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Diario de Alejandro Oliveros: memoria del cuerpo

Caracas, 23 de enero de 2009

7:30am

La perspectiva de publicar este Diario en un “blog” no deja de ser inquietante. Siempre los he escrito para que, en vida del autor, sean leídos. Pero no para ser leídos de manera tan inmediata. Estas palabras pueden estar bajo la mirada de alguien apenas sean transcritas y se pulse la tecla “send”. No hay poco de impudicia en esta actividad. Pero no es eso lo que me inquieta, todos los diarios son impúdicos. Lo que me preocupa es la esencia misma del “blog”. Su naturaleza interactiva, su aspiración comunicacional. Ya no es poca cosa que te lean, o te puedan leer, apenas termines de escribir. Lo grave (“pas grave”, dirán los bloguistas) es que se comuniquen contigo y opinen sobre lo que has publicado, con el derecho implícito, a ser leídos. “That’s the question”. Si no quieres que se comuniquen contigo por Internet, quédate en tu cuarto y limítate a escribir en tu cuaderno con tus viejas plumas Aurora, Waterman o Montblanc. No parece obvio, pero más que el narcisismo, es la amistad lo que ha estimulado mi ingreso a esta realidad de nombre siniestro que, creo, se conoce como “blogósfera”. En el nombre del padre…

Valencia, 23 de enero de 2009

5.10pm

Ayer, con mis alumnos de la Universidad Central, conversamos sobre “Escenas de un matrimonio”, el clásico de Bergman de comienzos de los setenta. Me había olvidado de ella hasta ayer, cuando una alumna se presentó con una copia en CD de la cinta, que no pudimos ver por todas las razones. Lo que mejor recordaba yo eran las secuencias de una cena en casa de los protagonistas. Y hacia el final, cuando ya divorciados, hacen el amor, en una especie de hospedaje. También tenía fresca en la memoria la tensión que definía aquel matrimonio. Al final, como bien puede y suele suceder, triunfan los cuerpos frente a la razón instrumental y las ideologías. Los cuerpos son como niños que no han aprendido a mentir

* * * * *

A finales del año pasado, después del regreso de Constanza a Italia, me detuve en la traducción de algunos textos de Dante Maffía, incluidos en “La biblioteca di Alessandria”. Tres de ellos, y ahora trabajo en un cuarto. “Inessuro Assandalos” es el título, y se trata de un escritor, imaginado por Maffía, quien lo hace contemporáneo y víctima del incendio de la gran Biblioteca, la cual albergaba la totalidad de sus libros. Borges, Cavafy, Pound son nombres que se me ocurren al considerar el proyecto de Maffía.

INESSURO ASSANDALOS

Mi estantería en la Biblioteca
era la más nutrida. Ciento noventa títulos.
Toda la vida la pasé sentado
exprimiéndome el cerebro. Mi “stilo”
se deslizaba como el vuelo de las gaviotas
cuando caen sobre la presa. Historias
que me nacían de adentro,
me tendían emboscadas o reclamaban
ternura queriendo convertirse
en espejo del mundo, en alma viva.
Ahora muchos cuentan las mismas historias
que yo he contado. ¿Quién se atreverá
a reconocer que fui el primero? Me habría
gustado escuchar mi nombre de cuando en cuando,
alguien que al citarme me otorgara vida.
En cambio, nunca he existido para nadie.
Es cierto, los escritores somos siervos fantasmales
de la palabra, y podría al menos
engañarme, pero el fuego durante días
vomitó la bilis que me ha anulado.

Valencia, sábado 24 de enero de 2009

A Peter Gay le debemos la mejor biografía sobre Freud. No tuvo la suerte de Ernest Jones, quien fuera discípulo del maestro y único autorizado para escribir una “vita” del padre fundador. No obstante, para compensar, Gay dispuso de una objetividad negada a Jones. Es un autor prolífico Peter Gay. Son muchos los títulos de su bibliografía y, casi siempre, fascinantes. Como “La experiencia burguesa de Victoria a Freud”. Donde en cuatro jugosos tomos, se dedica precisamente a eso, a estudiar, la compleja personalidad de la burguesía. Se trata de una aproximación, no pocas veces reveladora, de una clase que se propuso la demolición del orden establecido. Y lo consiguió. En su extensa Introducción, Gay nos recuerda aspectos, no siempre gratos, de lo que llama “experiencia burguesa”:

Hubo, en el siglo burgués, esposos impotentes, esposas frígidas, jóvenes, hombres y mujeres por igual, inocentes de los hechos más elementales de la vida; e informes escandalosos de establecimientos de homosexuales o el tráfico ilícito de niñas prepúberes atestiguan el lado oscuro de la experiencia sensual de la clase media.

