Il boccon divino

Il boccon divino: Entrevista a F. Point (II parte)

Por F. Point | 10 de julio, 2009

ponsotP:Es mediodía y el bar del “Ritz” se ha ido llenando. Gente de todo tipo, con el denominador común de pertenecer, o haber pertenecido, a la casta dirigente que, como buena casta, tiene un sentido de permanencia y pertenencia, siempre están allí, no importa que el gobierno sea de izquierda o derecha. Hombres maduros, con cara de ministros, o ancianos con cara de exministros, que prefieren, o se ven en la necesidad, de un almuerzo frugal, por no disponer de tiempo para las dos o tres horas de la comida en “L’Espadon”, que es lo que se toma la visita a un local con aspiraciones a las tres estrellas Michelin.

FP: El único que falta aquí es Gary Cooper

P: ¿?

FP: Se acuerdan de “Love in the Afternoon”, de Billy Wilder? En la película, Cooper venía con frecuencia a París en viaje de negocios. Es un norteamericano que tenía asuntos en Europa durante la postguerra. Hay una línea memorable, cuando Audrey Hepburn le pregunta por su eventual regreso a París. “Cuando me encuentre en el vecindario”, dice míster Flannagan, que es Gary Cooper. Para este “last Tycoon”, Paris era una parada apenas en el vecindario más dilatado que era Europa. Estoy seguro que así pensaban Marshall y Eisenhower.

P: Hablando de norteamericanos, ¿qué opina de los vinos del llamado Nuevo Mundo?

FP: Lo mismo que Cooper. Europa, en términos cuantitativos, es apenas un vecindario del Nuevo Mundo. Ya no hay lugar dónde poner los ojos donde no se produzcan vinos, desde Nueva Gales del Sur hasta las afueras de Montevideo.

P:¿Pero le gustan?

FP: Quisiera decir como un amigo, que “no me gustan porque no los he probado”, pero no sería verdad. Tal vez sea un problema de gusto, “de gustibus”, como decían en Roma, pero hasta ahora no he probado un vino chileno que me interese. Acaso algún malbec argentino producido con el asesoramiento de …

P: ¿Michel Rolland?

FP: Rolland tiene grandes intereses en Argentina, como propietario y asesor, pero no se trata de él sino de Roberto Cipresso, uno de los mejores productores de Montalcino.

P: ¿Entonces no le gustan?

FP: El problema con eso que llaman vinos del Nuevo Mundo es que tienen la tendencia a despersonalizarse, como las personas cuando quieren aparentar algo que no son. Al final, en un buen porcentaje, están hechos con la misma receta y se parecen unos a otros. La receta no es difícil de seguir, pero, al final del día, el productor, o su enólogo, ha pasado más tiempo entre las pipetas del laboratorio que entre las plantas del viñedo. La manipulación más descarada está permitida en muchos de esos países, concentradores, olores y sabores artificiales y pare de contar. Dime lo que quiere el mercado y te lo produzco ya, pareciera ser la consigna. Si quieren Chardonnay hago Chardonnay. Si se interesan en el Syrah aquí les tengo uno, etc. Es inmoral, porque el mercado es inmoral. En casi todos, se repite ese olor a madera nueva que llega a ser detestable, uno siente que está en un aserradero, no catando un vino. Un vino no tiene porqué oler tanto a madera. La madera huele a madera y el vino huele a vino, a uvas. Mi amigo, Pierre Trimbach, encargado de la producción, en Alsacia, del “Clos St. Hune”, uno de los mejores blancos del planeta, tiene un letrero en su salón de catas que dice: “Saquemos la madera del vino”. Por desgracia, la receta, como el Mr. Flagannan de la película, ha llegado a Europa y, ante el éxito comercial, algunos productores han adaptado la receta a sus necesidades. Y uno observa, con preocupación, cómo se ha extendido el inefable recurso de las barricas francesas para dotar a los vinos de un olor a vainilla. Al que le guste el olor a vainilla que se compre un buen concentrado y lo tenga en su casa y lo huela cuando le parezca! Aparte de que esas barricas son costosas no van a producir el milagro de hacer bueno lo que no es. Ponsot, en Borgoña, por ejemplo, o Clape, en Cornas, no utilizan barricas nuevas, envejecen sus vinos en maderas que pertenecieron a sus abuelos, de sesenta, setenta años y los vinos son insuperables. Hace algún tiempo, durante una visita a Nueva York, estuve en una cata donde casi todos confundimos “Ermita”, el estupendo vino de Alvaro Palacio,s en el Priorato español, con un caldo de “Penfold’s”, igualmente estupendo. Si se hubiese tratado de un “Vega Sicilia Unico”, nadie se habría equivocado. Al fina,l lo que defiendo, y también Robert Parker, si se le mira bien, es que los vinos de Borgoña sepan a Borgoña y los Rioja a Rioja y así con todos. Ante ninguna circunstancia nos debemos despersonalizar como hombres o mujeres y lo mismo ocurre con los vinos. Esta debe ser la aspiración de todo productor serio y es lo que debe defender un critico serio. Nos toca insistir en esto para que el consumidor reciba un producto honesto por su dinero, independientemente del precio. Una preocupación adicional es que los productores deshonestos, no sólo producen vinos deshonestos, sino que transforman en deshonestos a críticos que una vez fueron honestos.

F. Point 

Comentarios (1)

María Eugenia
10 de enero, 2011

El bar del Ritz es un sitio con solera al que no hace falta ser político para querer ir… aunque ayude el serlo. Esta entrevista está a la altura del Ritz y la respuesta del entrevistado sobre los vinos americanos tiene todo el protocolo chic de la “falsa diplomacia” seguida de brutal confesión. Un punto sobre los vinos californianos y es que, a base de tanta mecanización y tanto enólogo recién egresado de UC Davis empapado de marketing y experimentos de laboratorio, pues una gran casa vitivinícola del norte de California no les hizo caso a sus trabajadores mexicanos, los viejitos que llevaban generaciones cuidando las viñas, y se les llenó de filoxera y tuvieron que replantar casi el 90%. Sus vinos saben a metal y les quedan unos poquitos “sanos” de reserva pero a unos precios altísimos y que no están de acuerdo con la dudosa calidad del vino ¡vaya que yo no me gasto $20 en ellos, pudiendo pagar $5 por un BellaSera peleón!

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