Desarrollo

Adam Przeworski: “La palabra socialismo puede usarse para muchas cosas”

El académico habla sobre Venezuela, democracia, izquierda y neoliberalismo.

Por Boris Muñoz | 26 de noviembre, 2008

Superada la era de las dictaduras y el neoliberalismo, América Latina se ha involucrado en la globalización con bastante ímpetu pero arrastrando una importante deuda social. Aunque algunos países han comenzado a responder al rezago histórico mejorando los servicios sociales para los más pobres a través de las instituciones ya existentes, mientras otros han asumido la ruta de las refundaciones nacionales se cuela el populismo y el personalismo como un modo de practicar la política y ejercer el poder. Entre ambas corrientes está abierto un intenso debate sobre la definición de socialismo y democracia, participación y representación.

Para los venezolanos, el nombre de Adam Przeworski (se prenuncia Yavorski) no es reconocible fuera un círculo muy reducido de científicos sociales. Sin embargo, cualquiera que busque ilustrarse sobre las reflexiones modernas de la democracia, sus incesantes vaivenes y metamorfosis, tropezará con él una y otra vez. Es un hombre de mediana estatura, con el cabello naranja como una zanahoria y cuando se lo ve por primera vez es fácil tomarlo por un irlandés. En realidad, nació en Varsovia y luego marchó a Estados Unidos, donde culminó sus estudios doctorales en sociología. Su libro Democracia y desarrollo marcó un hito en la teoría de la democracia y renovó, desde la perspectiva del marxismo analítico, la posibilidad de pensar la izquierda más allá de la querella histórica con el capitalismo. Se le debe, entre otros, el concepto de “mínimo democrático”, entendido como los factores y elementos que expresan el coeficiente de democracia de una sociedad.

Pzeworski conoce de primera mano América Latina, pues fue asesor del gobierno de Allende y ha vivido en varios países de la región de manera intermitente. Un buen número de páginas de sus trece libros, así como sus numerosos ensayos, tienen que ver con el proceso político de nuestra América que sigue con pasión y un asombroso sentido de actualidad. Si bien existen constantes históricas y raíces raciales y culturales comunes, para él, entender la política latinoamericana exige que se renuncie a asimilarla a través de generalizaciones y universalizaciones. Al contrario, es a través de las fluctuaciones y los matices que se pueden calibrar mejor las marchas y tendencias que caracterizan su presente.

-¿Cuál es su apreciación del proceso político latinoamericano en un momento en que, por primera vez en la historia hay tantos gobiernos de izquierda. Se trata de gobiernos que, a partir del ejemplo de Venezuela, parecieran estar siguiendo un patrón de comportamiento. Elección por los votos y luego Asamblea Constituyente. Es el caso de Venezuela, Ecuador y Bolivia.

-De alguna manera, hay una nueva tendencia en la región. Mi apreciación es tentativa y quiero hacer énfasis en eso. Este fenómeno hay que verlo desde la punto de vista de la gente pobre. Desde su perspectiva, las instituciones liberales democráticas no funcionaron bien en los aspectos económicos de sus vidas. Funcionaron hasta cierto punto para garantizar la paz social, con de una relativa libertad política y dentro de un sistema legal que funcionaba más o menos, tolerando cierto grado de corrupción. Pero desde el punto de vista económico esas instituciones no hicieron nada por los pobres. Me asombró cuando Manuel López Obrador, en una de sus giras postelectorales, gritó “al diablo con estas instituciones”. Al principio pensé, “este hombre es peligroso por mandar las instituciones al diablo”. Pero luego pensé que esas instituciones no habían hecho mucho por las mayorías y que éstas eran tan o más pobres antes de que ellas aparecieran. Así que el hecho de que haya una tendencia que rechaza en buena medida estas instituciones, aunque no abiertamente, por la mascarada de que son democráticas y siguen un proyecto institucional. La verdad es que no es nada sorprendente este rechazo. El modelo que actualmente domina la región es el populismo. Populismo precisamente en el sentido del rechazo a las instituciones y en la personificación del poder y el proceso en un líder. Eso es comprensible, pero hay que puntualizar que esto llegó después de otra tendencia que buscaba hacer de la democracia un modelo más deliberativo y participativo a través de la reforma del Estado. Ese fue un modelo que no funcionó, pero al mismo tiempo hay que decir que quienes tienen el poder aquí tampoco la van a hacer mejor. Y creo saber porqué.

