Por Alejandro Oliveros | 22 de septiembre, 2009

rafael cadenas 2La primera vez que escuché hablar de Rafael Cadenas, ya lo he dicho antes, fue en Valencia, hacia 1966. Su libro, FALSAS MANIOBRAS, había sido finalista en un concurso convocado por el Ateneo de la ciudad. La decisión del jurado no había sido unánime y el certamen se convirtió en un pequeño “succès de scandale”. Muchos se mostraron en desacuerdo con el fallo y otros tantos lo apoyaron.

Nunca había leído sus poemas, de modo que me encontraba fatalmente al margen. Meses después, en una revista de la Universidad de Carabobo, aparecieron algunos de los textos del libro nominado, junto a los del ganador y otros finalistas. Después de leer con avidez provinciana la publicación, me sumé a los que consideraban que no se había sido del todo justo con aquel Rafael Cadenas, tan desconocido para mí. Me respaldaba la más absoluta objetividad (la única vez que he sido objetivo), porque también desconocía la obra de los otros concursantes distinguidos por el jurado. No fue la originalidad de los textos de FALSAS MANIOBRAS, si es que existe algo que podamos llamar original, lo que más me impresionó.

Recordaba otras lecturas de autores publicados en la influyente colección “Los Poetas”, preparada por Aldo Pellegrini para la editorial Fabril. Durante mucho tiempo me pregunté porqué aquellos poemas me habían gustado tanto y me parece que, con motivo de este premio de la Feria del Libro de Guadalajara, en el cual no fue encontrado finalista sino vencedor, ha llegado el momento de responderme. Nunca he sido el mejor lector de poesía venezolana, y Cadenas no escapa a esta arbitraria renuencia. Creo que, en el origen de esta actitud, se encuentra una mal asimilada opinión de Eliot, en la que advertía sobre la lectura de los poetas contemporáneos de la misma lengua. Después de volver una y otra vez a sus textos, puedo decir que FALSAS MANIOBRAS es uno de mis libros de poesía venezolana más admirados. Todavía lo leo y lo releo. Pero no podría decir lo mismo del resto de su producción, la cual conozco apenas de manera fragmentaria. Pero guardo fresca en la memoria aquella impresión inicial.

Una circunstancia que me gustaría atribuir a lo que los anglosajones llaman “dicción poética”. Para los estudiosos ingleses del setecientos, la dicción era lo que distinguía a la poesía de la prosa. Nada más y nada menos. No el uso de una peculiar imaginería, un uso que ha derivado en abuso, como una vez precisó Machado y otra vez criticó Borges. Para John Dryden, y si lo fue para Dryden debería serlo para el resto de nosotros, la dicción poética consiste en la escogencia de las palabras más adecuadas para decir lo que se quiere decir. Y me parece, que si esto es verdad, y estoy seguro que lo es, FALSAS MANIOBRAS es un triunfo de la dicción poética del habla castellana contemporánea.

Sólo con el tiempo he logrado entender lo que no entendía en aquel lejano 1966 y que, ahora, a propósito de la merecidísima distinción mexicana, me puedo responder. Y es que, a pesar de mi fragmentario recorrido por su obra, siempre me ha impresionado lo mismo. Esto es que, a pesar del asunto que le ocupe, para Cadenas la palabra es el centro de su poesía. Puede parecer obvio, pero no lo es.

A menudo, el vate de nuestros países se siente un escogido, alguien que está en el mundo para decir cosas que ha nadie se le había ocurrido decir antes. Una suerte de insepulto nerudianismo, cuya intensidad depende de cuán escogido se sienta el protagonista. Por el contrario, la poesía de Cadenas es de Cadenas por su dicción. Es decir, por el amor y la lucidez en la escogencia de sus palabras y la manera, tan artesanal, de disponerlas en sus versos. No son muchos los poetas que conozco en castellano de los que se pueda decir lo mismo. Que hay una dicción Cadenas, una manera Cadenas de escribir buena poesía. Con lo cual quiero reconocer la obsesiva “voluntad” formal de su lírica. No me siento necesariamente de acuerdo con el asunto de sus poemas, pero mi admiración por su insistencia en la forma permanece intacta. Si en 1966, lo hubiese sabido, habría sostenido la tesis de acuerdo con la cual a Cadenas ha debido otorgársele el premio por su impecable dicción poética.

Foto: Jorge Humberto Cardenas

Alejandro Oliveros Alejandro Oliveros, poeta y ensayista, nació en Valencia el 1 de marzo de 1948. Fundó y dirigió la revista Poesía, editada por la Universidad de Carabobo. Ha publicado diez poemarios entre los que figuran El sonido de la casa (1983) y Poemas del cuerpo y otros (2005). Entre sus libros de ensayos destacan La mirada del desengaño (1992) y Poetas de la Tierra Baldía (2000).

Comentarios (1)

YHERLA MONSERRATE
16 de marzo, 2013

Hola, me gustaría saber donde puedo conseguir un ejemplar del libro Falsas Maniobras de Rafael Cadenas.

Me encuentro en Caracas, Venezuela.

Gracias, Yherla

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