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Pedro Enrique Rodríguez, un detective tras las pistas de la literatura venezolana

Esta entrevista de Pedro Enrique Rodríguez, ganador de la octava edición del Premio Anual Transgenérico de la Fundación Cultura Urbana, fue publicada en la revista Lector Urbano.

Un detective tras las pistas de la literatura venezolana

El autor galardonado, psicólogo clínico y profesor de la UCAB, publicará en la colección de la FCU su obra inédita Oficio de Lectores. Textos de detectivismo literario y especulaciones narrativas; reconocida unánimemente por un jurado conformado por Ana Teresa Torres, Ramón Guillermo Aveledo y Miguel Osío Zamora, quienes observaron en sus líneas una “mirada culta e inteligente que analiza, especula, narra y crea, ofreciéndonos una propuesta novedosa en la literatura venezolana, especialmente interesante por su singularidad y contemporaneidad”

Tiene un récord literario que concierne a su experiencia en el Taller de Narrativa Celarg 2000-2001, a su participación en la I Semana de la Nueva Narrativa Urbana y a sus colaboraciones Ficción Breve Venezolana y Panfletonegro. Su primer libro, Caligrafías salvajes ha recibido mención honorífica en la Bienal de Literatura Augusto Padrón y, para más señas, figura entre los 14 finalistas de la 24va edición del premio de cuentos Juan Rulfo 2007, de Radio France Internacional.

Vayamos directamente al final del libro. La canción de Moby, titulada Lift me up, y una frase del Infierno de Dante son una invitación a descubrir las jitanjáforas o composiciones literarias del texto. ¿Revela fácilmente senderos al lector o escribe para un lector culto?

– De algún modo sí, ambas cosas. He tenido siempre en mente que la lectura cuando es apasionada apuesta por el descubrimiento. Esa frase del título es un guiño a la Divina Comedia (“Pape Satán, pape Satán aleppe”), una referencia compleja, pero también un guiño a la música de un músico como Moby. Son las posibilidades narrativas y lúdicas que brinda la literatura o los enigmas planteados a unos lectores, a esos “detectives literarios” que son los lectores, lo que me interesa. Eso está presente también en otros textos del libro, como aquél acerca de un supuesto chimpancé en el Jardín des Plantes que provocó a Nabokov el estremecimiento de la inspiración y que, como se puede leer en el libro, está directamente unido a una edición de la revista Life, en la que aparece una nota de Nabokov sobre la identidad de una mariposa que se mantiene suspendida en uno de los paneles del Jardín de las Delicias, de El Bosco. En gran medida, el libro gira en torno al disfrute de sentir que puedes hacer un descubrimiento.
Descubrimientos que se convierten en pistas a lo largo de las 133 páginas escritas por Pedro Enrique Rodríguez (bajo el pseudónimo Rodrigo Coll) en su libro Oficio de lectores. Texto de detectivismo literario y especulaciones.

A medio camino entre la crónica, la prosa y la narrativa. Estos géneros están presentes de forma hibridada en la obra.

– No fue deliberado. Sin embargo, algo que recuerdo como un antecedente al momento de armar el libro son los libros supuestamente ensayísticos de Jorge Luis Borges. Porque se me hace obvio que su obra cuentística y ensayística es una continuidad de ciertos temas, de ciertas obsesiones. Se me hace claro entonces que la crónica, el cuento y el ensayo tienen una secuencia narrativa, un hilo tenue y coherente, porque los tres forman parte de la naturaleza de la ficción. Y porque lo que te influencia está en todas partes, no está solo ni es lineal, sino heterogéneo.

A causa de ello muestra sus influencias de J. L. Borges y Julio Cortázar como telones de fondo. De hecho, su libro puede leerse -como Rayuela- de modo desordenado.

– Sí. Y también las influencias de Vladimir Nabokov, Italo Calvino, Umberto Eco. Oficio de lectores. Textos de detectivismo literario y especulaciones narrativas es un libro para un lector que hace las veces de Sherlock Home en pijama. Un lector que busca pistas, especula… Los textos son reflexiones sobre el hecho de narrar.

Instrucciones para colocar a una niñita en reposo da cuenta de una de las tantas formas que tiene usted de narrar y, en cambio, Variaciones líquidas denota su facilidad para transfigurarse y ejercer la escritura con el pulso de Gabo, Guillermo Cabrera Infante, James Joyce o Rómulo Gallegos desnudando tabúes y echando mano a sus personajes, giros y jerga. ¿Cómo fue esa carpintería?

– Como me gusta jugar con la literatura, entonces me pareció divertido hacer una suerte de variación, de parodia. Y con estos autores jugué con su manera de hablar, de escribir, aunque sería muy pretencioso pensar que puedo captar todo lo que hay en ellos. Lo que hice fue hacer un ejercicio y preguntarme qué pasaría si estos escritores tuviesen que confrontarse con una historia en la que no hay agua. Cómo serían los inicios de sus relatos. Por eso se llama así: Variaciones líquidas.

Escritor y psicólogo clínico, dos oficios que le permiten jugar con los roles.

– Sí, aunque lo más natural es verlo por separado. La psicología me la tomo muy en serio y la literatura me la tomo con mucha responsabilidad, pero me permito jugar.

Volvamos a las páginas iniciales de su libro. Su texto La ciudad es esperanzador. ¿Cuál es su diagnóstico de Caracas, es una ciudad enferma?

– Es una ciudad herida. También los caraqueños. Una ciudad donde es fácil ver el sufrimiento. La pienso como psicólogo y como escritor, dos facetas que hay en mí, pero no la puedo ver de un modo apocalíptico, casi siempre lo apocalíptico me parece un poco cursi. Después de todo, la ciudad es lo que te pasa. Es un espacio físico donde ocurren cosas, donde hay subjetividad, un performance. Y el caraqueño lo que hace es sobrevivir. Sobrevive a la violencia, a la falta de espacio donde ser felices; sobrevive a las colas, pero aun ese tráfico infernal podemos aprovecharlo para mirar y pensar.
“La ciudad es fantástica, pero también es aplastante. Por eso es preciso acariciarla y golpearla a contrapelo. A la ciudad hay que pensarla y dejar esa idea ahí, suspendida, a ver qué se crea en su estado gravitatorio, a ver qué movimientos elicita. Por ello es preciso moverse a través de lugares imprevistos, bocacalles, umbrales, pasillos y avenidas. Caminar, inclinarse, levantarse con todo el cuerpo… conseguir refugio tarde en la noche en un hotel de paso, y allí, en silencio, aferrados al cuerpo desnudo de una amante, permanecer a salvo de las sombras de otras sombras que trae la noche”.

La ciudad es lo que te inventas, concluye a modo de récipe psicológico Pedro Enrique Rodríguez (1974), joven autor nacido en Maracay y herido en Caracas como cualquier caraqueño de a pie.

Esta entrevista se publicó el 12 de octubre de 2008 en Lector Urbano.