-¿Cuál es su pronóstico?

-Lo primero, es que la democracia fuerza a la gente a discutir cosas, mientras las elites gobernantes y las elites económicas intentan hacer lo contrario. La democracia obliga también a los gobernantes a aceptar el escrutinio y la crítica de los gobernados. Esto significa que tiende a eliminar las peores políticas públicas, aunque haya muchas políticas de Estado que no funcionen bien. Pero, ¿por qué no funcionaron bien? Porque eran democracias de elite. En Venezuela 1958, las elites llevaron a cabo un acuerdo para monopolizar el poder alternando dos partidos políticos y usaron su poder para mantener a otros grupos y usufructuarlo en su propio beneficio. Sabemos lo que eso significa y podríamos denominarlo poliarquía, pero yo creo que de alguna manera eso es secundario. Incluso estoy dispuesto a llamarlo democracia, porque una democracia es el sistema en el cual el partido que detenta el poder puede perder las elecciones. En el caso de Venezuela esto se cumplía, si bien había un control monopolístico de las elites. La actual situación en cambio me causa escepticismo y temor. Y la razón es que en casi todas las democracias se cometen errores pero estos no llevan al desastre. Amartya Sen demostró que en las democracias no se producían hambrunas, lo que se debe a que ellas poseen mecanismos reguladores y correctores que impiden que los problemas lleguen al nivel de catástrofes. El problema con algunas figuras de la llamada nueva izquierda es que se pueden comprometer con cualquier quimera sin que haya forma de pararlos. El resultado es casi siempre el desastre.

-Por otra parte, no hay en este momento forma de parar un desastre, en el caso Venezolano, porque los altos precios del petróleo impiden que la gente vea más allá de su situación inmediata.

-Más que esto. Evo Morales manejó la nacionalización del gas de una manera muy graciosa y apropiada. Eso significa que las compañías extranjeras están dispuestas a permanecer en América Latina con ganancias menores a las que hacían anteriormente, porque de todas maneras obtienen buenos dividendos. Lo sorprendente es que países como Venezuela y Bolivia han manejado las nacionalizaciones dentro de un marco económico ortodoxo, reconociendo los derechos de las corporaciones y pagando altas sumas de dinero por las compañías. Evo Morales es diferente a Hugo Chávez. Si los ves de cerca, líderes como Chávez, Morales y Correa son muy diferentes.

-Pero tienen en común que hablan de socialismo. ¿Cree que Bolivia, Ecuador y Venezuela andan en el camino del socialismo?

-Socialismo es otra de esas palabras que se usan para muchas cosas. Socialismo puede significar que el Estado es propietario de los medios de producción. Los gobiernos de estos tres países pueden nacionalizar ciertos sectores de la economía, pero no van a nacionalizar cualquier cosa que se les atraviese. Nacionalizarán seguramente los recursos naturales estratégicos. El Estado puede nacionalizar esos recursos y manejarlos. México nacionalizó su petróleo en los años treinta y no se habló de socialismo. No creo que vayan a expropiar la zapatería de la esquina, ni las textileras con 10 obreros. De modo que no va haber comunismo.

-En Venezuela se han estatizado grandes empresas como la telefónica y la electricidad. Incluso se especula que las empresas de alimentos podrían ser estatizadas.

