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La paradoja de la democracia

mythLos electores ejercen su derecho al voto con el objetivo de elegir gobernantes que implementen políticas que los beneficien. Esta es una de las premisas de la democracia. Sin embargo, en muchas ocasiones, los gobernantes eligen políticas públicas que perjudican a aquéllos que los eligieron. Este fenómeno es conocido como la paradoja de la democracia.
¿Por qué existe la paradoja de la democracia?¿Por qué los gobernantes eligen políticas que perjudican el bienestar de sus votantes?

Bryan Caplan, autor del libro el Mito del Votante Racional, afirma que hay tres explicaciones típicas al fenómeno:
1. Una vez que los políticos son electos, le dan la espalda a sus votantes y se dedican a satisfacer sus intereses particulares y los de los grupos de interés.
2. Los votantes son ignorantes racionales sobre temas políticos y de políticas públicas, por lo que no prestan mayor atención a las decisiones que toman los gobernantes.
3. Las políticas que suponemos afectan al bienestar de la gente y que originan la paradoja de la democracia realmente no afectan al bienestar de la gente sino que los benefician.

Caplan sostiene que las explicaciones anteriores son incorrectas (en su libro se dedica a refutarlas extensamente). Alternativamente, Caplan plantea la hipótesis de que la paradoja de la democracia existe debido a que los votantes son irracionales y votan de acuerdo a su irracionalidad. Las emociones y la ideología determinan la opinión de la gente y, en consecuencia, a quien dirigen sus votos. La gente vota bajo el efecto de creencias que son erróneas y se “sienten bien” por ello, aunque eventualmente sufran las consecuencias negativas de haber votado de acuerdo a esas creencias.

El argumento de Caplan descansa sobre el hecho de que a la gente le importa -les genera bienestar- dos cosas: el bienestar material y comportarse de acuerdo a sus creencias (preferencias sobre creencias). Bajo esta premisa, las personas estarían dispuestas a sacrificar bienestar material por el bienestar que produce comportarse de acuerdo con sus creencias. En este sentido, los votantes en una democracia son más parecidos a los miembros de una religión. No importa si existen hechos que contradicen sus creencias, actuar guiados por ellas, produce bienestar, y, aún cuando tu actuación afecte tu bienestar, estás dispuesto a tolerarla. El voto basado en creencias erróneas se sustenta también en el hecho de que el voto individual tiene una probabilidad casi nula de ser decisivo sobre quien se termina eligiendo. Basado en este hecho, la gente, aun cuando supiera que las políticas públicas lo pueden perjudicar materialmente, obtiene un bienestar mayor votando de acuerdo a sus creencias, pues, en todo caso, su voto no es el que decide que política pública se termina implementando. Este argumento también le sirve a Caplan para sostener que la irracionalidad es selectiva, es decir, podemos ser irracionales en algunos temas de políticas públicas pero no necesariamente en otros ámbitos de actuación.

En su libro, Caplan se concentra en analizar las creencias de la población estadounidense en materia de política económica. En sus análisis encuentra que buena parte de la población norteamericana, por ejemplo, no encuentra una conexión entre un incremento de los salarios mínimos y el nivel de desempleo, o el control de precios y el fenómeno del desabastecimiento. La ignorancia sobre estos temas agravaría el problema de la irracionalidad en el voto y profundiza la paradoja de la democracia. Políticos con creencias racionales tendrían problema para ganar el voto popular si los votantes son irracionales.

Caplan resume su argumento de la siguiente manera: en la visión ingenua de la democracia, la democracia funciona porque le da a los votantes lo que ellos quieren. En la visión de los escépticos, la democracia falla porque no le da a la gente lo que quiere. En su opinión, la democracia falla porque le da a la gente lo que quiere. El problema es que muchas veces lo que la gente quiere no es lo mejor para su bienestar. Esto explicaría el fenómeno del voto por opciones que representan una desmejora en el bienestar material de la población.

El libro de Caplan es rico en argumentos y análisis y no he pretendido traerlos todos a esta breve nota. Sus ideas han generado una interesante discusión y controversia en el mundo político y académico norteamericano. Dejo al lector la decisión de profundizar en las implicaciones de sus argumentos. Caplan cree que, a lo Churchill, la democracia, aunque con sus defectos, es el mejor sistema político. Por lo tanto, siempre vale la pena pensar cómo mejorarla.
Referencias:

Caplan, Bryan. 2007.The Myth of the Rational Voter: Why Democracies Choose Bad Policies. Princeton University Press.

Página web de Bryan Caplan

Blog en el que escribe Bryan Caplan: www.marginalrevolution.com

Review del New Yorker