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Javier Vidal con el «corazón partío»

javier

Por Rafael Arráiz Lucca

Recuerdo perfectamente las performances que hacía el profesor Vidal en la Universidad Católica Andrés Bello a finales de los años 70. Entonces la UCAB era pequeña y todos los estudiantes nos conocíamos. En aquellos años Vidal daba sus primeros pasos como actor y dramaturgo, y era el alma del grupo universitario Autoteatro, que tantas figuras fundamentales ha dado. La televisión, las tablas, la escritura, el aula de clase han sido sus espacios de realización personal, el otro ha sido la familia que ha formado con la actriz Julie Restifo y sus dos hijos: Jan y Josette. Sigamos su reconstrucción dramatúrgica de los hechos.

¿Por qué tus padres escogieron a Venezuela, y en qué año llegaste?

Habría que remontarse un poco en la familia de mi padre y de mi madre. Yo siempre digo que son familias de perdedores, porque eran republicanas, siempre cuento, en la medida de lo posible, que los padres de mi padre, los yayos, uno era sindicalista de la CNT y la abuela, que comenzó a trabajar en las textiles catalanas a la edad de siete años, era de la UGT, que era el sindicato que había creado el partido socialista en el siglo XIX.

¿Estamos hablando de Barcelona?

Estamos hablando de Barcelona. Eran muy humildes. La familia Vidal se trastierra de Tarragona a Barcelona por el problema de las filoxeras, porque ellos trabajaban en las vides, eran campesinos. Las filoxeras es un insecto que acabó con las uvas desde Francia hasta Tarragona, que arrasó en el siglo XIX con todos los viñedos y que la salvó la famosa americana, es decir, el tallo de América al instalarse en Europa.

Mi abuelo materno es de origen valenciano, pero se fue a Barcelona y era cartero, y, por supuesto, de principios anarquistas también, así que por las dos familias estaba la cuestión anarquista. Cuando viene la República es para ellos la gran esperanza: la revolución va a resolver la cuestión. Además, había cierta tendencia masculina anticlerical y cierto respeto femenino hacia la Iglesia.

El asunto es que estalla la guerra, Barcelona es republicana hasta el último momento, mi abuelo materno cae preso, otros hermanos de él son fusilados, y, claro, la educación de la familia la eliminan porque ellos están becados y al ser hijos de rojos, sobre todo los que eran republicanos, se acaba.

Entonces, nosotros salimos hacia Venezuela en el 54 y llegamos en el 55, por problemas de tipo político y de tipo económico, porque el hecho de estar marcados como rojos hacía que mis padres siempre tuvieran problemas con el trabajo, porque los abuelos nunca volvieron a poder ocupar puestos, tenían que trabajar fuera de cualquier tipo de seguridad y tuvieron que truncar sus carreras, aunque recuerdo que algunos de mis tíos se dedicaron a tomar fotos en las ramblas e hicieron mucho dinero. Ellos vinieron buscando mejores oportunidades, había nacido yo, y me imagino que buscaban futuro para el pequeño Javier que acababa de nacer.

¿Y por qué Venezuela?

Me imagino que Venezuela porque hay uno de las familias pioneras, el tío Mikel, que viene a Venezuela en el año 47; él se trae a su hermano Paco, primo de mi madre, después se trae al hermano, y a toda la familia, y empieza a decir que Venezuela es una maravilla, que él ya tenía carro, que había teléfono y todas estas cosas, que todas las casas tenían baño, y entonces, cuando llegan y escuchan mis padres toda esta cosa, pues se vienen. La especialidad de mi padre era mecánico de metro, es decir que aquí vino a fastidiarse, porque aquí no había ni el tren de El Encanto. Escogen Venezuela porque ya había una saga, ya había un pionero y llegan a Caracas y nos instalamos en Bello Monte en un edificio que aún existe, que el otro día lo vi.

¿Y tú llegaste aquí de cuántos meses?

Casi dos años. En el 55.