-Bueno, he ahí un peligro. Pero esas nacionalizaciones no significan que el país esté en la vía al socialismo, sino que eso le proporciona a Chávez mayor control de la sociedad en general. Chávez tiene un instinto autoritario que comparte con algunos dirigentes del socialismo real. El peligro es que suceda lo que sucedió en los países comunistas y es la práctica cotidiana de los regímenes autoritarios: que haya una cúpula que gobierna a su antojo a través de decretos. Así que si algo se sale de las manos se recurre al decreto. Eso no es socialismo ni tampoco va a funcionar.

-¿No va a funcionar para quién?

-No va a funcionar económicamente.

-¿Está seguro?

-¿Va a forzar a los proveedores y productores a venderle a él? Puede ser hasta cierto punto, pero no será suficiente para satisfacer las necesidades de la sociedad. ¿Qué sucederá cuando aparezca la escasez? Los gobiernos comunistas intentaron entre 1948 y 1988 forzar a los campesinos a venderle sus productos y no pudieron. Punto. Una medida de esa naturaleza es sencillamente una mala política pública. Es un instinto equivocado. Como usted sabe, no soy un liberal sino un izquierdista. De todos modos, pienso que la gente debe tener incentivos. Y no se puede decretar que el pueblo algo que no quiere hacer.

-¿Cuál es el estado de la democracia en América Latina? A mi juicio es extraño: países con líderes que desearían estar en el poder para siempre y masas que están dispuestas a consentirlo e incluso a auparlo.

-Bueno, no son los primeros dirigentes con ese estilo. Esa es la pauta histórica: líderes populares que quieren legitimar su poder a través de medios democráticos. Algunos son populares por largos periodos de tiempo. El prototipo de este tipo de líder es sin duda Napoleón III, a quien se le debe el llamado bonapartismo: elecciones y control del Estado. Déjame decirte algo sobre América Latina. Lo primero es que en algunos países de América Latina la democracia es extremadamente fuerte. Hace 20 años, en 1985, era impensable que Lula ganara las elecciones, pero en 2002 las ganó. Tomó tiempo pero sucedió. Mientras tanto ese país que venía de una dictadura sobrevivió el fiasco de Collor de Melo y tuvo dos décadas de alternancia. Las instituciones funcionaron, lo mismo que Argentina que experimentó una situación económica terrible que desestabilizó la democracia. Pero desde la dimisión de De la Rúa, todos los actos de gobierno ocurrieron de acuerdo con las reglas. Obviamente ahí funcionaron las instituciones igual que en Chile después de Pinochet. Finalmente, el resultado de las elecciones mexicanas, pese a que yo apoyé a López Obrador, demostró que ahí también las instituciones funcionan. De modo que hay cuatro países, al menos, con democracias fuertes.

-Al principio usted recordó que López Obrador había mandado a las instituciones al demonio.

-Y ahí está la respuesta institucional. Por eso muchos de sus seguidores, quienes le han dicho que la pelea es a través de las instituciones y no contra ellas, le han dado la espalda. La línea divisoria de este momento no es entre gobiernos de izquierda y gobiernos liberales o conservadores, sino entre distintos tipos de liderazgos. Bachelet, Lula, Kirchner e incluso Tabaré, pueden ser considerados socialistas y encarnan una tendencia institucionalista. Mientras Bolivia, Venezuela, Ecuador y Nicaragua tienen un acercamiento diferente.

-Nuestra oposición no cuenta porque se retiró del parlamento, perdiendo ese poder relativo.

-Eso fue lo que sucedió en Nicaragua en 1984. A propósito de esto, tengo una anécdota. Hace unos años hablé con Felipe González, el ex presidente del gobierno español, acerca de cómo hacer para que el PSOE volviera a su lugar dominante. Lo primero que me dijo es que tomara en cuenta que el era el líder de un partido y que la primera responsabilidad del líder de un partido es llevarlo a ganar elecciones, así que no debía darle ninguna idea que lo llevara a perder una elección. Ese es el peso específico de la oposición: encontrar la fuerza para decirle a la gente que el gobierno lo está haciendo mal y que puede sufrir las consecuencias. El papel de la oposición es disciplinar al gobierno. Pero me temo que en los nuevos sistemas emergentes esa arma pueda desaparecer.

