Desarrollo

Socorro Ramírez: “La frontera común es nuestro ámbito de mayores oportunidades”

Por Rafael Osío Cabrices | 4 de agosto, 2009

2005socorroramirezPor Rafael Osío Cabrices

Al periodista que se dedique a preguntar en Bogotá quién es la persona que sabe más sobre la frontera con Venezuela no le costará mucho darse cuenta de que hay algo cercano a la unanimidad en cuanto a Socorro Ramírez. Graduada en Historia en la Universidad Pedagógica Nacional y doctorada en Ciencia Política en La Sorbona (con posteriores estudios en análisis internacional en un programa conjunto franco-colombiano), trabaja en el Instituto de Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia, y es la coordinadora por Colombia del Grupo Académico Binacional, una iniciativa de las universidades Nacional de Colombia y Central de Venezuela en nombre de un “un esfuerzo mutuo de conocimiento, una experiencia muy estimulante que hasta los gobiernos han reconocido como vital”. José María Cadenas coordina por el lado venezolano.

Partíamos de que se ha mantenido una gran incomunicación, con muchos estereotipos. Los venezolanos saben un poco más de Colombia por los migrantes, pero ahora están llegando más acá. En el 95 o 96 la UCV formó la Cátedra Colombia, y aquí en el Instituto formamos la Cátedra Venezuela. Tuvimos varios intercambios y a fines del 97 nos propusimos un estudio binacional sobre el estado de la relación. Armamos un grupo de entre 30 y 40 investigadores y tomamos los temas más significativos: relación político-diplomática, calidad y tipo de integración, seguridad, migración, narcotráfico. Eso incluía una mirada compartida sobre la educación y la investigación y sobre la agenda cultural. Nos propusimos lograr una mirada conjunta sobre los temas más candentes de la relación. Fuimos capaces de construir una mirada conjunta sin rupturas. Con el primer informe hubo un enorme impacto y demostramos que los lazos son enormemente mayores que las diferencias. En la segunda etapa profundizamos algunos de los temas*. Llevamos ya 11 reuniones binacionales; este año hacemos una en Puerto Ayacucho. Como no funcionan los canales de los gobiernos, estas reuniones del grupo se han ido convirtiendo en un espacio para que mucha gente se encuentre. En abril de 2005 hicimos con la CAN unos foros post Granda, qué fue lo que pasó, en Cúcuta y San Cristóbal. La semana pasada estuvimos en Washington la investigadora venezolana Ana María San Juan y yo. Son 12 años intentando oír al otro e investigando con seriedad. Sobre todo queremos ser muy propositivos, que Colombia y Venezuela no sigan centrando su relación en el referendo, que nutre tensiones y carreras armamentistas, y cómo tienen oportunidad de dar el salto histórico como Chile y Argentina. Siendo socios históricos tenemos oportunidades extraordinarias, somos vecinos para siempre y los gobiernos pueden durar, pero algún día pasarán y los países siguen. Con lo de Granda tuvimos debates muy fuertes y sacamos un comunicado que se titulaba “Un llamado a la sensatez”, firmado por chavistas y antichavistas, uribistas y antiuribistas. El Grupo Académico Binacional es una experiencia muy fluida de la que ya hacen parte las universidades de la frontera.

Socorro Ramírez observa como colombiana que la frontera con Venezuela es la más importante en tamaño, en población, en diversidad de ámbitos que impiden una política homogénea, en número de ciudades binarias, en número de etnias compartidas, en biodiversidad, en ecosistemas compartidos estratégicos y únicos, en la percepción de que el otro es su mayor vecino.

La historia de las relaciones ha sido muy fuerte; lo es con Ecuador pero es muy pequeña; con Perú y Brasil es muy despoblada; la frontera con Venezuela tiene más violencia por el conflicto armado mientras que con Ecuador tiene más problemas con desplazados y cultivos ilícitos.

Más allá de lo que dicen los noticieros, ¿cuáles son las causas profundas de los incidentes en la frontera?

Los problemas son inherentes a las fronteras. Allí se estrellan legislaciones y políticas distintas. Pero son además zonas de muy profunda interacción, donde cada lado vive en buena parte del otro, donde hay ventajas en ambos, que generan lazos y un patrimonio binacional. La frontera es el ámbito de mayor oportunidad para los países, piensa en qué pasaría si las rutas marítimas asociadas al puerto de Buenaventura, en el Pacífico colombiano, se unieran a las de la cuenca del Orinoco, o si prosperaran proyectos conjuntos en hidrocarburos. Norte de Santander, Zulia y Táchira fueron el circuito agroindustrial más exitoso del siglo XIX, que vendía directo a Europa*. Ya hemos ensayado el éxito, pero el petróleo y la afirmación de soberanía liquidó esas experiencias. Hay que cambiar la mirada de la frontera en las capitales pero también en las mismas fronteras. Las fronteras a veces se engañan cuando dicen que son las más integracionistas, y que son Caracas y Bogotá las que las frenan. A veces la frontera no cuenta como actor porque no tiene capacidad orgánica. No hay continuidad; ellos mismos piensan más en términos limítrofes que en la región que en efecto conforman, piensan como en el siglo XIX. La integración no los ha ayudado a reconvertirse como hizo Europa. Los problemas vienen de esa mirada decimonónica de la frontera en el siglo XXI, en la incapacidad para tener canales permanentes, compartimos 2.219 kilómetros y no hay ningún mecanismo regular para manejar problemas y oportunidades. Cuando hay un problema trancan la frontera, que es la que sufre. Los gobiernos centrales lo que hacen es sancionarse mutuamente, impidiendo la visión de futuro de esas comunidades. Más grave que los problemas mismos, es que no haya mecanismos para atenderlos. Por eso, las cámaras de comercio de la frontera fundaron una asociación por primera vez y decidieron que van a ser actores.

