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Banca móvil

Por Jonathan Morduch

Del blog de Innovations for Poverty Action

Rápido, cómodo y fácil, la santísima trinidad en lo que se refiere a adjetivos de mercadeo. Todo producto o servicio que efectivamente los cumpla debía venderse sólo, o al menos hacerse popular, en muy poco tiempo. Esta atractiva mezcla de características sirve de base al entusiasmo que se ha generado sobre la banca móvil. Además, se considera algo novedoso y atractivo- ¿a quién no le gusta una historia sobre grandes saltos tecnológicos?

La idea básica es que la banca móvil, o m-banking, ofrece la posibilidad de ampliar de manera significativa el acceso financiero para las personas de menos recursos en el mundo entero, bajando los costos tanto para los proveedores de servicios micro-financieros como para sus clientes. El grupo de investigación financiera Asian Banker calcula que una típica transacción financiera en las Filipinas costaría 80% menos si se lleva a cabo a través de un teléfono móvil, en vez de en el banco. Los posibles ahorros para los clientes, representados básicamente por la comodidad de m-banking, también son significativos. Teniendo en sus manos, literalmente, la capacidad de hacer pagos y transferencias, los clientes ya no necesitar ir hasta el banco y hacer cola hasta que les atiendan.

Sin embargo, existen al menos 3 retos.

Primero, los teléfonos móviles han demostrado ser un vehículo efectivo para hacer transferencias de fondos. Eso puede ser extremadamente valioso, pero no puede ofrecer lo que es la “banca” en su pleno contexto. El servicio bancario puede incluir dispositivos móviles para facilitar los préstamos y depósitos. No es imposible, es sólo que los modelos todavía no existen. Una promesa consiste en que m-banking podrá generar montones de datos digitalizados sobre el cumplimiento de pago, que luego se pueden almacenar para implantar (o refinar) modelos de calificación crediticia, cambiando la ecuación de préstamo de una manera fundamental. El cambio en esta ecuación consistiría en eliminar algunos aspectos sociales de las transacciones financieras que ocurren cara a cara. La gran incógnita es si al reducir los aspectos sociales; por ejemplo, llevándolos a reuniones semanales en grupo, o simplemente debilitando la relación personal entre el cliente y los empleados encargados del préstamo, se terminaría afectando la tasa de cumplimiento en el pago.

La gente de escasos recursos y no bancarizada aún no considera que la banca móvil sea atractiva. Un estudio efectuado por CGAP considera que menos del 10% de los clientes de la banca móvil en Sudáfrica nunca habían tenido una cuenta bancaria y están por debajo de la línea de pobreza del país. [NOTA: El estudio de CGAP se refiere a clientes que (i) están por debajo de la línea de pobreza del país; (ii) nunca habían tenido una cuenta bancaria; y (iii) usan sus cuentas para efectuar algo “más que pagos y transferencias.” Aunque CGAP no indica cifras sobre quienes sólo cumplen las dos primeras calificaciones (bajos recursos y no bancarizados), se puede pensar que como la gran mayoría de las transacciones son pagos y transferencias, el porcentaje de usuarios de bajos recursos y no bancarizados que usan la banca móvil para hacer esas transacciones es significativamente más alto que el 10%]. Este hallazgo no sólo implica que la gente de bajos recursos no puede o no podrá usar m-banking a gran escala, sino que, al menos en lo que se refiere a África, hoy en día la geografía de las cobertura de telefonía celular y de sucursales de bancos, en gran medida, se superponen entre sí, al igual que las poblaciones que sirven.

El tercer problema radica en la confianza. Thomas Molony, miembro del Centro de Estudios Africanos de la Universidad de Edimburgo, piensa que la gente de bajos recurso no usa sus celulares para las transacciones bancarias simplemente porque para ellos es muy valiosa la interacción cara-a-cara en los negocios. Como explicó un individuo (y se tomó como título del artículo), “Yo no le tengo confianza al teléfono; siempre dice mentiras”. La buena noticia es que nuevas ideas se están desarrollando. Por ejemplo, hace poco la Fundación Gates ayudó a la Universidad de California (UC Irvine) a crear un instituto de investigación dedicado al estudio de la banca móvil.

Hasta ahora, las expectativas se basan en el explosivo crecimiento que reflejan las suscripciones de telefonía móvil en los países en desarrollo. A nivel global, las suscripciones han aumentado de prácticamente cero hace diez años, a cerca de tres mil millones. Ahora viene la parte “m”. Para hacer que m-banking sea una realidad es necesario formalizar la parte bancaria.