-La disidencia está amenazada incluso cuando se manifiesta dentro de las filas oficiales, como se ha visto en la formación del Partido Socialista Unido de Venezuela.

-No estoy, en principio, contra una reelección permanente. Un congresista de Estados Unidos una vez dijo que para ellos había un límite a su gestión y eran las elecciones. La razón por la cual en América Latina se limitó la reelección incluso desde las primeras constituciones es porque estar en el poder le daba al líder o el partido una tremenda ventaja: la posibilidad de perpetuarse a voluntad. Históricamente en América Latina ha habido muy pocos presidente que hayan buscado la reelección y perdido. Y eso se debe a que tienen demasiado poder. Por otra parte, si nivelas el campo de juego para la oposición. Y se la oposición se puede organizar, obtener buenos fondos y acceso a los medios, y si las elecciones no son dirigidas por mampuesto por el Ministerio del Interior, sino por una autoridad electoral autónoma e independiente, entonces no hay demasiada razón para limitar las reelecciones. Pero solo si se dan estas condiciones.

CORRIGIENDO LA GLOBALIZACIÓN

-Algunos gobiernos latinoamericanos han dirigido sus esfuerzos a corregir los desbalances de la globalización.

-Hace tiempo que he llegado a la siguiente conclusión: uno debe distinguir de manera muy clara el tema de la propiedad del tema del monopolio. Si uno tiene mercados competitivos, la cuestión de la propiedad queda en segundo lugar. En un mercado competitivo, las empresas públicas se comportarán de la misma manera que las privadas. El ejemplo es la competencia entre los fabricantes de carros Renault y Pegeut. Renault era pública y Pegeut privada. Las dos competían y les iba bastante bien. La mayor diferencia es que las ganancias de la primera iban al Estado mientras las de la segunda a inversionistas privados. Así que en tanto las compañías públicas se expongan participen de la competencia de mercado, el tema de la propiedad se neutraliza de algún modo. Desde el punto de vista de la distribución del ingreso, tampoco esto debería significar mayor diferencia dentro de un marco legal claro. El problema con América Latina es que cuando hablamos de propiedad no se trata de cualquier producto, sino de productos naturales exportables, un campo dominado por los monopolios locales: PEMEX, Pdvsa. Algunas de estas compañías están muy mal manejadas. Ese es un aspecto de la situación. Por otra parte, el peligro para países como Venezuela es lo que ha sido llamado “la enfermedad holandesa”. Consiste en que cuando suben los precios del petróleo y se eleva el valor de la moneda, las exportaciones se vuelven más caras y se aniquilan otros rubros de exportación, especializándose la exportación en solo un rubro, en este caso el petróleo. Los noruegos son los que mejor han manejado esta situación porque han invertido las ganancias en la diversificación de la economía y otras actividades económica. Eso no lo están haciendo ni Venezuela ni Bolivia. De hecho, las ganancias del petróleo están socavando -y quizá destruyendo- las otras industrias: importas a bajo precio compitiendo en condiciones desfavorables para los locales. A largo plazo eso es un veneno. Por eso los países petroleros se caracterizan por pronunciados altibajos, lo que no es nada nuevo, por otra parte. Así que si predicas contra la globalización, utiliza una política de sustitución de importaciones. Toma el dinero del gas y el petróleo para construir otras industrias. No hay nada malo con eso.

-¿Puede desarrollarse la sustitución de importaciones mediante un esquema de economía planificada?

-No es necesario. Sencillamente se puede hacer a través del crédito para financiar los rubros competitivos.

-¿Considera usted que los experimentos de nuevos sistemas que aspiran a ser democráticos aunque con fuertes dosis de populismo y personalismo, son viables a largo plazo?

