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Diario: Mussolini, cáncer y fascismo

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Uno de los aspectos, como tantos otros (entre ellos el haber prologado el primer libro de Giuseppe Ungaretti), que desconocemos de Mussolini, es su interés por la filosofía y, en especial, la de Hegel. No recuerdo haber leído de sus comentaristas -tampoco he leído a muchos-, una explicación de cómo llegó a adaptar las tesis hegelianas sobre el Estado a las necesidades de Italia en aquella empobrecida y alucinante primera post-guerra. Lo más seguro es que lo haya hecho vía Marx y Lenin, sus primeras simpatías políticas, como la de todo fascista que se respete, ya no importa su tendencia. Precisamente, la indudable originalidad del italiano fue la de proponer un totalitarismo de derecha en el novecientos y llevarlo a la realidad.

La fisiología del totalitarismo es similar a la de los carcinomas. Comienza, de modo insensible, con un desarrollo desordenado de las células de un tejido u órgano. Este crecimiento no es focalizado, sino que es siempre invasivo. Las células sanas se modifican y terminan por desplazar, o acabar, con las normales, comprometiendo las funciones orgánicas. El cuerpo sano, a la vuelta de unos años es vencido, y se instaura la tiranía cancerígena, que terminará por hacerse con toda la economía corporal. El cáncer tiene una marcada vocación totalitaria. El cáncer es fascista. Su fin último es la destrucción de la salud del organismo y conducirlo al colapso. Lo más recomendable para evitar tantos estragos es la prevención. Cuando los individuos optan por menospreciar la magnitud de la amenaza, son fáciles víctimas de la terrible enfermedad. Cuando el carcinoma totalitario se ha establecido, y la mayoría de los carcinomas son totalitarios, hay que evitar que el crecimiento anormal se extienda más allá del tejido u órgano afectado. A medida que pasa el tiempo, las medidas a tomar serán cada vez más radicales. “El cáncer es curable si se diagnóstica a tiempo”, es verdad. Y una vez diagnosticado, no se debe postergar el tratamiento. Mientras más radical, mejor, no importa el dolor ni la sangre que se pueda perder en la operación. Una vez curado, el cuerpo, bajo estricta vigilancia médica, sabrá recuperarse. Frente al cáncer, lo más recomendable es actuar, cuanto antes mejor.

Volviendo al inefable Duce. El estado metafísico imaginado por Hegel, y convertido en realidad, siempre al servicio de los más oscuros intereses, por Bismarck, Lenin, Mussolini, Hitler, Stalin, Mao y, en sus versiones más recientes, Pol Pot, Castro, Pinochet, ofrece siempre la misma sintomatología: cuestionamiento y abolición de la representación parlamentaria; secuestro de las instituciones fundamentales; negación de las teorías de Montesquieu sobre la separación de poderes; transformación de la legítima oposición en enemigo; acoso a la educación liberal; fin de las libertades individuales; intervencionismo económico; culto a la personalidad; establecimiento de una neoburguesía alcahueta y corrupta; y, por supuesto, antisemitismo. Los grandes sistemas totalitarios, como el fascismo de Mussolini, son un compendio de todas estas medidas. Aun cuando no es estrictamente necesario adoptarlas todas y a la vez, para que un régimen califique como fascista.