nomenclatura más apta para los espacios independientes, o alternativos, este último el término de uso más difundido. ¿Qué es un espacio independiente? ¿Qué cosa uno alternativo? Yo mismo y a partir de lo que Gerardo Zavarce llamó “Espacios de Gestión Independiente”, he intentado promover la sustitución de “Espacios Alternativos” por “Espacios de Acción Independiente”, acuñada por José Antonio Navarrete. Le tengo, he de confesar, una alergia casi procaz al término “alternativo”: condena a la inmovilidad del margen a quien recibe la etiqueta así como lo condena a una construcción demasiado pasiva de su subjetividad. Me siento mucho más afiliado al término “independiente” porque es un término que sugiere una cierta agilidad para moverse entre los márgenes*. A falta de mejores nombres, nos hemos acostumbrado a intercambiar libremente estos dos términos en Venezuela para referirnos a un tipo de espacio cuyo destino principal es el de mostrar y debatir sobre el arte producido en la actualidad: o eres “Espacio Alternativo” o eres “Espacio Independiente”. Y en ambos casos, (si se trata de casos distintos, como prefiero pensar) la dependencia de la búsqueda de recursos económicos por fuera de la estructura estatal que debería proveerlos sin mediar cooptación, ha marcado el trabajo que se hace como “dependiente” del mercado. Pensé que una frase como esta nunca la iba a escribir, pero ahí va: Es cierto que la independencia es relativa (Dios! Lo dije). Y que la lógica del mercado puede ser implacable, cierto. Pero en nuestro contexto actual a mi me parece una verdadera bendición que una comunidad artística violentada y vulnerable este recomponiéndose gracias, sobretodo, a la iniciativa privada desde donde salen los recursos para la cultura independiente.

A mi, por ejemplo, en Periférico Caracas (el espacio que dirijo desde hace cuatro años), jamás me han prohibido exponer esto o aquello, ni me han impuesto políticas programáticas (podemos hacer colectivas o individuales, muestras de artistas de todo el espectro político, así como de géneros, clase y razas, con o sin distinción). Nuestro dilema es más bien entre la reivindicación de nuestra condición “periférica” sin quedar atrapados en la subalternidad. Admiro profundamente que la iniciativa privada siga comprometida con nuestro quehacer cultural y que aquello que no han adquirido nuestros museos en la última década sea pensado como valioso desde la visión de algunos particulares, quienes ejercen una actividad patrimonial con la mirada puesta en la preservación de nuestra memoria para aquellos que no la tienen. Creo que un cambio tan importante como la recesión de la hegemonía oficialista del cinetismo (sin ir en detrimento del valor individual de sus protagonistas) en favor de una generación que ha esperado demasiado para ser atendida (me refiero a nuestros artistas pos-cinéticos, mal conocidos como seudo-conceptualistas) se está dando finalmente al resguardo de esa “dependencia del mercado”. Que ya sea un lenguaje común en las exposiciones de los artistas surgidos de los años 90 para acá una visión crítica del legado modernista, sólo ha sido posible en el rango de los espacios independientes, porque en los otros, donde podrían haber acompañado al discurso político del gobierno si fuera auténtico, no han tenido la más mínima cabida.

No quiero extenderme en una lista infinita, así que, en resumen, como dicen nuestros críticos, acá no está pasando nada que no sea el desmoronamiento de los museos.

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* No olvido el uso dado a este término en la “IV República”: independiente era la manera respetuosa con la que se le denominaba a nuestros actuales “ni-ni”, un signo claro del cambio de los tiempos.

Jesús Fuenmayor 

Comentarios (3)