-Algunos serán exitosos y muchos otros fracasarán. En esto, la suerte jugará un gran papel.

-¿Qué es la suerte en las ciencias políticas?

-Precios altos para las exportaciones y hacer políticas públicas acertadas. Un ejemplo. Sur Corea era un sistema autoritario con un líder desarrollista. El país apostó a tres grandes proyectos. Cuando todo el mundo cerraba sus astilleros, ellos construyeron el segundo más grande del mundo. Al mismo tiempo se embarcaron en la segunda siderúrgica. También invirtieron en una gran industria petroquímica. La siderúrgica la construyeron sin hacer la más mínima investigación de mercado. Fue una decisión del dictador. Las dos primeros han sido éxitos rotundos, mientras la tercera fracaso y al cabo de unos años fue cerrada. Haber acertado con las dos primeras tiene mucho de suerte, y de prudencia.

-Serán exitosos en tanto creen riqueza y la distribuyan.

-Es en buena medida lo que ya hacen al proveer servicios sociales. Por eso, son populares. Pero también tienen que invertir en la industria exportadora y fuera de ella. En consecuencia, las restricciones presupuestarias se angostan entre la reinversión en la industria petrolera, los servicios sociales y la promoción del crecimiento a través de proyectos desarrollo que implican un gran gasto, descontando la inflación que en Venezuela es muy alta. El gobierno tiene que estar nervioso con este cuadro.

MERCADO Y DEMOCRACIA

-¿Cuál es el papel del sector privado en esta dinámica?

-En un modelo razonable sería tomar parte del dinero de las exportaciones y ponerlo en subasta para que el sector privado puje por él a través de proyectos. Si alguien quiere construir una industria y está dispuesto a pagar los intereses de un préstamo, pues hay que darle el dinero. Esa sería una buena política. Ese es el papel del sector privado.

-¿Puede el sector privado promover la democracia y la ciudadanía por vía del mercado o de una economía abierta?

-Soy muy escéptico hacia esa posibilidad. Es como hablar del capitalismo del pueblo. Sencillamente, no creo que funcione.

En América Latina, hay mucha gente que está fuera del sistema laboral y también fuera de la economía formal. ¿Puede el mercado contribuir a su inclusión social?

-Para lograr la inclusión hay una serie de políticas públicas que están siendo aplicadas en varios países. Hay muestras extremadamente exitosas como le microcrédito. El Estado tiene dos posibilidades: o prestar el dinero directamente o asegurar que los sistemas de crédito funcionen para los pobres que no tienen propiedades para respaldar sus solicitudes de préstamo. Esa es una política de inclusión efectiva más allá de la discusión de si genera o no participación política.

-¿Puede la democratización del capital general actitudes democráticas en las personas?

-No veo ejemplos sólidos al respecto. Si la gente está económicamente mejor con Chávez, va a pensar que él es Dios. Estaban hambrientos, ahora pueden comer mejor y vivir mejor. Lógicamente, Chávez les parece Dios.

-En su concepto del “mínimo democrático” usted propone que la garantía mínima que una democracia necesita para ser tal es la competencia. Pero algunas veces encontramos mayorías que se legitiman a sí mismas por vía de elecciones y, sin embargo, no cambian el statu quo.

-Estoy estudiando el tema de la representación en la democracia y justamente acabo de terminar un ensayo sobre él. En la historia, las mayorías de las elecciones han sido ganadas por un candidato oficial impuesto por la burocracia y la maquinaria gobernante. Es un fenómeno viejo. Sucedió en Francia a fines del siglo XVIII y a lo largo del XIX, en especial con Napoleón III. Evidentemente esto da la ventaja de manipular los procesos y adelgaza la posibilidad de la oposición de ganar o perder la elección, por eso resulta tan difícil establecer si Venezuela es una democracia racional. En ese sentido, el margen para que la oposición conquiste el poder, es tan estrecho que hace imposible responder la pregunta si Venezuela es democrática. Pero sabemos lo que sí es.

