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Llega el anochecer, con la luna en creciente, de un día desigual. No empezó bien y no tenía porqué terminar mejor. A la complaciente piel, azulada y tersa, de la media mañana, siguió un altibajo de emociones, con más bajos que “altis”, como decía un viejo poeta nirgüeño. Sin embargo, la sensación matinal de haber perdido algo que nunca tuve, se mantiene. Como un Mercedez, de complaciente amarillo, que nos roba el mentido aliento. Algo que Simone, la mujer, para llamarla de alguna manera, de Jean Paul, había intuido: “suponer no es saber.” Ha sido, hasta ahora, uno de esos días que salva la amistad, por teléfono, o en vivo. Me sostiene saber que algunos de ellos están leyendo estas líneas. Nada hay seguro en la vida y, menos que nada, aquello que creemos seguro. Al final, uno recuerda aquel romance arturiano, la vida es un “Val sans Retour.”
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16 de febrero, 2009
me encanto tu nota, me gustan muchos tus escritos, mucho éxito con todo. Saludos