Arte

Verónica muere

Por Antonio López Ortega | 28 de mayo, 2009

La imagen que vuelve

veronica4Verónica Muere

Por Antonio López Ortega

Hay actrices que cualquiera olvida: rostros que se reproducen sin significación aparente. Pero sin darnos cuenta muchas de ellas aseguran el sostén de una película con actuaciones que terminan siendo memorables. El gremio las agrupa bajo el mote de supporting actress, olvidando que muchas veces sus gestos y guiños son los hilos conductores que transmiten el sentido último de una buena trama: por ellas el espectador siente, se anticipa, intuye el desarrollo de la historia. La ficha técnica de Verónica Cartwright la pone a figurar por primera vez en The birds, el clásico de Hitchcock, donde por edad ha debido aparecer como una mocosita asustada por alguno de estos cuervos suicidas. Pero quién sabe ya si como partida de nacimiento, Hitchcock determinó que su participación mayor fuera precisamente en filmes de terror. Y es que el rostro de la Cartwright tiene la asombrosa facultad de desfigurarse gradualmente mientras el peligro acecha. Los pliegues de la piel, las arrugas de angustia, los ojos lacrimosos, el gradual enrojecimiento de las mejillas… todo lleva a un pálpito, a una intuición, a un alumbramiento: la criatura ha llegado para matar.

Pero no todo es terror en esta polifacética actriz. La vimos en The witches of Eastwick, de George Miller, haciendo de señorona convencional e histérica frente a las muy sensuales y codiciosas Cher, Susan Sarandon o Michelle Pfeiffer; la vimos también en la sitcom Will & Grace, haciendo de madre de Jack, el joven protagonista homosexual que payasea hasta lo indecible. Su última intervención ha debido ser en The invaders, un hasta cierto punto prescindible filme de Oliver Hirschbiegel, protagonizado por Nicole Kidman y Daniel Craig, remake a su vez de un clásico sci-fi de 1956. Pero la película sólo vale por el sketch de la Cartwright, quien acude al psiquiatra para entender por qué su marido es otro ser distinto al que ella ha conocido. Los años han pasado por su rostro, ciertamente, pero la actuación de mujer desesperada, acosada, enloquecida, es notable. Esos roles en los que la monstruosidad quiere revestirse de normalidad son especiales para la Cartwright: ella ha sabido siempre mostrarle al espectador que lo que permanece oculto ya ha infectado su espíritu, y ahí están sus gestos y sus muecas para advertírselo.

Pero ningún papel más estelar para la Cartwright que el desempeñado en la clásica Alien, a la que también nos referimos la semana pasada. Ridley Scott, director de la pieza, ha llegado a confesar que sólo dos actores de los siete que participan ofrecen señuelos de lo que viene después: el oficial científico Ash (ceniza), robot interpretado por Ian Holm que es introducido en la tripulación para cuidar de la bestia, y la navegante Lambert (Veronica Cartwright), quien ofrece su rostro como espejo de la degradación humana que sobreviene. Su manera de hablar con susurros, de callar, de fumar, de mirar de reojo, de contener la sonrisa, de asentir cuando siente que no debe, de obedecer cuando intuye que la tragedia acecha, lleva el pulso del filme como ningún otro efecto actoral o guionístico. No valen luces estroboscópicas, ni complicados túneles, ni ductos goteantes. Vale es el rol de la Lambert, cuyo título de navegante no es gratuito si aceptamos que es ella la que navega sobre las emociones del espectador. Quisiéramos verla de nuevo, una y mil veces, en la escena que la lleva a la muerte mientras ordena agitadamente unas bombonas de gas. Está de espaldas al alien, quien baja como suspendido del techo y proyecta una sombra acezante sobre su menudo cuerpo. Verónica se da vuelta, lentamente, y ante la enormidad monstruosa que se le viene encima, se paraliza y a la vez nos paraliza. En el colmo de su actuación, no es el temor frente a la bestia lo que los ojos de la Lambert transmiten sino más bien el temor a su propia muerte, que ha llegado de manera subrepticia. En mensaje cifrado, podríamos admitir que Verónica muere para que nosotros sigamos adivinando junto a ella nuestra propia muerte. O parafraseando a Borges: que Verónica también muere para que se repita una escena.

Antonio López Ortega

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Comentarios (2)

Sonia Duque
28 de mayo, 2009

Me gustó mucho tu defensa de los supporting actress. Así hay personas, no sólo en el cine, sino en todas las organizaciones. Gente que no es protagonistas, pero son las personas claves. Gracias por la nota.

Tomás Alcántara
7 de septiembre, 2009

Me van a disculpar grandemente, pero esta nota del señor López Ortega sobre la actriz Cartwright no tiene nada de original. De hecho, se me antoja sacada de un documental que Cinemax se encuentra transmitiendo este mes de septiembre que se titula Face is familiar, y donde, qué casualidad, se habla de Verónica Casrtwright. El documental, queridos amigos, intenta rescatar actores de reparto, excelentes actores: exactamente el mismo argumento que el señor López Ortega nos trae en este texto. No quiero acusarlo de nada, pero me resultan sospechosas las casualidades: el documental sobre actores de reparto, y el detalle sobre VC, a quien se nombra en el documental con las mismas películas que López Ortega reseña. Quizás todo sea una gran coincidencia.

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