-¿Si?

-Es un sistema en el que el gobierno tiene el control de todos los instrumentos de control político y los usa para enfrentar a la oposición y evitar que gane posiciones. ¿Eso es bueno? No. Porque no hay balances ni transparencia, lo que lleva a decisiones equívocas.

LOS PELIGROS DEL ANTI-ESTADO

-¿Cuál es su apreciación de los movimientos anti-Estado que han ido ganando terreno en algunos países de América Latina, como los zapatistas, los aymarás, así como otros movimientos sociales indigenistas y populares, así como ciertos grupos dentro del movimiento bolivariano?

-En general me parecen muy peligrosos. En particular, los zapatistas son una nebulosa y un enigma. Pero más allá, todo indica que muchos de estos grupos pueden empujar a que la gente comience a matarse entre sí como ha sido durante cientos de años y siempre con el mismo resultado. Desde esa perspectiva, me parece muy positivo que gente como Morales pueda incorporar algunos de esos movimientos al Estado y, en cierta medida, neutralizarlos. Por eso, el Estado debe incorporarlos política y económicamente hasta donde sea posible.

-¿Qué le parecen los grupos que protestan contra la hegemonía capitalista y proclaman los movimientos sociales o la llamada multitud de Antonio Negri?

-La mayoría de los promotores y líderes de esas ideas son de raza blanca, altamente educados del primer mundo y gozan de la mejor cara de la globalización. ¿Son antiglobalización o simplemente hablan contra la globalización? Siento simpatía por ellos, pero por una serie de razones complicadas no comparto su punto de vista sobre el cambio social. Creo, por en contraste, que es muy importante encontrar vías institucionales para la incorporación de los excluidos. ¿Si esas mayorías fueran incorporadas al lado más beneficioso de la globalización seguirían siendo antiglobalización? Lo dudo. A parte de eso, me parece que sus reclamos por una mayor igualdad son válidos. ¿No sé si se consideran antiglobalización porque han sido abandonados?

-¿O porque son fieles a una posición que hoy es considerada “de izquierda”?

-No sé qué es primero. Veámoslo de esta forma. Supongamos que tú eres pobre, racialmente discriminado y quieres formular tus demandas. Tienes que encontrar un lenguaje para hacerlo. Hay diferentes lenguajes. La teología de la liberación fue en América Latina uno de esos lenguajes. Por diversas razones, hoy hay grupos que vuelven a la ortodoxia marxista porque no tienen otras vías para expresar sus demandas. Puedes no haber estudiado Marx y Lenin y no te resultara irónico entender que ellos planteaban lo mismo que los social demócratas de 1890. Por alguna razón, ese lenguaje está en el ambiente y los arropa a través de consignas de gente por el estilo de Martha Harnecker. Pero si eres pobre y discriminado no hay otra cosa que la incorporación.

-¿Incorporarse a qué, al capitalismo?

-Incorporarse al mercado y a las instituciones democráticas.

AMPLIAR LA SATISFACCIÓN

-¿Cuál es el espíritu de los tiempos en términos políticos para América Latina? Hace 20 años nos caracterizaba el modelo neoliberal, ¿qué tenemos ahora?

-El neoliberalismo está muerto en América Latina, pero no sabría qué lo reemplaza. Creo que hay diferentes reacciones contra el modelo neoliberal. Kirchner reaccionó de modo diferente a Chávez y Lula también a su manera. En Argentina, con todos sus errores que han cometido, el signo es un retorno a la razón. Vendieron todos sus servicios en términos muy estúpidos. Ahora los recobran, cosa sensata. En otros países, hay otras maneras, pero en general se está buscando un conocimiento más profundo de las ventajas y desventajas de la globalización y encontrar lo más conveniente para cada quien. Eso es probablemente, la característica compartida: no entrar a cualquier acuerdo comercial a cambio de bajar los impuestos, no privatizar a ciegas, saber que lo que es bueno para uno no lo es para otro. En lo político, hay una búsqueda desesperada para modificar las instituciones democráticas para hacer la participación más efectiva y atender las numerosas demandas de reivindicación, con el fin de ampliar la satisfacción con las instituciones democráticas. Pero soy extremadamente escéptico acerca de esto. En primer lugar, no estoy seguro si la participación es la manera correcta de ampliar la satisfacción y, por otra parte, tampoco estoy convencido de que la democracia pueda absorber un grado tan alto de participación real.