¿Cómo han evolucionado los conflictos entre los Estados de Colombia y Venezuela?

El conflicto estuvo unos 110 años centrado en la delimitación. Luego del Tratado de 1941* se abrieron periodos cooperativos formidables. Vino la delimitación de áreas marinas y submarinas e interrumpió todo*. Luego del incidente del Caldas, los presidentes Virgilio Barco y Carlos Andrés Pérez nombraron comisiones para tratar esos temas, una comisión negociadora y otra, la COPAF, que tiene a cargo la vecindad. A partir de mediados de los 90, el tema se centró en el conflicto armado y en la posición que tiene frente a esto Venezuela. Últimamente tiene dos dimensiones: el conflicto y el que cada país vive una coyuntura dramática, Venezuela con su polarización y Colombia con la búsqueda de salidas al conflicto armado. El otro elemento es que por primera vez en la historia tenemos gobiernos con opciones políticas distintas. Con cualquier cosa escala rápidamente la tensión: el daño fue terrible y estábamos muy asustados con lo de Granda, son autogolpes tremendos. Esas opciones distintas hacen que cada país acuse al otro de las cosas más dramáticas, el pero escenario posible porque anula las posibilidades conjuntas.

¿Han cambiado los patrones migratorios, el flujo humano?

Sí. En los 90 por la propia situación de Venezuela, que no era ya la Venezuela Saudita. Ahora nos encontramos con que ambos países expulsan población y colombianos y venezolanos se encuentran en Madrid o Nueva York, aunque también hay muchos venezolanos viniéndose a Colombia. Pero las políticas públicas siguen como en los años 70, con esa asimetría tan grande en lo de la visa, que se exige a los colombianos para viajar a Venezuela. Ahora muchos migrantes colombianos en Venezuela son empresarios, no jornaleros.

¿Ha cambiado la participación de los Estados en la frontera?

Del lado colombiano la Constitución de 1991 dio a alcaldes y gobernadores la potestad de negociar acuerdos de su competencia. Del lado venezolano, pasaron a la centralización por asuntos de seguridad nacional, se mantuvo con mucha fuerza la idea de la frontera como perímetro de seguridad. Vamos, entonces, en vías contrarias. Eso choca con el entendimiento. No es que sea Colombia la buena y Venezuela la mala.

¿Qué pueden hacer, en ese contexto, los gobiernos locales, las ONG, las cámaras empresariales, las instituciones ajenas a los gobiernos centrales?

Muchísimo, sin tocar los temas de soberanía. Tienen que gestionar el día a día con un vecino muy cercano. Cúcuta y San Cristóbal no pueden verse sino como un mismo circuito, y alcaldes o gobernadores pueden generar dinámicas que no vayan en contradicción con las políticas centrales. Las ZIF que recomendó la CAN se inspiraron en esa zona pero están en todas partes menos allí*. Allá deben tener reuniones rutinarias, no esperar a que las convoquen Caracas y Bogotá. La frontera sigue viviendo de lo informal y de lo espontáneo, y en alguna medida de la ilegalidad, y debe pensarse como en Europa: como una región trasfronteriza. Eso deberían estar haciendo allá, encontrándose para hablar de eso.

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* El Grupo publicó en 1999 Colombia/Venezuela: Agenda común para el siglo XXI (Tercer Mundo Editores, Bogotá), un volumen de 599 páginas dirigido por Ramírez y Cadenas y co-escrito además por 25 investigadores de ambos países. Colaboraron con la publicación el Convenio Andrés Bello de la CAN y la Corporación Andina de Fomento. Seis años después editó Venezuela y Colombia: debates de la historia y retos del presente (UCV, Caracas), con el auxilio del Ministerio de Ciencia y tecnología de Venezuela. Allí colaboraron 9 autores aparte de Ramírez y Cadenas.

* A finales de siglo, poco antes de que decayera en Venezuela el ciclo agrícola para ser reemplazado por el petrolero, aumentaron considerablemente las exportaciones de café cultivado al sur de Perijá. Las cosechas provenientes de haciendas colombianas y venezolanas se transportaban por los ríos del área hacia el Lago de Maracaibo, de donde eran enviadas a sus consumidores europeos.

* Firmado por Esteban Gil Borges y Luis López de Mesa (por Venezuela) y José Santiago Rodríguez y Alberto Pumarejo (por Colombia), el Tratado sobre Demarcación de Fronteras y Navegación de los Ríos Comunes permitió un mayor uso de los espacios comunes y una distensión en las relaciones fronterizas entre ambos Estados.

* En 1967 los presidentes Raúl Leoni y Carlos Lleras Restrepo iniciaron las conversaciones sobre el diferendo limítrofe en las aguas al norte y oriente de La Guajira, un aspecto que no había sido resuelto por el Tratado de 1941. Eso reavivó la tensión sobre la soberanía del golfo de Venezuela (o de Coquivacoa, como se le llama en Colombia).

* Las Zonas de Integración Fronteriza son un proyecto de la Comunidad Andina de Naciones para crear espacios con regulación especial que incrementen el intercambio binacional. En abril de 2005 el secretario general de la CAN, Allan Wagner, visitó la frontera entre Norte de Santander y Táchira y dijo que allí se fundaría la primera ZIF.

Rafael Osío Cabrices 

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