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El corazón de Sandro

Crónicas porteñas

sandroPor Gustavo Valle

Las “Nenas” han pedido al cardiocirujano, Dr. Claudio Burgos, que les entregue el corazón de Sandro para adorarlo como una reliquia. Tras salir con éxito de la compleja intervención quirúrgica (transplante de corazón y de pulmones) estas ardorosas fanáticas se han preguntado, y con todo derecho ¿dónde está el corazón de mi ídolo? ¿Qué lo han hecho? ¡Dichosas las manos de las enfermeras que pudieron tocarlo en carne viva!

Las “Nenas” es el club de fans de Roberto Sánchez, alias Sandro, ídolo de América. Lo integran señoras de entre cincuenta y sesenta años, pero también las hay más jóvenes, incluso hay varones en sus filas. Más que un club de fans es un centro de idólatras de alto rendimiento, una especie de iglesia pagana, pero doblemente fervorosa. La idolatría, sabemos, es una ciencia exacta en Argentina, y en el caso de Sandro no es para menos: los niveles de endorfinas liberados en sus conciertos justifican un nuevo cisma y la fundación de nuevos evangelios.

En el anacrónico canal Crónica TV, especializado en noticias amarillas, pero sobre todo rojas, podemos ver, de tanto en tanto, intermezzos musicales donde Sandro aparece treinta años más joven cantando “Quieeero llenaaarme de tiii”, o “Rosa, Rosa”, siempre a punto de romperse alguna vértebra o el coxis (ver video abajo). Ante un auditorio frenético, repleto de mujeres al borde de un ataque de histeria, Sandro hace firuletes con el micrófono, levanta la pierna, y tras susurrar canciones al oído de su público, revienta la tarima con algunos de sus sacudones. Entre ésos, sin duda el más famoso fue “la batidora”, especie de motor turbina pélvico que Sandro encendía al finalizar “Rosa, Rosa”. Las mujeres del público, envueltas en alaridos y en completo estado de enajenación, intentaban ganar la tarima, pero el astro las domesticaba con un gesto apolíneo que hacía con su mano de semidios. “Mis muchachas”, decía, y ellas suspiraban.

Con sintetizadores, guitarras con pedales guagua y coro de chicas con minifaldas, el astro, el Gitano, pelo en pecho, encarnaba el amor barrial y salvaje, cuya imagen tutelar estaba en el imbatible Elvis.

Por un tiempo ocupó el lugar de la estrella popular que la contracultura deplora. Lo tildaron de hedonista, comercial y empalagoso, a pesar de ser lo opuesto al niño bueno de Palito Ortega. Hubo intelectuales que acudieron a sus conciertos completamente disfrazadas (pañuelos en la cabeza y anteojos de sol) para no ser reconocidas. Con la aparición del disco Tango 4 (1991) de Charly García y Pedro Aznar, hubo una reconciliación del mundo del rock contracultural con Sandro. Allí el astro cantó Rompan todo, con la misma voz de rockero que tuvo en sus inicios con Los de fuego.

En los últimos recitales manipulaba una extraña herramienta: el micrófono-pipeta de oxígeno. Un artilugio para cantantes con enfisema pulmonar que, hasta lo que sé, Sandro inventó. Mientras cantaba, de la pipeta volaba el humito salutífero directo a sus pulmones, y de ahí al corazón. ¡Ah, el corazón! Yo me imagino en un futuro próximo el corazón de Sandro metido en un cristal, en medio de coloridas flores y exvotos diversos, integrando un altar ecuménico dedicado a la oración por su salud y su voz eterna.

Desde que vi en una iglesia de España, cómo adoraban un pedacito de la clavícula descalcificada de Santa Teresa, y advertí que los turistas luchábamos por tomar una foto de aquel huesito, supe que algo andaba mal en el planeta. Pero una cosa es el pedacito de clavícula de Santa Teresa, por más transverberación o sensualidad mística que acarree, y otra muy distinta es el corazón del ídolo de América.

“Soy como el sable de San Martín: viejo y torcido, pero todavía doy batalla”, dijo en uno de sus últimos conciertos. Y la batalla la está dando ahora, en el Hospital Italiano de Mendoza, con pulmones y corazón nuevos. Un joven porteño de 22 años (suicida, por cierto) fue el donante. Como el transplante se realizaría en Mendoza, el corazón y los pulmones debieron volar a toda prisa desde Buenos Aires. Fue una acción sanitaria comando, contra reloj, donde sólo se cuenta con el delgado instante que hay entre la pérdida de una vida y el soplo de otra. Esta noble permuta de órganos entre dos cuerpos, hace pensar en una nueva forma de metempsícosis, una vuelta de tuerca a la teoría de la transmigración de las almas. Pero como es fácil de suponer, no será éste el espacio para semejantes reflexiones. Ni soy teósofo, ni leo libros de Brian Weiss, ni soy Guillermo Arriaga. De modo que propongo concluir estos párrafos con un llamado de urgencia:

–Dr. Claudio Burgos: ¡entregue el corazón de Sandro a Las Nenas ya!