¿Y cuándo regresaste a Barcelona de visita?

Me llevaron a los nueve años, un poco para que la familia me conociera, vi a la gente mayor y estuve ahí como nueve o diez meses, y en algún momento pareció que querían quedarse, pero no nos adaptamos.

Y durante tu infancia, ¿hay un proceso de adaptación inmediato de tu familia a Venezuela, o también formaban parte de una comunidad de catalanes, o tenían amigos españoles aquí, cómo funcionaba eso, dónde estudiaste?

En el colegio Francia estuve en la primaria y en el Claret todo el bachillerato. El colegio Francia porque quedaba cerca, y para mi padre: «El mejor colegio es el que queda más cerca de casa», y era un buen colegio, que lo manejaban los curas franceses y tuve buenas bases.

¿En casa hablaban en catalán?

Hablaban en catalán mis padres, pero cuando se dirigían a mí, inmediatamente en castellano. Y cuando nos trasladábamos a un sitio que lo llamamos «La Quinta», que era la quinta Ítaca de Bello Monte, los domingos, que era donde vivían los primos, el pionero, que era la persona que ya estaba muy bien colocada y viviendo muy bien y era un poco el padrino de toda esta familia, había rutinas muy catalanas, hablaban catalán. Se separaban los hombres, las mujeres, y a tal hora bailaban La Sardana, y, claro, los hombres hablaban de cuándo sería que tumbaban a Franco.

De la situación política venezolana creo que no se hablaba, creo que mis padres no se habían enterado de que aquí también estaba gobernando un dictador, además, después que lo tumbaron, que creo que fue cuando se enteraron, ellos decían: «No, pero cuál era el dictador, dictador era lo que había allá». Creo que también se debía a que ellos no eran venezolanos, no participaban de la vida política venezolana, luego el señor Marcos Pérez Jiménez no representaba para ellos lo que podía representar Franco, evidentemente. Por supuesto, había esos encuentros para aquella época cuando yo era pequeño, en el Centre Catalá, que era un centro cultural y político muy fuerte,
después se fue abriendo un poco al entretenimiento, a la recreación, con piscina, y mis padres no solían ir mucho a esas actividades.

Y cuando murió Franco ¿tus padres no pensaron en regresar?

No. Abrieron la botella de champaña, por supuesto, que probablemente estaría mala, porque la estaban guardando desde hace tiempo, pero no, no se planteó, porque en 1975, ya yo me había graduado de comunicador social, me había graduado en octubre y él muere en noviembre. Se lo llegaron a plantear el año pasado, en el 2002, toda la familia se llegó a plantear el regreso, pero lo que sí se plantearon fue viajar, y sí lo hicieron, lo hicieron mis tíos, después lo hicieron los matrimonios, lo hicieron en determinado momento, que no lo hicieron durante el proceso de vida de Franco.

¿Y tú no has pasado temporadas largas en Barcelona, en España?

No, he ido de vacaciones, un mes.

¿Y nunca has pensado en pasarte un tiempo allá, en España?

Lo que pasa es que estás hablando ya con un hombre de cincuenta años, con una carpa. Desde que me casé con Julie hemos ido todos los años, nos gusta tanto Barcelona como Nueva York y en eso coincidimos Julie y yo. Lo que sí es que cada vez que voy para allá me gusta indagar, está la necesidad que tiene uno de conocer sus raíces, porque el hecho de trasterrarse hace que uno pierda muchas referencias. A mi abuelo paterno no lo conocí, tuve referencias, con el abuelo de mi madre sí tuve ocasiones de hablar, de escribirme: ¿y el padre de mi abuelo qué?, ¿y de dónde vienen ellos? Me imagino que todo el mundo debe tener ese interés.

