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Il boccon divino: “Un vino para el emperador”

Por F. Point

“Ya te volviste a ensuciar. No sabes lo difícil que es sacar esas manchas.” Se cuenta que así le reclamó la emperatriz Ermengarda a su esposo, nada menos que Carlomagno, cuando éste regresó a palacio después de una prolongada ingesta de vinos de Corton. Hasta ese momento la apelación sólo producía vinos tintos, los más opulentos y, con los de Pommard, los más concentrados de la Côte de Beaune. De modo que no es difícil imaginar el disgusto de la reina de los francos. Pero, con razón, no había manera de apartar al gran Carolus de su caldo favorito. La solución que encontró Ermengarda fue la más ingeniosa. Se puso de acuerdo con los “vignerons” súbditos de la corona para que produjeran un vino blanco en la comuna de Corton. Así, su esposo podía consumir la cantidad que quisiera sin manchar sus reales vestiduras. El resultado fue el CORTON-CHARLEMAGNE, con MONTRACHET y CHEVALIER-MONTRACHET, la más acabada expresión de ese milagro entre los milagros, don entre los dones del “Bon Dieu”, que es la uva chardonnay. Gracias a una de sus esposas, que fueron más de cinco, Karl der Grosse se inmortalizó aun para los más acérrimos desconocedores de la saga del emperador.