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El gigante se arma

Rosa Nautica

20090805-brazil-amazonLuis Esteban G. Manrique

En sus memorias ‘The age of turbulence’, el ex presidente de la Reserva Federal de EEUU, Alan Greenspan, se lamentaba de que fuese “políticamente incorrecto” reconocer algo de lo que, sin embargo, todo el mundo es consciente: que la guerra de Irak se libró básicamente por el petróleo.

Desde entonces, en América Latina se ha hecho frecuente justificar las nuevas –y masivas- compras de armamento con la protección de los recursos naturales. El último en hacerlo ha sido el presidente de Brasil, Luis Inázio Lula da Silva, que ha declarado que los recientes acuerdos firmados con Francia para la construcción conjunta de cinco submarinos, incluido uno nuclear, y 50 helicópteros de combate por un valor estimado de 20.000 millones de dólares, obedecen a la necesidad de defender la Amazonía y los yacimientos de petróleo off-shore descubiertos en los últimos años frente a las costas meridionales del país.

El acuerdo también incluye la transferencia de tecnología militar que impulsará la industria de defensa brasileña. El despegue económico de los Brics (Brasil, Rusia, India y China) ha sido paralelo a sus programas de adquisición de armamento y el fortalecimiento de sus industrias de defensa.

En el plan nacional estratégico de defensa, elaborado por el ministro de Defensa, Nelson Jobim, Brasil apunta a tener la más grande y mejor equipada Armada en América Latina para 2020, lo que incluye la construcción de una gran base naval en el nordeste para proteger la desembocadura del río Amazonas.

Ante el Congreso, Jobim dijo que la nueva Armada sería fundamentalmente “disuasoria”. “Nosotros no estamos interesados en proyectar poder,” agregó. A nadie se le escapa, sin embargo, que los planes brasileños son una respuesta al relanzamiento en julio de 2008 de la IV Flota de EE UU en el Caribe y el Atlántico, teóricamente para asistir en los esfuerzos regionales contra el tráfico de drogas.

Lula subrayó que la transferencia tecnológica había sido fundamental para la elección de Francia como socio estratégico: “Crearemos juntos, construiremos juntos y, cuando sea posible, venderemos juntos,” dijo, aludiendo a que, según los términos del acuerdo, los aparatos y equipos militares fabricados en Brasil podrán ser vendidos a otras naciones latinoamericanas.

Francia transferirá tecnología para la construcción de cuatro submarinos convencionales y un submarino Scorpéne impulsado por energía nuclear en un nuevo astillero especial que se construirá en Sepetiba, Río de Janeiro. La entrega del primero, de 1.800 toneladas, que será construido -y en parte financiado- por la compañía estatal francesa DCNS y la brasileña Odebrecht, está fijada para 2014.

El acuerdo también incluye el mayor contrato militar en la historia latinoamericana: 50 Super Cougar E-275, unos helicópteros de transporte que también serán construidos en Brasil por la firma local Helibras, un 45% de la cual pertenece a Eurocopter, una rama del consorcio europeo de defensa EADS. Las fuerzas armadas brasileñas comenzarán a recibir los nuevos helicópteros en 2016.

Lula también dijo que el gobierno había comenzado a negociar la compra de 36 cazas de combate Rafale construidos por Dassault Aviation de Francia. A cambio, París transferirá tecnología para el proyecto de desarrollo de la brasileña Embraer del avión de transporte militar KC-390 y los comprará. El acuerdo es de mutua conveniencia: la compra de los Rafale salvará del cierre a Dassault y ayudará a Embraer a recuperar las órdenes de compra perdidas por la recesión mundial.

Incluso Brasil puede ir un paso más allá: tiene el necesario conocimiento tecnológico para construir una bomba nuclear. Según el ‘Jornal do Brasil’, Dalton Ellery Barroso, una de los más destacados físicos brasileños, ha presentado una tesis en el Instituto Militar de Engenharia que lo confirma.

La publicación de parte de esa tesis en un libro el pasado abril hizo que el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) pidiera acceder al texto completo, algo a lo que se negó el gobierno brasileño, lo que ha levantado sospechas de que Brasil mantiene un programa militar atómico a pesar de que es signatario del Tratado de No Proliferación y que su Constitución prohíbe el desarrollo de la energía nuclear para fines no civiles.

El ‘Jornal do Brasil’ asegura que en su tesis Barroso descifra los modelos físicos y matemáticos de la ojiva nuclear W-87 de EEUU, algo que el OIEA cree que solo podría haber ocurrido en un laboratorio experimental. En entrevistas separadas publicadas por el diario, el jefe del IME, Rex Alves, y el ex jefe de seguridad del gobierno de Fernando Henrique Cardoso, general Alberto Mendes Cardoso, confirman que Brasil tiene la tecnología y el conocimiento para construir una bomba nuclear.

Aunque niegan propósitos armamentísticos, ambos se declaran a favor de que los científicos brasileños continúen investigando la tecnología que podría permitir a Brasil construir la bomba. El propio Barroso declaró a la prensa que Brasil no necesita construir la bomba: “Lo importante es mostrar que podemos hacerlo si queremos”.

No es la primera vez que el OIEA y el gobierno brasileño tienen fricciones. En 2004, Brasil prohibió que inspectores de la agencia examinasen sus centrifugadoras usadas para enriquecimiento de uranio, supuestamente para proteger tecnología que puede enriquecer uranio a una fracción del precio que paga por el combustible importado para alimentar sus plantas nucleares de Angra dos Reis.

Al final, los inspectores del OIEA concluyeron que el país no estaba desarrollando armas nucleares. Brasil tiene planes para construir 60 nuevos reactores en años venideros. Según el ‘Jornal do Brasil’, el canciller, Celso Amorim, argumentó que el gobierno debía acceder a los requerimientos del OIEA en el asunto el tesis de Barroso, pero que Jobim rehusó hacerlo después de escuchar las quejas de los militares, que acusaron al organismo de interferir en la soberanía brasileña.