Todos nos preguntamos eso en algún momento de nuestras vidas…

Los que tienen más raíces venezolanas, qué sé yo, un Arráiz, un Zuloaga, figúrate tú, ustedes saben cuándo llegó quién y tienen ya una tradición, pero yo a veces me sentía un poco perdido, no sé de dónde me agarro y claro, cada vez que voy, busco esto. Si tuviera veinte años, si estuviéramos Julie y yo solos, entonces pensaría en irme, pero lo descarto, porque en parte sé que voy a morir en Venezuela, lo tengo muy claro, aunque tenga mis raíces, aunque sienta que no dejo de ser catalán.

¿Y qué es ser catalán? ¿Qué encuentras tú en la catalanidad? Se dice que son muy ahorrativos.

Unamuno decía que eso era un mito.

Pero cuando uno va a Barcelona se da cuenta de que esa ciudad la construyó una burguesía, una clase media fuerte, debe haber algo de que son burgueses y ahorrativos, en el buen sentido de la palabra.

No sé si la palabra es esquizofrenia, pero por lo menos hay dos entidades, dos mundos enfrentados que conviven. En primer lugar, Barcelona es una ciudad para los ciudadanos, desde Cerdá, que creo que fue el primero que comenzó a construir toda la Barcelona que se llamó el ensanche. Una ciudad que fue pensada para el ciudadano y que después continuó, que no ha sido traicionado ese elemento, tú ves la villa Olímpica y la Barcelona posmoderna, pero se siguió respetando la Barcelona románica, la gótica, la modernista.

Y Barcelona es una ciudad construida por la burguesía, que a su vez tenía un proletariado de verdad, no marginalidad, no pobres, sino un proletariado. Es decir, gente que trabajó en las fábricas, obreros, todo el mundo textil, todo el mundo editorial, junto al mundo de la burguesía, y ese mundo del proletariado abrió siempre las manos al inmigrante español, porque ese proletariado catalán estaba conformado por murcianos, andaluces, gallegos y los catalanes.

De la España de Franco a nuestros días, desde el punto de vista político, es un milagro ¿no te parece?

Es un ejemplo, y ojalá aquí se copiaran aunque sea un diez por ciento. Allá les tocó un rey que manejó una transición junto con Suárez, y después le tocó a los socialistas, que me parece muy bien, y ahora está este señor Aznar, lo que pasa es que ahora hay democracia, pues.

¿Y lo que han hecho los españoles del 76 para acá en materia de teatro, de escritura, de actuación, qué dramaturgos españoles te interesan en estos años?

Ahora estoy actuando una obra de teatro de un catalán. Se llama Jordi Galcerán, y es un descubrimiento. Es la obra más exigente que he hecho en mi vida, en mi carrera, pero está tan bien hecha, tan bien realizada. Cataluña, no es porque lo diga yo, es la vanguardia de varias cosas: de las artes visuales, de la música contemporánea y del teatro en cuanto a espectáculo, en cuanto al teatro de allá está Flotats, que crea un teatro para la burguesía en catalán y crea el Teatro Nacional de Cataluña, que es una cosa monumental, muy criticada por el centralismo madrileño, pero es una cosa que, si lo pueden hacer y tienen dinero para hacerlo, que lo hagan.

Todo el movimiento teatral que se desarrolló en los tiempos de Felipe, realmente, fue muy grande y muy rico, posiblemente ahora bajó como ha bajado en toda Europa y en todo el mundo, porque el Estado replegó el aporte que realizaba, pero de todas maneras el movimiento teatral es muy interesante, en cuanto a puestas, en cuanto a puestistas.

En dramaturgia reitero que el movimiento que ha habido en Barcelona es muy interesante, muy atractivo, muy de avanzada, son gente que escribe en catalán y tienen tanto éxito que inmediatamente lo tienen que escribir en castellano y es el caso de Jordi Galcerán.

La conversación con Vidal llegó a su fin por exigencias de la vida caraqueña, pero habría podido continuar sine die. Es mucho lo que tiene que decir el fundador de los grupos Theja y Autoteatro, el director de teatro, el profesor universitario, el actor de cine, teatro y televisión, el hijo de catalanes, que se quedó para siempre en Venezuela.