Felix Suazo
5 de diciembre, 2009

Hola Jesús. Efectivamente, los llamados espacios “independientes” o “alternativos” hacen lo que pueden, frente a la flagrante contacción de la institucionalidad cultural en nuestro medio. Como también es cierto que, para algunos, ese hacer está bajo sospecha, dada su dependencia de las variables del mercado. Sin embargo, eso es sólo una parte del problema, seguramente motivado por las ambiguedades terminológicas que señalas a propósito de la acción “independiente” o “alternativa”. A mi modo de ver, lo “alternativo”, lo “independiete” (o lo “autogestionado”) no tienen nada que ver con el “desinterés kantiano” y, por tanto, su definición no debería supeditarse a la cuestión económica (aún cuando esta representa un condicionante ineludible), sino a la naturaleza y contenido de estos emprendimientos, es decir, a los propósitos que los animan y las estrategias de circulación que están ensayando, en medio de las limitaciones, conflictos y ansideades que están teniendo lugar en la escena artística contemporánea del pais. En tal sentido, lo “alternativo” o lo “independiente” en nuestro medio no deberían verse como la reproducción “en positivo” o como el reverso de una política cultural fallida, sino como una opción crítica destinada a la proyección de la diferencia. Claro: la pregunta es si todos los llamados espacios alternativos o independientes cumplen o se plantean un cometido semejante. Y esto, por supuesto, es otra discusión. Ciertamente, tu artículo destapa una cuestión que hay que revisar, más allá de la autocomplacencia y con mucha precaución no vaya a ser que estemos aputando en la dirección equivocada y acabemos encerrados en el propio guetto del cual se pretende salir. Incluso en el caso hipotético de que las políticas públicas fueran óptimas, los espacios “alternativos” o “independientes” deberían jugar un papel “disidente” (o “no alineado”), respecto al modelo oficial. Mis saludos F.

Jesús Fuenmayor
9 de diciembre, 2009

Félix: en donde fue que dije que nosotros, los ni-ni, somos el reverso de algo? donde dije que nuestra misión no es producir diferencia? Wow (me gusta escribir wow porque suena “diferente”)… lo digo en mayúsculas: NO SE PUEDE PRODUCIR DIFERENCIA DONDE NO SE PRODUCE O HAY IGUALDAD. LO DIJE, OTRA VEZ. Para mi el dilema no es el de consolar a los perdedores: la demagogia se la dejo a los políticos de carrera. El diálogo entre lo diferente y lo igual no es un territorio de opuestos, Félix, por favor. Si no nos encontramos en algún punto, así sea desesperado y conflictivo,¿qué hacemos escribiendo estas sandeces?

Isadora Donadio
25 de diciembre, 2009

Los párrafos de Fuenmayor se dirigen al problema desde un pretexto interesante (cierta ambiguedad terminológica). Pero hay que entrar más: cómo se articulan estos espacios con los artistas? cómo median entre los artistas y las iniciativas privadas? Las galerías serias (no conozco ninguna en venezuela) se ‘casan’ con los artistas que apoyan; antes de apoyarlos los estudian bien, van viendo sus trayectorias expositivas con cuidado. Las galerías que yo conozco en Venezuela no funcionan así; en cambio, buscan vender y punto, no se organizan desde la idea de apoyar y proyectar al artista, ayudarlo a estar en colecciones que respeten y cuiden su trabajo. Menciono galería por tratarse de un modo si se quiere extremo (aunque muy variado) en el entramado de recursos e intensiones del manejo del arte. Hay alguna propuesta de galería interesante en Venezuela?

También hay espacios aparentemente ‘alternativos’, ‘independientes’, que en realidad son un grupo de amigos pagando y dándose el vuelto.

Cómo funciona Periférico? Cómo se articula como mediador entre el artista, el mercado, los críticos, un sistema de publicación consistente, y la iniciativa privada? No digo que no lo haga bien, lo que creo es que hablar sin tapujos de estas cuestiones son tan importantes como el impulso teórico -de entrada muy heterogéneo, dentro y fuera del país- que caracterizan a personas serias, que no se dejan llevar por el lugar común del afán por tener visibilidad, como Fuenmayor, Navarrete, Pérez Oramas, T. Rivero, J. González, Pinardi, etc.

Creo que hay que dejar el tabú de que hablar acerca de mercado del arte es hablar acerca de parásitos. Es verdad que la mayoría lo son (en venezuela ni se diga), pero del otro lado (los ‘anti-marcado’) también terminan siendo parasitarios, pero de una forma estúpida. Por ejemplo, es interesante revisar cómo usan el término ‘crítica’: ser ‘crítico’ es rebelarse ante no sé cuál conservadurismo. Leyeron en algún lugar que la transdisciplinariedad es el nuevo lugar de arte, y no saben siquiera que, por ejemplo, en ciencias políticas, la oposición conservador/liberal carece de seriedad. Si van a ser ‘transdisciplinarios’ que lo sean, pero que se dejen de oposiciones tontas. Hacen un gran esfuerzo por escribir con esa textura de terminologías de los 60’s y 70’s pero es obvio que no lo manejan (no saben usar ese legado tan inteligente e importante). Lo crítico es sólo esto: lo importante, lo que importa. Y lo que importa no es cualquier yuxtaposición que se le ocurra a algún ‘crítico’ -bienvenidas las yuxtaposiciones, pero estoy un poco harta de las meras ocurrencias- sino como dice Fuenmayor ‘encontrarnos en algún punto’.

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