-Después de esta oleada participativa, volveremos entonces a pensar en los mecanismos de representación.

-Si, eso es previsible. Podemos perfeccionar la representación de manera más sencilla aun si no podemos estimular y absorber mejor la participación. Sobre esta última posibilidad albergo serias dudas.

Entrevista publicada en la Revista Exxito en el año 2008

Boris Muñoz 

Comentarios (2)

jota san
22 de julio, 2014

muy bueno, ahora entiendo mas sobre el socialismo (gracias)

Edgard J. González.-
22 de julio, 2014

El primer BEMOL de esta entrevista es que fue realizada hace cinco años y medio, lapso durante el cual se ha agravado la situación que ya en 2008 cuestionaba tímidamente Adam Przeworski. Una actualización de sus puntos de vista sobre la Venezuela post Chávez y con mayor intromisión castrista, sería muy valiosa. Por otra parte, veo algunas contradicciones en sus observaciones del 2008: 1. Przeworski fue asesor del gobierno de Allende y apoyó a López Obrador, pero no hay la suficiente autocrítica: Allende se dejó influenciar demasiado por Fidel Castro (quien incluso hizo una “visita de Estado” de más de un mes, la más larga de la Historia) y no impidió los excesos de la ultra izquierda chilena, que a la larga provocaron el Golpe del 73. Y López Obrador se presentó por mucho tiempo como una copia de Chávez, igual que Ollanta Humala en Perú, hasta que ambos recapacitaron y trataron de distanciarse del extremismo autoritario del chavismo. Cuando “Manuel López Obrador, gritó “al diablo con estas instituciones”, pensó, “este hombre es peligroso” (¿y lo siguió apoyando? ). 2. “eran democracias de élite” (refiriéndose a los gobiernos de AD y COPEI). Yo difiero del término utilizado. AD y COPEI coparon el panorama político del 58 al 93, pero difícilmente se pueda caracterizar a Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Luis Herrera Campins, CAP y Lusinchi como parte de una ÉLITE, aunque en Venezuela hubiera una Élite, anterior a sus gobiernos, que se robusteció y creció durante aquel lapso. El PRI ocupó décadas de monopolio del poder, y sin embargo era un Partido poderoso, no una Élite (aunque podamos diferenciar al grupo minoritario de los dirigentes, del grupo mayoritario de los militantes y simpatizantes). 4. “desde la dimisión de De la Rúa, todos los actos de gobierno ocurrieron de acuerdo con las reglas” ¿Los Kirschner? Nestor y Cristina se han distinguido por su inescrupulosidad, tanto en el manejo de los dineros públicos, como en su afán por controlar las Instituciones (que no lo han logrado, no significa que las REGLAS se han acatado todas las veces. Hay que reconocer que en Argentina, el Poder judicial mantiene bastante autonomía y Decencia, todo lo contrario de la situación en Venezuela, con todos los poderes vulgarmente controlados por el régimen “socialista del siglo 21”, que a su vez recibe directrices de La Habana. 5. Es incoherente su defensa de la Democracia y que a la vez Apoye la Reelección indefinida, Tampoco menciona a Cuba, un referente esencial cuando se analiza a América Latina. En ese tema es donde muchos que se las dan de demócratas, se resbalan y dejan ver sus resabios estalinistas (como Lula, Dilma, Bachelet, Mujica, y ciertos “progres” europeos).

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