Entre otras cosas, se puede decir de la burguesía que fue inventora del orgasmo, tal como lo conocemos, o desconocemos, hoy en día. Y, con el orgasmo, vino la frigidez y la impotencia. Y, con la frigidez y la impotencia, vino Freud y el psicoanálisis. Que no era así antes, durante el “Ancient Regime”, lo sabemos por las muchas novelas que hablaron de la vida cotidiana de esos días. “Las afinidades electivas”, de Goethe, es solo una de ellas. Para mí, la mejor.

1.30pm

Uno de los poemas más recordados de Robert Lowell. “To speak of the woe that is in marriage” (el título es tomado de Chaucer), habla, en forma crispada del malestar de la pareja burguesa. Con la revolución de 1789 se quedaron en el polvero otras formas de relacionarse. Se hablaba, entonces, de situaciones que hoy parecen obsoletas: el sexo como forma superior de comunicación; como vía de conocimiento y ascesis; como purificación alquímica; como regreso al paraíso perdido; como residencia fugaz en la luz de la inocencia; como regreso al uno indiferenciado, al mundo de niños y niñas pequeños; como forma de crecimiento desde el otro; como rito de paso permanente. Y así. Después de la caída de la bastilla, la histeria ha venido a compartir el lecho de los amantes. En ocasiones, no ser tan modernos o urbanos que es lo mismo, aspirar a una armonía preburguesa, parece recomendable. Y aceptar como axioma la conseja de gran Juan de Yépez:

En la noche dichosa
en secreto que nadie me veía
ni yo miraba cosa
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía
en sitio donde nadie aparecía.
!Oh noche, que guiaste!
!Oh noche, amable más que la alborada!
!Oh noche que juntaste
amado con amada
amada en el amado transformada!

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De Viajes (5.30 pm)

Los viajes siempre han estado de moda, por lo menos desde Troya. Pero ahora están más de moda que antes. En situaciones de alta inestabilidad emocional, como la que vive Venezuela en estos días, se piensa en las posibilidades terapéuticas de los traslados, en sus capacidades como cura a los trastornos del ánima. Y los viajeros regresan asegurando sentirse mejor, listos para enfrentar una existencia que se les ha vuelto menos grata en el país natal. Pero el viaje también es una utopía, y siempre lo ha sido. Sándor Márai en “L’isola” coloca a su protagonista en uno de estos viajes. Al final del cual, rotas todas las “great expectations”, sólo queda la tragedia. También se piensa, y es probable que sea así, que son buenos los viajes a la hora de tomar decisiones. Que en un ambiente propicio seremos más lúcidos y menos indecisos. Un poco de distancia siempre es bueno, aseguran las almas simples, olvidando algo que no conocían en su simpleza. Y es aquello a lo que se refiere Cavafy en una imagen inmortal. Que nunca nos alejamos de Itaca. Donde quiera que vayas la llevarás contigo.

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MEMORIA DEL CUERPO

También de Cavafy son estos versos en los que confirma una de mis intuiciones menos extraviadas. Que el cuerpo recuerda tanto como la mente:

Recuerda, cuerpo, no sólo cuánto se te amó,
no sólo los lechos donde estuviste echado,
sino también aquellos deseos que, por ti,
brillaron con claridad en las miradas
y se estremecieron en las voces, y que
fueron frustrados por la fortuna adversa.
Ahora que todo queda en el pasado, parece que,
en realidad, te hubieras entregado a esos deseos.
Recuerda cómo brillaban en los ojos que te miraban,
cómo en las voces por ti se estremecían, recuerda, cuerpo.